Historia de la sexualidad 4: las confesiones de la carne

Historia de la sexualidad 4: las confesiones de la carne

Michel Foucault

Historia

2019

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En Historia de la sexualidad IV, Michel Foucault se adentra en el mundo del cristianismo primitivo para entender cómo nació una nueva forma de subjetividad centrada en la confesión, el deseo y la salvación del alma. El libro, publicado póstumamente, cierra el proyecto foucaultiano mostrando cómo la sexualidad fue profundamente transformada por las prácticas pastorales y teológicas de los primeros siglos cristianos.

 

A diferencia del enfoque griego y romano, donde el placer se regulaba como una cuestión de equilibrio ético, el cristianismo introduce una nueva economía del deseo: el alma se convierte en campo de batalla entre el bien y el mal, y la sexualidad pasa a ser el lugar privilegiado de la culpa, el pecado y la verdad interior. Lo que está en juego ya no es la moderación, sino la pureza.

 

Del gobierno de sí al examen del alma

Foucault reconstruye cómo ciertas prácticas cristianas —la confesión, la vigilancia de los pensamientos, la renuncia, el celibato— configuraron una tecnología de poder que vinculó deseo, culpa y verdad. En ese marco, el sujeto ya no es quien se forma a sí mismo, sino quien se somete al juicio divino y al examen pastoral. La sexualidad, en este nuevo régimen, debe ser revelada, verbalizada, purificada.

 

Este volumen analiza figuras clave como los Padres de la Iglesia (Orígenes, Clemente de Alejandría, Agustín), mostrando cómo sus escritos marcaron un giro decisivo en la historia de la subjetividad occidental. El cuerpo ya no es solo algo que se disciplina, sino que expresa una interioridad que debe ser leída e interpretada. La confesión sexual se convierte en un acto central de verdad, iniciando una larga tradición de vigilancia sobre el deseo.

 

Las confesiones de la carne revela que el cristianismo no silenció la sexualidad, sino que la convirtió en un tema obsesivo, al exigir su constante verbalización. Para Foucault, este gesto inaugura una forma moderna de poder: aquel que no prohíbe, sino que incita a hablar, a examinarse, a producirse como sujeto deseante y culpable.