El Estado de Israel como base de operaciones del poder occidental

¿Puede un Estado fundado sobre el dolor convertirse en reflejo de aquello que combatía? Este artículo examina cómo el Estado de Israel ha distorsionado los valores del judaísmo en nombre del poder. | Imagen: Miembros del grupo ortodoxo Neturei Karta protestando contra Israel.
Por Ferney González.
El Estado de Israel no se volvió un hogar para el pueblo judío, sino una base de operaciones del poder occidental.
El Estado de los no judíos y los lamentados eternos
El Estado de Israel como entidad ha sido uno de los mayores fracasos del siglo XX hasta nuestros días: violencia, genocidio hacia los palestinos, cero sanciones económicas y más presencia internacional de los lobbys sionistas alrededor del mundo, junto con la excusa perfecta: «la tierra prometida» por el Señor. Pero en ningún momento la Torá decía que había que odiar al prójimo y arrebatarle sus tierras, donde viven sus familias y su gente, ¿cierto? Algo que casualmente aparece en libros como el Éxodo, el Levítico y el Deuteronomio, los cuales empiezan a dar las bases para organizar al pueblo hebreo, enfatizando la justicia porque uno también es extranjero en la vida.
La Torá dice que «No oprimirás al extranjero porque fuiste extranjero en Egipto« (Éxodo 23:9). A pesar de las traducciones múltiples de la Biblia, el concepto sigue siendo el mismo: un mandamiento que se repite 36 veces a lo largo de la Torá, pero que en la lógica de los sionistas no está del todo bien. Al sionismo se le destruye con la Torá.
Los valores del judaísmo y del Estado moderno de Israel no se tocan las manos, como muchos nos quieren hacer saber. Es un producto de una tragedia no dicha. ¿Cómo un pueblo milenario puede sufrir una baja de este calibre?
El judaísmo es la religión abrahámica más antigua, pero no es universalista ni misionera. Sus fieles se concentran en Estados Unidos e Israel y se dividen en distintas corrientes que van desde los ultraortodoxos hasta los seculares y reformistas. | Lee más en: EOM.
Desde el siglo XX muchos judíos no tenían un hogar o un lugar fijo para vivir debido al antisemitismo europeo, fenómeno que se realzó con la llegada del Tercer Reich, en el cual se pretendía borrar del mapa a los judíos europeos: el resultado fueron millones de judíos muertos en campos de concentración. Pero el antisemitismo no solo es exclusivo del siglo XX; muchos de los empresarios estadounidenses también promovían ese mensaje. Uno de ellos era Henry Ford, el cual acusaba a los judíos de controlar la prensa, las finanzas y la política.
La persecución de los judíos en Europa se remonta a la Edad Media, cuando se les había acusado de crucificar al Mesías. Fueron expulsados de países como Inglaterra en 1290, de Francia en 1306 y 1394, de España en 1492 y de Portugal en 1497, creando una diáspora judía alrededor del viejo continente.
Como respuesta al odio, nace la ideología sionista, la cual exalta la necesidad de crear un Estado para el pueblo judío que históricamente había sufrido un odio que no parecía ser de este mundo. Theodor Herzl, considerado el padre del sionismo político moderno, llegó a una conclusión tras el caso Dreyfus en Francia, donde un oficial judío fue falsamente acusado de traición en medio del antisemitismo de la Francia «liberal».
Del trauma a la hegemonía: el oscuro giro del Estado de Israel
El sionismo no es la antítesis del nazismo como muchos de sus representantes piensan. Tanto Hitler como Herzl vivieron en la Europa del resentimiento, una que rechazaba la pluralidad, buscaba enemigos en común y buscaba pureza racial. Herzl pensó en un pueblo donde los judíos pudieran descansar, mientras que Hitler añoraba superioridad racial en su Alemania después del Tratado de Versalles. Dicho tratado dejó a la Alemania imperial en ruinas tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, pero el Estado de Israel actual no tiene esas pautas internacionales: es el favorito de Occidente, en especial por su presencia en los Estados Unidos y en el mundo.
Es tanta la importancia del Estado de Israel en Occidente que la gran mayoría de líderes mundiales han llegado a Jerusalén exclusivamente a «lamentarse» en el Muro de las Lamentaciones en compañía de todos los medios de comunicación del mundo. La gran mayoría de presidentes de Estados Unidos han pasado por ese mismo muro que les susurra cifras económicas en vez de salmos, demostrando nuevamente que la hipocresía israelí ha llegado muy lejos, incluso con la profanación de algo sagrado como el Muro de los Lamentos. Cuando el poder y la religión se unen, las consecuencias pueden ser catastróficas para el mundo.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, muchos judíos buscaban un hogar y en este caso el sionismo los iluminó. En 1948 se crea el Estado de Israel. Tras su creación se dedicaron a enjuiciar a nazis y a aquellos que los masacraron en campos de concentración. Cuando las víctimas toman el poder terminan imitando a sus opresores, y bajo esa misma lógica vive el Estado moderno de Israel. Después de ser iluminados con el sionismo, quieren expandirlo junto con la idea de la tierra prometida.
El nacionalismo judío nació a finales del siglo XIX en Europa como doble respuesta a los procesos de asimilación en el continente y las furibundas reacciones de judeofobia. | Fuente: La Vanguardia.
