Cómo la tecnopolaridad cambió el orden internacional
Algunos estados ya han comenzado a desplegar estrategias de diplomacia tecnológica, reconociendo la necesidad de abordar la tecnopolaridad como un nuevo plano de las relaciones internacionales.
Por Matias Federico Boglione
La centralidad del mundo corporativo ha llevado a países como Dinamarca, Austria y Suiza a crear figuras de embajadores tecnológicos para interactuar con estas corporaciones como si fueran estados.
Los avances tecnológicos de las últimas décadas han transformado profundamente el panorama global, configurando la tecnopolaridad como un nuevo campo crucial en la diplomacia internacional. En este contexto, el desarrollo de una diplomacia tecnológica efectiva será clave para el éxito de los estados en el siglo XXI. Esta diplomacia no solo abordará intereses de seguridad y económicos, sino que también se encargará de preservar y promover valores fundamentales.
Para lograrlo, los ministerios de asuntos exteriores deberán equiparse con nuevos instrumentos, desarrollar capacidades especializadas y establecer estrategias y hojas de ruta específicas. A medida que la tecnopolaridad evoluciona, emergerá una compleja arquitectura de gobernanza que abarca desde la privacidad y la gestión de datos hasta los sistemas de vigilancia y el uso de la inteligencia artificial (IA) en defensa.
El despliegue de la inteligencia artificial: una nueva era tecnológica
En los últimos años, hemos visto un despliegue tecnológico sin precedentes. Marzo de 2023 marcó un hito, con herramientas como GPT-4, Bard, Copilot, Canva y Midjourney v.5 entrando en escena. Esto señala el inicio de la era de la IA generativa. Aunque el impacto total de esta tecnología es incierto, ya es evidente que será profundo.
La IA está transformando sectores como la educación, facilitando la interacción con el vasto espacio digital y generando contenido a partir de consultas simples. También está cambiando el mercado laboral, automatizando procesos y creando nuevas categorías profesionales. Sin embargo, esta tecnología también plantea amenazas serias.
La propagación de noticias falsas puede afectar el debate público, y nuevas armas cibernéticas podrían amenazar la seguridad nacional. La tecnopolaridad también juega un papel crucial aquí, ya que las naciones deben adaptarse a estas nuevas amenazas tecnológicas.
El poder de la geopolítica de la tecnología
La tecnología emergente está redefiniendo la distribución del poder global. Permite el desarrollo de nuevas capacidades militares, tanto ofensivas como defensivas. Este fenómeno se observa en el conflicto en Ucrania, donde el uso de drones y la inteligencia artificial está alterando la visibilidad y eficacia en combate. Algunos expertos ya llaman a esto una «guerra algorítmica». La posesión de estas tecnologías determinará el poder efectivo de los estados.
La falta de tecnología se convertirá en una debilidad estratégica crítica. La tecnopolaridad también se refleja en la influencia de las empresas tecnológicas, que rivalizan con la de muchos estados. Estas empresas no solo dominan el debate público digital, sino que también desarrollan armas tecnológicas sofisticadas. Ejemplos claros son la IA y otras tecnologías emergentes. La centralidad del mundo corporativo ha llevado a países como Dinamarca, Austria y Suiza a crear figuras de embajadores tecnológicos para interactuar con estas corporaciones como si fueran estados.
En la esfera del poder, los desafíos también se extienden al espacio ultraterrestre. El futuro verá el despliegue de tecnologías que harán más accesible la exploración espacial. Desde la explotación de recursos en asteroides hasta la militarización del espacio, Estados Unidos y Francia ya están preparando fuerzas espaciales y documentos doctrinales sobre seguridad ultraterrestre. Estos desarrollos reflejan la creciente importancia de la tecnopolaridad en la geopolítica moderna.
Empleo, rentas y competencia en la era digital
La tecnología emergente tiene un impacto profundo en la prosperidad, alterando dinámicas económicas cruciales. Cambia los mercados, crea nuevos productos y modifica las formas de consumo. También altera los precios de bienes y servicios, afectando el mercado laboral al concentrar empleo en ciertos sectores y creando nuevas formas de trabajo, mientras precariza otras. La tecnología redefine los procesos de generación y distribución de rentas, influyendo en el contrato social. Este impacto no se limita al empleo o a la localización de la innovación.
