¿Quién mató a la izquierda europea? Anatomía de una caída anunciada

Este artículo explora las causas del debilitamiento político y social de la izquierda europea, desde la pérdida de sus bases tradicionales hasta su desconexión con los nuevos electorados del siglo XXI.
Por Juan Jesús Modrego Bueno.
La izquierda ya no seduce porque perdió su alma rebelde y se volvió gestora de lo posible: muchas causas, poco pueblo.
Lo que fue la izquierda
Esa izquierda europea… aquella fuerza de antaño que era una máquina de producir mayorías sociales aplastantes, que jugaba un papel preponderante a nivel europeo, la que extendió el estado del bienestar y marcaba la hoja de ruta entre los países más desarrollados. Su objetivo: modular el capitalismo para crear un escudo social que protegiera a los marginados por el mercado. De esa izquierda, hoy, solo quedan crónicas y recuerdos.
Durante décadas, los partidos de izquierdas europeos marcaron el paso, cohabitando con la derechista Democracia Cristiana. Presidieron la Comisión y el Parlamento Europeo, asegurando y anclando el escudo social frente al sistema capitalista que Europa abrazó tras la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos de Bretton Woods de 1944. La izquierda clásica llevó la intervención estatal a donde el mercado fracasaba o generaba efectos indeseables.
Pero esa narrativa de éxito se ha desplazado a los libros de historia. Desde hace años, la izquierda europea sufre para articular mayorías sólidas, o queda relegada a la oposición, en ocasiones ni siquiera como la principal fuerza opositora. Hoy, ese lugar es ocupado por partidos ultras y populistas.
El caso portugués: un espejo del cambio
Un ejemplo claro de este giro sociológico son las elecciones legislativas portuguesas más recientes. Allí se impuso la derecha moderada, pero lo más llamativo fue que el principal partido de la oposición ya no fue el Partido Socialista, sino el ultraderechista Chega!, posicionado claramente en la derecha dura.
El mapa electoral lo evidencia: mientras el norte portugués sigue fiel a la tradicional derecha conservadora (PSD/AD), el sur —históricamente socialista— ha virado hacia la ultraderecha.
Elecciones portuguesas de 2015.
Elecciones portuguesas de 2025.
Portugal sigue así el patrón europeo, donde la izquierda europea se desangra. Sus antiguos votantes, decepcionados por la falta de respuestas de los partidos tradicionales, han sido seducidos por las promesas populistas. Sin poder adquisitivo, sin vivienda accesible, sin futuro, muchos votan por cambio. Por quien les prometa algo mejor.
De las fábricas al desconcierto
Los partidos socialistas y comunistas europeos comenzaron a perder su apetencia y atractivo allá por los 90 y comienzos del 2000, cuando el desarrollismo globalizador comenzó su velocidad de crucero.
En primer lugar, el grueso de votantes que la izquierda defendió, y de los que se nutría en buena medida, eran las clases trabajadoras industriales de los años 50 y 60, esos votantes ya no existen. Las clases trabajadoras de renta baja han experimentado un crecimiento en cuanto a renta y formación. Las clases trabajadoras industriales fuertemente sindicalizadas eran su base de votantes y sobre la que pivotaba toda la estrategia en la histórica lucha de clases. Eso ha cambiado, la desindustrialización que los países europeos sufrieron desde finales de S. XX ha provocado la desaparición paulatina de esa base de antiguos fieles votantes.
La izquierda trató de evitar cuanto pudo el tema migratorio, pero acabó estallando de la mano de la ultraderecha, ya no controlaban ni el pulso político-social, ni el relato. La inmigración era un tema espinoso para la izquierda; cuando por definición la izquierda es internacionalista y abierta a acoger a nuevas personas que migran.
El problema fue que los votantes tradicionales de izquierdas estaban fuertemente divididos sobre el tema migratorio, hasta el punto de elegir muchos de ellos a la ultraderecha por tener una postura más clara en esta materia, frontalmente contraria a los flujos migratorios y a la dilución de las culturas nacionales con la nueva masa migrante.
El potencial núcleo de votantes a los que la izquierda de hoy debería mirar serían los empleados del sector público, los trabajadores poco remunerados del sector servicios o todos aquellos a los que la economía globalizada no les ha mejorado la vida. El problema surge cuando la izquierda no ha logrado conectar con ninguno de estos colectivos de manera abrumadoramente mayoritaria, ni con su conciencia social de clase.
