Las primeras semanas de Boric, entre esperanzas y desafíos
Gabriel Boric no sólo se convirtió en el presidente más joven en acceder al cargo en toda la historia de Chile, sino que además lo consiguió con la participación electoral más alta desde el retorno a la democracia. | Imagen: Infinito.
Por José María Jarry
El amplio apoyo electoral es reflejo de una ciudadanía que recuperó la ilusión y que se movilizó por un programa que instaló una mirada de cuidado y justicia frente a un paradigma neoliberal de administración donde las personas y su bienestar era asunto de segundo orden.
Chile tiene un nuevo presidente. Las primeras semanas de Gabriel Boric no han estado exentas de importantes desafíos cruzados por esperanzas en un gobierno transformador fuera de los bloques tradicionales.
La tarde del pasado viernes 11 de marzo me agolpaba junto a cientos de personas que llegaron hasta la Plaza de la Constitución del Palacio de la Moneda a esperar al recién proclamado presidente Gabriel Boric. Habíamos llegado de muchos lugares del país a encontrarnos, celebrar y apoyar al presidente. La expectación que generó el cambio de mando y la llegada de uno de los líderes del movimiento estudiantil del 2011 a la sede de gobierno había paralizado por completo el centro de Santiago. Las calles se llenaron de personas que, como peregrinos, se dirigían con cantos, pancartas y banderas a escuchar el primer discurso, mientras que en el resto del país las personas se reunían alrededor de la radio, su teléfono móvil o la televisión.
Sin embargo, para entender este cuadro de alegría y triunfo tenemos que retroceder en el calendario hasta el 19 de diciembre de 2021. El balotaje que definiría el triunfo de Gabriel Boric fue en un escenario que tuvo poco de feliz para sus adherentes. El candidato de la derecha conservadora, José Antonio Kast, llegaba casi tres puntos por encima del ahora presidente y la preocupación que produjo la posibilidad de que un nostálgico de la dictadura de Pinochet llegase a La Moneda fue tan grande que generó una movilización sin precedentes que contra todo pronóstico le dio la victoria al que fuera hasta hace unos días el joven estudiante que llegó a ser diputado por Magallanes el año 2013.
Y sin precedentes, porque nunca un candidato que llegara segundo al balotaje había alcanzado una victoria electoral, sobre todo una tan contundente que resultó en un 55,9% a favor de Boric contra un 44,1% alcanzado por el candidato del Frente Social Cristiano. La victoria no sólo había sido holgada, sino que además fue la votación con más participación desde el retorno a la democracia y el presidente más votado en la historia de Chile.
El golpe de timón que esta elección le dio al panorama político nacional fue tan grande que inmediatamente se transformó en un fenómeno a analizar en todos los programas de TV, círculos políticos, prensa y redes sociales.
Las expectativas que la victoria de la coalición Apruebo Dignidad generó eran altas y las señales que se fueron dando durante los meses siguientes no hicieron sino recuperar la esperanza a toda una población acostumbrada a políticos que en nombre de la buena gobernanza profundizaron el modelo neoliberal impuesto tras la dictadura. Hoy pareciera que el mantra hipnótico de la transición, “los cambios en la medida de lo posible”, es roto por la irrupción de una coalición que toma sin temor las banderas del socialismo democrático de Salvador Allende.
Principales desafíos
Los desafíos que afronta el nuevo gobierno no son menores. Esta nueva generación llega a La Moneda luego de tres años que dejaron una profunda huella en la sociedad chilena. El estallido social de 2019, la pandemia por coronavirus y una convención constitucional en curso que podría acabar con la Constitución del general Pinochet, son hitos que enmarcan un momento político de tensiones y disputa.
Uno de los principales obstáculos que ilustra este momento y que enfrenta el gobierno de Gabriel Boric para poder concretar un programa de profundización democrática y transformaciones sociales, es la configuración de la Cámara de Diputados, puesto que es en este espacio donde la derecha tiene mayor cantidad de escaños. Es en este espacio donde las principales iniciativas y reformas pueden ser bloqueadas, por lo que las esperanzas del presidente se concentran en la Convención Constitucional.
