Este es un libro que analiza la relación entre el modernismo cultural y los movimientos fascistas en el período de entreguerras. Griffin examina cómo los ideales y las estéticas del modernismo artístico y literario se entrelazaron con los regímenes de Mussolini en Italia y Hitler en Alemania.
El autor argumenta que el modernismo y el fascismo compartieron un anhelo por un nuevo comienzo, una ruptura con las tradiciones establecidas y una visión utópica de la sociedad. Griffin examina las manifestaciones artísticas y literarias del modernismo, como el futurismo y el expresionismo, y muestra cómo estas corrientes estéticas fueron apropiadas y utilizadas por los sistemas fascistas para promover su agenda política.
El libro también explora las contradicciones inherentes entre el modernismo y el fascismo. Griffin señala que, si bien el modernismo a menudo abrazaba la diversidad y la experimentación, los movimientos fascistas buscaban la uniformidad y el control social. Sin embargo, sostiene que ambos movimientos compartieron una mentalidad de renacimiento y una búsqueda de una nueva identidad nacional.