Por un lado, los trabajadores del sector público no están excesivamente preocupados por las luchas sociales y el Estado del Bienestar porque entienden que están conquistados, además estos trabajadores no tienen el sentido de colectividad y camaradería que tenían los industriales, básicamente porque no trabajan codo con codo, y socializan menos.
Estados miembros de la Unión Europea clasificados por la afiliación política de sus líderes, que son a su vez los representantes de cada uno de los países en el Consejo Europeo. Actualizado a 26 de mayo de 2025.
Respecto a los del sector servicios, en su mayoría son personas migrantes que, o no suelen votar, o al no tener la ciudadanía, no pueden ejercer su voto. Son personas que vienen de lugares distintos, que pueden hablar lenguas distintas y cuyo sentido de unión es escaso. De aquí que, junto con la izquierda los sindicatos vivan uno de sus momentos más bajos, las masas trabajadoras ya no se adhieren a ellos porque todo se ha diversificado mucho más y ese sentido de clase, ya no se da.
Los trabajadores autónomos o por cuenta propia, son otro número sector que no siente que la economía globalizada les haya beneficiado, sienten que están desprotegidos, que trabajan mucho por poco beneficio y en su mayoría se sientes amenazados por la economía globalizada y por la mano de obra extrajera, de forma que no apoyan a la izquierda, a la que ven en favor de impuestos altos y en favor de la inmigración a la que ven de forma no muy positiva.
Así pues, los movimientos y fuerzas de izquierda se fueron a defender a las minorías históricamente oprimidas o a nuevas causas sociales como, la defensa de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la defensa y visibilización de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, o la defensa del medioambiente.
Pero este nuevo enfoque creó nuevas enemistades tanto con la población masculina que, en parte, se vio agraviada por entenderse desplazada de sus roles clásicos por las mujeres, como por otra parte de la población que no entiende que las minorías sexuales merecen los mismos derechos que el resto de la población. Caso aparte es, la lucha ecologista, que les ha granjeado la enemistad de amplias capas de población rural como agricultores, granjeros o cazadores.
Por lo cual, la izquierda europea se ha visto atrapada en una nueva realidad, ya que perdió las bases sociales industriales, y que los nuevos nichos de votantes, o son escasos (feminismo y minorías sexuales), o están mal organizados (migrantes y trabajadores por cuenta propia), o son temáticas que generan rechazos en una parte de su propio electorado (inmigración).
Una izquierda dividida y desdibujada
Mientras la izquierda europea busca su alma, las derrotas se siguen sucediendo. Polonia es un junto a Hungría una de los ejemplos más paradigmáticos de cómo países donde los partidos de izquierdas, y en especial los socialistas, han ido perdiendo influencia paulatinamente desde la ya lejana caída de la URSS, hasta ser gobernados de facto por una alternancia de partidos del ámbito de la derecha.
El caso del laborismo británico es cuanto menos paradigmático. El laborismo ha pasado por varias etapas, pero sin duda es ahora cuando pese a estar en el gobierno atraviesa su fase más delicada. Pese a concentrar todo el poder, su acción de gobierno se ve seriamente limitada por la creciente influencia de partidos xenófobos y ultras a izquierda y derecha que desatan temores amplios en la élite gobernante. Si viran a derecha se les desafecta el flanco izquierdo, pero si profundizan en la izquierda dejan de lado a un electorado ampliamente contrario a la inmigración.
Mapa de ideología política de los partidos de gobierno en Euroa. | Fuente: El País.
En Polonia, el tradicional Partidos Socialista polaco, heredero del Partido de los Trabajadores soviéticos se ha vuelto irrelevante. La razón es la ultraderecha polaca (Ley y Justicia -PiS) que fue a las elecciones con un programa electoral de intervencionismo estatal y control de la economía más propio de la izquierda que sedujo a los votantes de bajos ingresos mientras que el conservador Plataforma Cívica (PO) fue con un programa de libre mercado clásico de la derecha moderada.
El socialismo polaco (SLD) quedó en el imaginario como un partido heredero de la opresión soviética, anti-católico y pro-recortes del estado del bienestar. Eso, cimentó que en su lugar la extrema derecha polaca se erigiera como gobernante con un programa social profundamente conservador, pero económicamente de izquierdas.