De ser aprobado el texto que actualmente está siendo debatido y redactado, podría darle una ventana de oportunidad para hacer frente a la ofensiva de la derecha en el Congreso, que ya anunció una interpelación a la Ministra de Interior, Izkia Siches, por el anuncio de la no renovación del Estado de Emergencia en la Araucanía -sur del país- donde el conflicto mapuche ha sido abordado constantemente desde una óptica de inteligencia y acción militar, abordaje que Piñera profundizó con la instalación de un Estado de Emergencia, que suspendía garantías constitucionales y otorgaba el control de la seguridad pública al ejército.
Este episodio se suma a una ya larga historia de situaciones de violencia que se viven en el territorio mapuche. El asesinato de activistas como Alex Lemun, Matías Catrileo, Macarena Valdés y tantas otras situaciones que afectan cotidianamente a la región parecen ser un conflicto de nunca acabar, donde el Estado ha instalado una industria y modelo extractivista que depreda los bosques nativos y el agua, sumado a una militarización y presencia hostigante de la policía e incluso grupos paramilitares, los que han vulnerado y reprimen física y simbólicamente al pueblo mapuche.
Ante esta situación, uno de los compromisos de campaña del nuevo gobierno fue el diálogo en las comunidades, lo que partió con una visita de la Ministra Siches a la zona para conversar con el padre de Camilo Catrillanca, comunero asesinado por la policía en noviembre de 2018. Visita que estuvo en la polémica por una acción de desconocidos en la que hubo disparos cuando la comitiva ministerial se disponía a entrar en Temucuicui, localidad donde se produjo el asesinato de Catrillanca. Esto, sumado a condicionamientos al diálogo por parte de grupos más radicales, es un desafío no menor que se le añade al ya complejo proceso de diálogo entre el Estado de Chile y el pueblo nación mapuche.
De igual forma se abre otro flanco por el norte del territorio, donde una crisis migratoria producto de una ley de migraciones desactualizada y un manejo de la situación deficiente por parte del gobierno anterior, ha producido diversos problemas que hicieron adoptar la medida de un Estado de Emergencia, sin embargo Boric anunció que no derogaría la medida en la zona norte, añadiendo también un enfoque centrado en el diálogo y los derechos humanos.
A estos obstáculos se le agrega un ciclo inflacionario de la economía chilena producto de la crisis mundial y escasas políticas de seguridad social. Si bien en términos macroeconómicos Chile tuvo una tasa de crecimiento superior al esperado, la inflación y el aumento del costo de la vida a causa de crisis global, pero también de las escasas políticas de seguridad social de la administración Piñera, donde los trabajadores tuvieron que hacer uso de sus propios fondos previsionales con cuatro retiros aprobados por el Congreso.
Hoy se tramita un quinto retiro en la Cámara, y parlamentarios oficialistas y el gobierno recomienda no aprobarlo, debido a los efectos que esto tendría en una economía que ya presenta una inflación considerable, siendo la octava inflación más alta de la OCDE (7,2%), sumado también al compromiso de acabar con el actual sistema de fondos de pensiones (AFP) fundados en la capitalización individual administrada por privados.
Un presente de esperanza
Si bien el escenario para el gobierno de Apruebo Dignidad es desafiante, desde amplios sectores sociales y políticos la figura del presidente Boric es una que trae esperanzas en una forma de hacer política y gobernar un país para la gente, alejado de las élites tradicionales y con enfoque de justicia ambiental, territorial y en materia de derechos.
El amplio apoyo electoral es reflejo de una ciudadanía que recuperó la ilusión y que se movilizó por un programa que instaló una mirada de cuidado y justicia frente a un paradigma neoliberal de administración donde las personas y su bienestar era asunto de segundo orden. La superación de las lógicas de la transición y la primera elección de un gobierno fuera de los bloques tradicionales que se turnaban el poder es una infusión de nuevos aires que aportan esperanzas en la fe en las instituciones, erosionada por el desinterés y corrupción de las autoridades. La tarea del gobierno es estar a la altura de esas esperanzas en un escenario social que si bien es optimista, no se desaferra del todo de una sana desconfianza a las figuras políticas.
Hoy, Gabriel Boric navega un barco con el viento a favor. ¿Será así luego de los primeros cien días?