Historia de la sexualidad 3: la inquietud de sí

Historia de la sexualidad 3: la inquietud de sí

Michel Foucault

Historia

2003

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En el tercer volumen de su Historia de la sexualidad, Michel Foucault continúa su investigación sobre el modo en que los seres humanos se han constituido históricamente como sujetos de deseo. En La inquietud de sí, el foco se desplaza hacia la Antigüedad tardía —particularmente el estoicismo, epicureísmo y neoplatonismo— para mostrar cómo la sexualidad era parte de un trabajo ético sobre uno mismo, orientado al cuidado del alma.

 

Lejos de una moral de la prohibición, los antiguos desarrollaron una ética de la libertad interior: una práctica reflexiva, constante, que buscaba la armonía entre razón, cuerpo y placer. La sexualidad, entonces, no era una esencia a descubrir ni una energía que liberar, sino una dimensión a gobernar mediante técnicas de sí, como la meditación, la confesión, el examen diario o la escritura personal.

 

Cuidarse para gobernarse

Foucault retoma la idea de que el sujeto no es un dato previo, sino una construcción histórica. En este período, el ideal del filósofo no era tanto conocer el mundo como transformarse a sí mismo. La sexualidad formaba parte de ese proceso: moderar los placeres, disciplinar los impulsos y cultivar la templanza no era una imposición externa, sino un acto voluntario de autoformación.

 

Este volumen profundiza en los modos en que los individuos se relacionaban con sus deseos y cuerpos como parte de un arte de vivir. A diferencia de las morales religiosas posteriores —centradas en el pecado y la redención—, la inquietud de sí se vinculaba con la autonomía y el perfeccionamiento. La sexualidad, en consecuencia, no se reprimía sino que se estilizaba, se gobernaba con sabiduría y equilibrio.

 

Con La inquietud de sí, Foucault cierra su exploración sobre cómo llegamos a ser sujetos sexuados. El libro no busca restaurar modelos antiguos, sino mostrar que hay otras formas posibles de relacionarnos con el deseo, el cuerpo y la verdad. En lugar de seguir buscando “la verdad del sexo”, Foucault propone preguntarnos cómo queremos vivir.