Unido a lo anterior, hay un problema crónico en la izquierda que es su excesiva fragmentación y división en muchas facciones, partidos o coaliciones que provoca mucha dispersión del voto y el castigo al aplicarse las formular electorales para la asignación de representación.
La marea azul de la derecha
Así pues, desde 2020 se ha producido un auténtico giro a la derecha en casi todos los gobiernos europeos, como se ve en la imagen más abajo, solo tres de los 27 gobiernos europeos están a día de hoy gobernados por partidos de izquierda. De ellos el único grande, en términos políticos, es España. A todas luces es el peor registro histórico para la izquierda europea desde la creación de la UE allá por 1957.
Los lugares rurales y de campo, con capas sociales menos ilustradas han encontrado en la derecha su representación y su conexión sentimental de alienación, mientras de las urbes, más desiguales socialmente, se han vuelto más de izquierdas, pero no demasiado. La población por encima de 50 está muy derechizada, por debajo de 25 los jóvenes ven su esperanza en la ultraderecha autoritaria y no en la izquierda. Ese es el dilema geográfico y sociológico que enfrenta la izquierda.
Como todo ciclo que comienza, llegará su final, lo que no es seguro es cuánto tiempo tardará en cambiar el ciclo, un año, dos, o décadas. La sociedad está cambiando y los votantes cada vez son menos fieles a un partido en concreto, se marchan a partidos que defiendan mejor su ideología y su visión de vida. Ya no existe esa fidelidad a las siglas que antaño era sagrada.
¿Cómo reinventarse?
Mucho se ha hablado en las corrientes de izquierdas de cómo revertir los malos resultados electorales, de cuál es el fallo. No hay una respuesta unívoca. Para un nutrido grupo de analistas la solución a los problemas de la izquierda pasa por volver a ser esa fuerza rebelde, cuasi-revolucionaria que ansiaba cambiar el mundo, o al menos, intentarlo.
Desde los años 90 las corrientes de izquierdas viraron al centro, el precursor fue la Tercera vía del premier laborista británico Tony Blair en 1997, seguida por el canciller socialdemócrata alemán, Gerhard Schröder. La izquierda quiso el centro para ampliar mayorías y no verse ajena ni hostil al modelo económico imperante, y por momentos lo consiguió, pero muchos votantes más de izquierdas se sintieron alienados, ya no se reconocían en sus históricos partidos. Muchos afirman que no veían la diferencia entre votar derecha y votar izquierda porque las diferencias eran cosméticas o los cambios insignificantes.
En primer lugar, la izquierda debe decidir y clarificar cuál es su postura frente el reto migratorio, fronteras abiertas, leyes migratorias claras o fronteras cerradas. Siempre defendiendo los derechos humanos y la responsabilidad, pero tomando una postura no ambigua.
En segundo lugar, definir claramente el modelo económico y social que quieren y que persiguen. Si deciden retar en cierta forma al capitalismo, o si deciden modularlo, pero apostar por una vía. Apostar por el capitalismo social paliativo (mediante ayudas y subsidios para paliar los efectos indeseados del sistema económico en grupos concretos), o apostar por una economía más planificada por el estado donde el rol público sea más importante y la intervención estatal goce de más protagonismo. Este ultimo caso ya se va observando en Reino Unido, donde el nuevo gobierno laborista está renacionalizando las empresas de ferrocarriles y creando una compañía pública estatal de Energía.
Lo importante es decidir sin miedo, no hay que buscar una revolución, pero sí una diferenciación. Sí un espacio donde la gente se sienta identificada y donde se dé una alternativa a todo lo que hay, un espacio pragmático pero rupturista que vuelva a ilusionar con la esperanza y la consecución de un cambio, la esperanza de que no hay que resignarse a que nada cambie.
La izquierda debe de volver a buscar su alma rebelde y centrarse no tanto en destacar lo logrado o defender muchas causas, sino pocas pero concretas y, sobre todo, en gestionar bien. Éste es el talón de Aquiles de la izquierda europea, la gestión. Si te centras en muchas cosas olvidas hacerle el día a día más sencillo a las personas, centrándote en causas más dogmáticas.
En definitiva, la izquierda europea tiene que clarificar el mensaje y centrarse en gestionar, para luego ir a causas concretas.