¿Qué nos enseñan nuestras mascotas sobre el control y la libertad?

Las especies de compañía no son únicamente mascotas, sino que devienen con lo humano al ser nuestros compañeros de vida.Esta afirmación filosófica invita a la reflexión sobre la interdependencia en la relación humano-animal.
Por Pastor Medina Diarte.
Tanto el individuo como el animal no existen de forma autónoma al otro, sino que se constituyen durante la relación.
Introducción
Este artículo se centra en analizar la propuesta teórica formulada por Donna Haraway (2016) referente a la categoría de especies de compañía, un concepto que enmarca la forma de vincularnos entre humanos y animales.
Esta noción subraya la necesidad de pensar en las mascotas como seres que acompañan a las personas en grandes pasajes de su existencia, moldeando en ese proceso histórico, cultural y afectivo las vidas de ambos. Como consecuencia directa de esta relación, se da una constitución mutua.
Es decir, tanto el individuo como el animal no existen de forma autónoma al otro, sino que se constituyen durante la relación, y no de manera previa a ella. Por consiguiente, conceptos como sujeto, especies, tipo y raza, más que fortalecer la constitución, actúan como barreras etimológicas.
En efecto, promueven transitar espacios desde una concepción del producto relacional y no del proceso emergente que permite tomar conciencia de quiénes somos y cómo somos durante la relación.
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Así también, podemos considerar como elemento de referencia una reflexión filosófica desde la literatura sobre las especies de compañía. Dado que el discurso ficcional que la cultura dispone, facilita nombrar o establecer categorías que suceden en el mundo, influyendo en el ideal colectivo e ideas que repercuten en la transmisión o reproducción de un conocimiento respecto a una parte de la realidad.
Por lo cual, a los efectos de lo mencionado, recurriremos al cuento “Perrito” de Halley Mora (2018) como medio de visibilizar la condición animal y el rol que ocupa en los relatos literarios la percepción que el ser humano tiene sobre sus especies de compañía. Examinaremos la forma de amar a nuestras mascotas, los mecanismos de domesticación y la relevancia del juego como vínculo entre lo humano y el agente no humano.
Para tal fin, dividiremos este estudio en dos grandes partes. Primeramente, abordaremos la crítica de los estudios animalistas y su relación con las categorías de especies de compañía de Haraway. Asimismo, analizaremos cómo la ficción literaria sirve como instrumento de reflexión para cuestionar el narcisismo humano desde una mirada filosófica.
Seguidamente, en el segundo apartado, nos centraremos de manera concreta en los elementos que permiten vincular el cuento “Perrito” de Halley Mora con las categorías especies de compañía de Haraway.
La cuestión de las especies de compañía
La concepción de “especie de compañía” en el pensamiento filosófico de Haraway refiere a una categoría que abarca a la categoría de animales de compañía. Esto se debe a que la primera ya engloba a todos los seres vivos de manera igualitaria por el simple hecho de disponer de una existencia (2016).
Así pues, las especies de compañía se definen como un relato que contiene una constitución, una finitud, una impureza, historicidad y complejidad. Todo esto determina la relación humano-animal entre un vínculo natural y cultural en la vida compartida entre dueño y mascota, en beneficio colectivo de un nuevo estilo de existir.
Este nuevo estilo reconoce la otredad significativa de lo otro como relevante para la compañía no unilateral. En otro libro, Cuando las especies se encuentran, de 2008, Haraway dice que cuando se habla de “especies de compañía” se tiende también a hablar de “animales de compañía”. Estos últimos, que van desde perros y gatos hasta tarántulas de arnés y cerditos vietnamitas, “encajan fácilmente en la categoría globalizada y flexible de los animales compañeros del siglo XXI”. A pesar de la distancia entre ambos libros, podemos observar una continuación y preocupación sobre el problema de las especies de compañía.
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De igual manera, Haraway presenta la necesidad de visualizar, por medio del relato, lo no humano y su lugar merecido en esa relación. De este modo, interpela al sujeto sobre su individualidad y sus narrativas de las vidas de ambos en esa constitución.
Puesto que, únicamente el humano, desde su capacidad lingüística, es capaz de comentar las vidas interconectadas, para mostrar lo que son en detrimento de nosotros, en correspondencia con demarcar quiénes somos en disrupción con ellos.
En consecuencia, los relatos connotan una carga ideológica que hegemónicamente legitima una narración que no es inocente en el discurso y sus prácticas dispositivas de domesticación y sumisión de lo otro no visto como humano.
La categoría de especies de compañía y sus vínculos con el cuento “Perrito” de Mario Halley Mora
Una particularidad de los escritos de Haraway es que, en muchas ocasiones, utiliza elementos literarios para introducir al lector a sus pensamientos filosóficos. Por ello, no es descabellado valerse del cuento para pensar categorías animalistas.
El ejemplo que usaremos es el cuento “Perrito” del escritor paraguayo Mario Halley Mora, quien en sus trabajos desarrolló un vasto corpus literario. Este corpus transita entre el género novelístico, los relatos breves como los cuentos y la dramaturgia. Es así que, el cuento “Perrito” se enmarca entre sus obras producidas en una serie de narraciones presentadas en Microcuento, Cuento y Anticuento, publicada en 2018.
El cuento fue seleccionado debido a que, en la trama principal, es posible encontrar elementos vinculantes desde la obra con la categoría filosófica de especies de compañía de Haraway.
