El conflicto de Nagorno-Karabaj, en plena vigencia
En los últimos días se sucedieron nuevos combates que dejaron más de doscientos de muertos entre armenios y azerbaiyanos en la frontera común entre ambos países. Esta es una nueva escalada que se desató desde el alto al fuego que se dispuso en el año 2020. |
Por Fernando Ortiz Sosa
El conflicto de Nagorno-Karabaj no debe tomarse como un caso aislado. Mientras Azerbaiyán aprovecha los petrodólares para posicionarse dentro del escenario internacional, Armenia debe luchar contra el bloqueo de turno buscando.
El conflicto de Nagorno-Karabaj o de cómo Rusia maneja su propio patio trasero
¿Qué está pasando entre Armenia y Azerbaiyán? No es un conflicto nuevo, sino la continuación de uno que se remonta a, por lo menos, el año 1988; pero cuyos orígenes geopolíticos deben remontarse a mucho antes, en una zona como el Cáucaso, de incalculable valor geopolítico.
El foco del conflicto es la región de Nagorno-Karabaj, una zona que de acuerdo a las fronteras internacionales pertenece a Azerbaiyán, pero que está habitada por armenios. No sólo es étnica la diferencia, sino que también religiosa. Los armenios que habitan la zona son cristianos, mientras que en Azerbaiyán se profesa mayoritariamente el islam.
Ahora bien, en un mundo globalizado como el actual y donde las potencias juegan sus fichas en el tablero internacional en pos de sus propios intereses, el conflicto por Nagorno-Karabaj, termina convirtiéndose en un punto de interés geopolítico de importancia.
El Cáucaso del Sur y su importancia geopolítica
Además de Armenia y Azerbaiyán, Georgia es el tercer país que conforma esta franja que se encuentra comprendida entre el Mar Caspio y el Mar Negro, y como si fuera poco, al norte se encuentra Rusia y al sur, limita con Turquía e Irán.
Los tres territorios son parte de las manifestaciones identitarias que surgen después de la disolución de la Unión Soviética y que emergen con particular fuerza ante la posibilidad de declararse estados soberanos con propósitos de anexar otros territorios con los que se comparten afinidades identitarias.
Es así que podemos encontrar los casos de Abjasia y Osetia del Sur, técnicamente pertenecientes a Georgia, pero con identidades rusas y con pretensiones de asociarse con este país. El caso de Nagorno-Karabaj no es muy distinto, ya que su población cristiana y armenia, quiere dejar de depender de Azerbaiyán y de esa manera integrarse al país armenio.
En medio de estos conflictos, surgen los intereses que pretenden defender las tres potencias limítrofes: Rusia, Turquía e Irán.
El Cáucaso Sur es una ruta de acceso a hidrocarburos provenientes de Asia a través del mar Caspio en su paso hacia la cada vez más necesitada Europa Central. Allí compiten oleoductos que se utilizan con fines geopolíticos, como por ejemplo el “Bakú-Tifilis-Ceyhan (BTC) – el segundo más largo del mundo – que esquiva territorio armenio y que opera como competencia del gas ruso. Esto le permite a Azerbaiyán una mayor integración con el viejo continente y una permanente afluencia de divisas que se utiliza para el desarrollo productivo, militar y fomentar el aislacionismo armenio.
La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que reúne a Rusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Bielorrusia y Tayikistán, creado con el propósito de mutua defensa; intenta ser un contrapeso a los intereses turcos de la zona. Sin embargo, no todo es tan lineal en esta asociación.
Azerbaiyán es un país autónomo en términos de seguridad, cuenta con recursos energéticos cuya exportación aporta buena parte de la riqueza del país. Armenia, en cambio, no dispone de salida al mar y no es país productor ni de tránsito, depende de su cooperación militar con Rusia para garantizar su seguridad.
Es así que vemos que un conflicto aparentemente bilateral, se convierte en algo de trascendencia para una multiplicidad de países. En este contexto, tanto Rusia como Turquía se han implicado de manera indirecta en la confrontación, sea con apoyo económico, militar o bien diplomático. Sin embargo, no hay una confrontación directa entre rusos y turcos, sino que, paradójicamente, son a su vez aliados en otros escenarios militares (como fue su cooperación en Siria) y en terrenos comerciales, gasísticos y nucleares.
Nagorno-Karabaj: zona en permanente conflicto
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el control del enclave montañoso de Nagorno-Karabaj, tiene su origen desde la implosión del imperio zarista y la emergencia del comunismo que luego conformaría la URSS. En la época soviética, la zona obtuvo un status de Óblast autónomo, es decir, una región o circunscripción administrativa, pero dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán.
Eso permitió congelar el conflicto por décadas, bajo el estricto control del Kremlin; sin embargo, a medida que se debilitaba la Unión Soviética, las tensiones fueron en aumento, hasta que, en 1988 las autoridades locales de Nagorno-Karabaj, declararon su intención de separarse de Azerbaiyán y unirse a la República Socialista Soviética de Armenia, provocando los primeros enfrentamientos en la zona.
