Historia de la sexualidad 1: la voluntad de saber
Michel Foucault
Historia
2005
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En Historia de la sexualidad I, Michel Foucault desafía una idea profundamente arraigada: que la sexualidad ha sido reprimida por siglos y solo recientemente liberada. Según esta lectura tradicional, la modernidad vendría a “decir la verdad del sexo” después de siglos de silencio. Foucault invierte esta narrativa. No ha habido silencio, sino una verdadera proliferación de discursos sobre el sexo, impulsada por un poder que no reprime, sino que incita, clasifica y regula.
El autor introduce el concepto de dispositivo de sexualidad: un conjunto de saberes, prácticas e instituciones que desde el siglo XVII comenzaron a producir un saber minucioso sobre los cuerpos, los deseos y las conductas. Esta producción no busca liberar el deseo, sino gestionarlo. La sexualidad, en este marco, no es un dato natural, sino un efecto de poder, una construcción histórica que organiza subjetividades.
Foucault describe cómo, a través de la medicina, la pedagogía, la psiquiatría y la confesión cristiana, las sociedades modernas desplegaron un intenso dispositivo de saber-poder en torno al sexo. Se pasó de prohibir ciertas prácticas a escrutarlas, clasificarlas y medicalizarlas. La sexualidad se convirtió en objeto de saber y, al mismo tiempo, en una forma de producir sujetos.
Uno de los aportes centrales del libro es el giro metodológico: no se trata de buscar el origen del sexo, sino de estudiar cómo se produjo el sujeto moderno que dice “yo soy mi deseo”. Foucault invita a dejar de pensar en términos de liberación o censura, y a analizar las tecnologías de poder que moldean nuestras experiencias más íntimas. En este sentido, la sexualidad moderna es inseparable de una voluntad de saber que organiza los cuerpos y subjetividades bajo el signo de la verdad.
La voluntad de saber inaugura así una genealogía crítica de la sexualidad, que permite ver en el discurso científico, jurídico o confesional no una emancipación del deseo, sino nuevas formas de su control. Foucault no propone reprimir menos, sino pensar diferente: en vez de liberar el sexo, desarmar los discursos que lo gobiernan.