Appleyard (2018), en un pasaje del prólogo, de manera indirecta, sostiene la difuminación de los límites que separan la realidad y la fantasía, y también, el papel protagónico del ser humano sobre lo animal, en este caso, el perro.
El animal es el protagonista principal de la historia narrada, desvelando un entramado de fondo que no siempre es observado sutilmente por el lector. Sin embargo, se encuentra presente la relación íntima entre su compañero humano y el protagonista.
Los efectos de la domesticación
Ahora trazaremos la propuesta filosófica que refiere Haraway en relación con los relatos de entrenamientos y las consecuencias visibles. Estas consecuencias se pueden observar tanto en el amo, quien se encarga del proceso de domesticación, como en la especie de compañía.
Del mismo modo, analizaremos los efectos que se presentan como resultado de someterse a dicho entrenamiento. De ahí que, el pasaje del cuento ilustra bien la idea de Haraway cuando deja entrever que las acciones realizadas por el perro al desobedecer a “Amo Chico”, suscita lo que la pensadora llama una falta de servidumbre positiva.
En efecto, la conducta del perro muestra que no existe una domesticación adecuada que permita dar instrucciones a su mascota y que esta última tenga la capacidad de obedecer a las órdenes humanas en la mayoría de los casos. En consecuencia, induce a “Perrito” a reconocer erróneamente que dispone de ciertas libertades.
La gran sustitución cultural: de acuerdo con el informe de Goldman Sachs, se espera que China tenga más de 70 millones de animales domésticos para el 2030. Mientras tanto, el número de niños menores de cuatro años en China se reducirá a aproximadamente 40 millones para la misma fecha. | Fuente: Infobae.
Al comportarse de cierta manera, sin concebir que es necesaria una autoridad que no lo coaccione físicamente, sino que lo oriente a vivir a salvo en ambientes compartidos con otras especies. De esta forma, se genera una relación que es gratificante para ambos y sin exponerse a peligros que puedan presentarse como consecuencia de no medir el riesgo de sus acciones.
También sugiere Haraway que el cuidador humano necesita establecer límites con la finalidad de no concebir conductas similares que atenten contra la relación. Al no imponer una autoridad requerida para regular el comportamiento espontáneo de su especie de compañía, la mascota actúa bajo un mínimo de coacción.
Este mínimo lo obligaría a reconocerlo como su dueño y garante de las recompensas o castigos que pueda recibir, otorgándole virtudes como el autocontrol y la capacidad de responder efectivamente a las órdenes humanas. Y sobre todo, percibir que los perros escuchan lo que uno les está diciendo, dado que, es relevante para la conexión que se genera en la alteridad de visibilizar al otro como parte importante del co-habitar el mismo espacio.
“Perrito” y la condición de ser un “Sato”
Haraway, al categorizar la palabra “sato”, alude para referenciar a un perro que guarda la condición de ser callejero y que posteriormente, mediante un proceso de domesticación, es acogido en una familia para su cuidado integral.
Es así que, según la pensadora, los perros que no disponen de una raza en absoluto son estigmatizados por parte de la sociedad que los excluye. O sea, a existir desde la periferia, en entornos de situación de calle, donde transitan la falta de comida, enfermedades, carencia de un hogar que le brinde la atención permanente y, por sobre todo, cariño que merecen.
En el pasaje del cuento de Halley Mora, se explica bien esta situación cuando se propicia el primer encuentro entre amo y especie de compañía. Dado que, originalmente, el perro se encontraba rondando las calles como cualquier otro día por su condición de “sato”, hasta que es encontrado por quien sería su futuro dueño.
Este futuro dueño supo ver en el animal más allá de la falta de raza, la necesidad de ser acogido en su hogar. De este modo, mejoraría en ese proceso de socialización la calidad de vida que el protagonista necesita mediante una acción filantrópica que lo despojase de ese estrato social que se le fue impuesto.
Conclusiones
“Perrito” es un cuento que permite, desde lo ficcional, cuestionar los diversos modos de relacionamiento situados que se vienen dando entre el ser humano y lo animal a lo largo de la historia. También nos permite reflexionar sobre la necesidad de replantear la coexistencia asimétrica que se gesta y sustenta a partir de un narcisismo humanista.
Este narcisismo no propicia la apertura de establecer nuevos patrones de cohabitaciones inter especies que partan de un pensar los vínculos existentes desde una perspectiva que contemple al animal más allá de una superficialidad. Esta superficialidad se limita a definir a lo otro solo por el rol que ocupa en la relación, ya que, los animales no son únicamente mascotas, sino que devienen con lo humano al ser nuestros compañeros de vida.
De igual manera, el cuento propone repensar los vínculos y las relaciones humano-animal. Puesto que, las formas de relacionarnos son complejas, ya que parten desde amores incondicionales, procesos de domesticación, juegos como elemento de conexión genuina con las especies de compañía y, sobre todo, cuestionar las etiquetas sociales que se les impone a los animales por su pertenencia o no a una raza determinada.
En última instancia, esto no debería trastocar esa relación entre especie, pues, es irracional. Es así que, Haraway sugiere partir de experiencias concretas entre amo y mascota, construyendo lazos que transformen en el proceso a ambas especies. Dado que, el acompañamiento se forma entre dos partes y no por la unilateralidad de uno de los participantes que direcciona la relación, sin tener en cuenta el respeto y la atención que merece lo otro en la dinámica que se da.