Con el colapso de la URSS, Azerbaiyán le retira el status autonómico y, como respuesta, las autoridades de la región declararon la independencia de la República de Nagorno-Karabaj, agravando el conflicto que se prolongaría hasta el año 1994 cuando se firma el Protocolo de Bishkek que establecía un alto al fuego.
En dicho protocolo se establece una llamada “Línea de Contacto” que se extendía a lo largo de la cordillera de Murovdag, que hace de frontera natural que llega a casi 200 kilómetros dentro del territorio azerbaiyano. Sin embargo, con el correr de los años y progresivamente, tanto Armenia como Azerbaiyán, fueron militarizando la zona.
Con el correr de los años, se continuaron con conversaciones bilaterales entre ambos países, pero sin evitar que, de manera esporádica, se produjeran algunas escaramuzas entre ambos a lo largo de la Línea de Contacto. Sin embargo, estos enfrentamientos de baja intensidad se desatarían con mayor agresividad en el año 2016 donde la ofensiva azerbaiyana sobre cuatro puntos estratégicos desatara lo que se dio en llamar “La guerra de los cuatro días”.
Moscú intervino dirigiendo el proceso negociador, con Vladimir Putin a la cabeza, que, si bien aparentaban darse dentro del conformado “Grupo de Minsk”, en la práctica se dejó afuera de las negociaciones a Estados Unidos y Francia (integrantes del grupo). Las negociaciones pusieron en pausa el conflicto, pero sin resolverlo.
En 2020 se volvieron a escalar situaciones de conflicto que incluyó fuego de artillería cruzado, bombardeos y despliegue de armamento pesado a lo largo de la Línea de Contacto, todo ello en medio de una catarata de acusaciones diplomáticas por parte de los representantes de ambos países.
En medio del conflicto, las autoridades de la autoproclamada República de Nagorno-Karabaj (que desde el 2017 se pasó a llamar República de Artsaj) solicitaron formalmente reconocimiento internacional, algo que ningún país hizo.
Al menos tres acuerdos de alto el fuego fueron acordados entre representantes de ambos países, pero ninguno fue respetado. Las ofensivas azerbaiyanas y armenias fueron rompiendo cada uno de los acuerdos de alto el fuego. Finalmente, el último intento diplomático liderado por Vladimir Putin, logró una nueva tregua.
Sin embargo, este parece ser un conflicto de nunca acabar ya que en septiembre de este año se volvieron a reanudar las hostilidades, donde, esta vez, Armenia solicita a Rusia la activación completa de Tratado de Seguridad Colectiva, algo que desde Moscú se venía tratando de evitar a toda costa.
Armenia y Azerbaiyán, ¿Estados tapones?
Un concepto que está muy relacionado con la Teoría del Realismo Internacional, es la de Estado Tapón o Colchón. Si bien es una denominación más bien moderna, no es invento del modernismo. Ya el mismo Reino de Armenia funcionó como tapón que separaba a romanos de partos y sasánidas. En Sudamérica, tenemos el caso de Uruguay, que sufrió varias tensiones entre Argentina y Brasil a principios del Siglo XIX.
Un Estado tapón es normalmente un país independiente, que suele ser pequeño y con una ubicación geográfica que separa a dos potencias que normalmente suelen o solían tener intereses enfrentados. Decimos que normalmente son pequeños, pero no todos responden a estas características. Ya hablamos del status de tapón de Ucrania (poner link), otro caso es el Mongolia que supo separar soviéticos y chinos.
En el Congreso de Viena de 1815, las potencias europeas reordenaron el mapa continental estableciendo algunos estados que separaban potencias enfrentadas, sobre todo, después de las guerras napoleónicas. Países Bajos y Suiza son dos que se encuentran en Europa Central, por ejemplo.
Sin embargo, no siempre es una medida exitosa. En el caso del Reino de Armenia, por ejemplo, no evitó que el territorio se convirtiera en un permanente campo de batalla entre romanos y partos.
Si bien, técnicamente hablando y conforme los conceptos clásicos de estados tapones, ni Armenia ni Azerbaiyán lo son; aunque pueden aplicarse algunas características típicas de estos. Ambos se encuentran dividiendo tres potencias militares que tienen intereses contrapuestos en la región: Turquía, Rusia e Irán. Estos últimos dos, aliados desde hace varias décadas.
Estos tres países, como dijimos, tienen distintos intereses. Rusia ve el conflicto de Nagorno-Karabaj como un problema al cual avocarse por encontrarse dentro de su zona de influencia y buscando no permitir que tanto Estados Unidos como la Unión Europea puedan penetrar en la región, como sí lo están haciendo ya en Georgia. Moscú no sólo tiene el Tratado de asistencia mutua firmado, entre otros países, con Armenia; sino que en el año 1997 también firmó un tratado similar con Azerbaiyán.
Es decir, técnicamente hablando es aliado de ambos países y eso le da la legitimidad suficiente para erigirse como mediador en el conflicto. Por supuesto que, más en la situación actual de guerra en Ucrania, a Rusia le conviene que se llegue a la paz entre ambos países, ya que necesita mantener su amistad con armenia, pero sin resignar las pretensiones petroleras en Azerbaiyán.