También afecta la competencia en los mercados, favoreciendo tendencias oligopolísticas o monopolísticas. Grandes plataformas tecnológicas consolidan su dominio, lo que desafía la capacidad de los estados para atraer y retener talento en sectores estratégicos. La tecnopolaridad también influye en la tracción fiscal de los estados. Las estructuras jurídicas y procesos tecnológicos permiten minimizar la huella fiscal en ciertas jurisdicciones, reduciendo la recaudación de impuestos corporativos y planteando problemas de distribución de la carga fiscal.
Humanismo tecnológico
Además de su impacto en la seguridad y la economía, la tecnología influye profundamente en los sistemas políticos, afectando derechos y libertades fundamentales. La forma en que se despliegan las tecnologías de captura y procesamiento de información puede promover o restringir valores y principios. Sin regulaciones adecuadas, estas tecnologías podrían permitir un monitoreo constante del comportamiento de los ciudadanos, limitando libertades como en un estado de vigilancia.
La regulación de la privacidad y la titularidad de la información personal se convierte en un pilar central en la protección de derechos más amplios. Países occidentales, preocupados por el impacto de estas tecnologías en los sistemas democráticos, han comenzado a implementar normativas como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) y la AI Act en Europa, que regulan el uso de la IA y protegen la privacidad. La tecnopolaridad también se manifiesta en la necesidad de equilibrar estos avances tecnológicos con la protección de los derechos humanos.
La Guerra Fría tecnológica entre China y Estados Unidos
La competencia tecnológica entre China y Estados Unidos es el fenómeno geopolítico más relevante de nuestra era. En el ámbito de la seguridad, Estados Unidos se preocupa no solo por las capacidades militares convencionales de China, sino por su desarrollo tecnológico en áreas como la balística, la IA y el ciberespacio.
Esta competencia se refleja en las restricciones comerciales impuestas por Estados Unidos a China, especialmente en sectores tecnológicos avanzados como los semiconductores. En el ámbito económico, la estrategia «Made in China 2025» muestra el deseo de China de liderar globalmente en sectores estratégicos como la IA y la computación cuántica. Esta competición también afecta los mercados oligopolísticos, aumentando el riesgo regulatorio y reduciendo la dependencia de mercados con mayor riesgo político y geopolítico.
Además de la competencia corporativa, se está desarrollando una carrera por la formación, atracción y retención de talento, con el objetivo de crear hubs de innovación tanto en China como en Estados Unidos. Esta competencia tiene un fuerte componente de valores, con dos formas distintas de entender la sociedad, el individuo y los derechos en el espacio digital. El modelo chino, con su enfoque en la vigilancia y el control social, compite con las democracias liberales, ofreciendo un desafío sistémico al orden internacional.
Diplomacia tecnológica para la era digital
La tecnología ha dejado de ser un mero aspecto técnico para convertirse en un campo transversal que afecta la seguridad, la prosperidad y los derechos fundamentales. Algunos estados ya han comenzado a desplegar estrategias de diplomacia tecnológica, reconociendo la necesidad de abordar la tecnopolaridad como un nuevo plano de las relaciones internacionales.
La creación de embajadores tecnológicos y la implementación de normativas avanzadas son solo el comienzo de una nueva era de diplomacia centrada en la tecnología, un campo que definirá el orden internacional del siglo XXI.
Si te interesa profundizar en la tecnopolaridad y sus implicancias, te sugerimos las siguientes lecturas:
- «Power and Interdependence» de Robert Keohane y Joseph Nye: Proporciona un marco para entender cómo la interdependencia compleja y las redes globales han cambiado la naturaleza del poder en las relaciones internacionales.
- «The Shifting Global Balance of Power: Perils of a World in Transition» de Atul Singh y Jose Luis Castro: Explora cómo la tecnología y la economía digital están alterando el equilibrio de poder global.
- «Surveillance Capitalism» de Shoshana Zuboff: Analiza cómo las grandes corporaciones tecnológicas ejercen poder a través del control de los datos personales y la vigilancia masiva.
- «The Age of AI and Our Human Future» de Henry Kissinger, Eric Schmidt y Daniel Huttenlocher. Este libro discute cómo la inteligencia artificial está remodelando la geopolítica y el poder global.
Estas obras no solo aportan un contexto teórico, sino que también ofrecen un análisis detallado de cómo la tecnopolaridad está configurando el futuro de las relaciones internacionales y la política global.