Para Turquía, quien también pertenece al Grupo de Minsk, por cuestiones religiosas y culturales ha sido un actor que siempre intentó favorecer las pretensiones azerbaiyanas; a punto tal de que, en la década de los noventa, desde Ankara se impuso un bloqueo económico a Armenia. Todo esto, en el contexto del histórico reclamo armenio de reconocimiento y resarcimiento, por parte de Turquía del genocidio perpetrado a principios del siglo XX.
Para Irán, el conflicto no deja de ser un motivo más de preocupación por la posible influencia occidental en la región, sin embargo, apoya abiertamente las posturas armenias, a pesar de no formar parte del Grupo de Minsk. El origen de este apoyo tiene que ver con cuestiones históricas, como las pretensiones de creación del “Gran Azerbaiyán”, una entidad imperial que incluiría gran parte de Irán, zonas que a su vez son ricas en hidrocarburos.
Además de ello, para Irán, Bakú representa la influencia norteamericana e israelí en la región. Es por ello que la alianza estratégica iraní con Rusia, tiene como finalidad mantener la integridad territorial y sobre todo la protección de pozos petrolíferos y acceso al mar Caspio. Sin embargo, desde hace unos años, Teherán, está intentando estrechar lazos con Azerbaiyán, usando el chiísmo como herramienta de poder blando.
A su vez, y como no podía ser de otro modo, los Estados Unidos también tienen intereses en la zona del Cáucaso Sur, con miras al Mar Caspio y centrando sus esfuerzos en Azerbaiyán. En el año 1997 por ejemplo, la Secretaría de Estado declaró al Caspio como zona vital para los intereses de Washington.
En definitiva, podemos decir que ningunos de los dos países pueden ser considerados técnicamente como Estados Tapones, pero en muchos puntos actuarían como tales según los avatares del conflicto y la evolución de los intereses de las potencias. De hecho, Azerbaiyán debe ser considerado como un “Estado Escindido” en su relación con Nagorno-Karabaj, según la clasificación de Huntington.
En esta delimitación conceptual, la relación entre ambos territorios se establece dentro de fronteras reconocidas por la comunidad internacional en general, si bien admitiendo el conflicto, pero entre una comunidad política que reclama ese territorio como propio y la comunidad que detenta el monopolio de la coacción física legítima sobre el mismo.
Si se reconociera la independencia de Nagorno-Karabaj como la República de Artsaj, sí sería considerado, con todas las letras, como Estado Tapón.
Conclusiones
El conflicto analizado aquí no es una excepción, sino que se enmarca en una multiplicidad de procesos separatistas que se están desarrollando, sobre todo, en toda la zona Europea y de Asia Central.
La disolución de la URSS fue la causa de muchos de estos procesos. Ya tuvimos al comienzo de este año una escalada bélica entre Rusia y Ucrania por las zonas de Donestk y Lugansk, ya había sido lo de Crimea en 2014. A su vez, desde Georgia, Osetia del Sur y Abjasia, también se escinden para solicitar estar bajo la órbita de Moscú. En Moldavia, Transitria se presenta como una región prorrusa de carácter separatista.
En Europa no se quedan atrás, si bien todavía sin conflictos armados, hay muchas regiones que desean su independencia. Cataluña y el País Vasco, quieren separarse de la Corona de Madrid; Escocia, quiere hacer lo propio de la corona británica. En Bélgica tenemos el Flandes, Baviera en Alemania y las regiones norte de Italia, entre otras.
En África, por ejemplo, hay más de 35 movimientos separatistas, donde podemos encontrar uno de los casos más relevantes como lo es el de Sahara Occidental, pero igualmente encontramos problemas en Argelia, Sudan, Angola, Somalia entre otros.
Es por eso que el conflicto de Nagorno-Karabaj no debe tomarse como un caso aislado. Mientras Azerbaiyán aprovecha los petrodólares para posicionarse dentro del escenario internacional, Armenia debe luchar contra el bloqueo turno buscando en Irán y Rusia los apoyos necesarios que permitan su supervivencia.
Las tres potencias con influencia directa sobre esa región del Cáucaso, abogan discursivamente por una solución pacífica del conflicto, pero al momento de pasar a la acción, se quedan sin respuestas. Rusia no puede perder su influencia sobre Armenia, pero tampoco puede perder el petróleo y gas azerbaiyano. A ambos, además les vende armas. Sin embargo, se erige como garante de la paz en las sucesivas escaladas bélicas.
El estallido del conflicto indujo a la generalización de la guerra en todo el Cáucaso: Abjasia, Osetia del sur, Chechenia, etc; que es incómoda para los “modismos” de la comunidad internacional, pero no para la misma Rusia. Moscú ha provocado que una región estratégicamente deseable para las potencias occidentales se vea sumida en un caos con pocas perspectivas de solución a corto plazo.
Eso le da un poder especial para manera la situación de manera diplomática y estrechando lazos con todos los actores que tienen participación o pretensiones de influencia en la zona.