Pero la creación de este nuevo Estado no fue pacífica. Tras ello nacieron las guerras árabe-israelíes: ni árabes ni israelíes querían compartir territorio, a pesar de que Palestina les estiró la mano en su peor momento, reflejando la hipocresía del Estado de Israel hacia sus vecinos árabes, los cuales tampoco estaban contentos de que en su territorio hubiera un invasor.
«No existe tal cosa como el pueblo palestino”, afirmó Golda Meir con un pequeño toque de antisemitismo irónico. La declaración de la ex primera ministra de Israel demuestra que hasta los mismos semitas sufren antisemitismo de otros semitas un poco más europeos y de ojos claros, dando a entender que la división es algo propio de los pueblos árabes y que tras la creación del Estado de Israel dejó muy en claro ese viejo refrán “divide y vencerás”, convirtiendo a Israel en una sede del poder occidental en vez de ser un hogar para el pueblo judío.
Posrealidad, religión y tecnología, los nuevos frentes de batalla
En múltiples ocasiones, Benjamín Netanyahu en años anteriores ha dado declaraciones en contra de la Unión Soviética, Irak y actualmente Irán. Todas tienen algo en común: la mayoría de sus acusaciones se basan en el «miedo a las armas nucleares», una narrativa que se besa y le hace el amor a todo Occidente, ya que gran parte de los lobbys sionistas como el AIPAC tienen participación en el gobierno estadounidense. Ahí es cuando los políticos se vuelven títeres del sionismo.
«Donde no había consejos judíos, hubo menos víctimas», dijo Hannah Arendt en su análisis de la banalidad del mal. La cuestión ya no es seguir órdenes como Eichmann, el cual fue mandado a la horca, sino que los representantes públicos del pueblo judío parecían lavarse las manos mientras su pueblo era masacrado, todo con la excusa de llevarlos «pacíficamente» a los campos de concentración.
Arendt no fue la única que criticó al sionismo político. En 1948, el físico Albert Einstein y otros intelectuales publicaron en el periódico New York Times una comparación entre el partido político Herut de Menachem Begin con el fascismo y el terrorismo, en el cual muchos de los portadores de la estrella de David se vieron obligados a huir. Fue una crítica devastadora viniendo del físico más reconocido hasta el día de hoy, reflejando que el poder no discierne entre víctimas u opresores y que cualquiera con poder y cero regulación es capaz de hacer una locura y tener simpatizantes que intenten justificarla de alguna manera.
La ideología es la limitación del marco del pensamiento humano, ya que obliga a las personas a cierto marco de pensamiento muy limitado. A la gran mayoría de mortales que no tienen cargos políticos o se dedican a otra cosa, se pierden en este ejercicio sin saber que las grandes élites económicas y fondos de inversión (aparte de tener presencia sionista) se quedan con gran parte del poder económico. La política apenas es el primer paso: quienes tienen el poder económico no asisten al congreso ni dan discursos emocionales al público.
Ante esto nace una nueva categoría llamada posrealidad, la cual se sostiene de la hiperrealidad de Jean Baudrillard, aquella donde el símbolo vacío altera a la realidad tal como la conocemos. Lo que diferencia a la posrealidad de su hermana mayor es que ya no se trata de un símbolo vacío; se trata de personas que defienden al símbolo a más no poder, jugando con el deseo de pertenecer a una causa o algo importante para ellos. Estos individuos se caracterizan por su sumisión extrema y por recibir poco o nada a cambio de ella. Uno de los aderezos favoritos de la posrealidad, aparte de la sumisión, es la ideología, la cual no busca convencerte con argumentos y acciones sino poseerte para que seas sumiso a ella, como si de una pareja tóxica se tratara.
Visita del Presidente argentino, Javier Milei, al Muro de los Lamentos en Jerusalén, donde fue recibido por el rabino Shmuel Rabinowitz, el 6 de febrero de 2024.
Un ejemplo claro es el poder digital que posee el Estado moderno de Israel, el cual no posee tanques o barreras, solo un poquito de software a disposición de dicho Estado. Hasta en festividades como el Shabbat se infiltra el símbolo de poder israelí en las redes sociales. No es casualidad que muchas personas defiendan a dicho Estado en comentarios de videos pro Palestina o, en el peor de los casos, videos donde explican el conflicto sin sesgos ideológicos; los pro Israel siempre comentarán para sentirse bien. Generalmente hay un comentario que destaca sobre muchos otros y ese es «la tierra prometida por Dios», dicha idea que ha sido quemada por el sionismo moderno para justificar o «santificar» las acciones del Estado moderno de Israel.
Otro claro ejemplo de que el Estado de Israel también tiene poder, por más insignificante que sea, es que es uno de los únicos países del Oriente Próximo en el cual las comunidades LGBTQ+ tienen más «libertad» que en otros países vecinos que son de tradición islámica más conservadora, reflejando que hasta el tener otra orientación sexual en este tiempo es el material perfecto para que el poder político se siga legitimando, ya que los votantes y los seguidores ciegos no aparecen por arte de magia.
La idea de la tierra prometida es algo que en La Torá es muy mencionado, algo que se puede prestar para muchas malinterpretaciones ya que estos textos no se pueden leer de manera literal; deben ser leídos cuidadosamente. «La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo» (Levítico 25:23). Las mismas sagradas escrituras dicen que las tierras dadas a los descendientes de Abraham no eran regaladas, eran prestadas y que a cambio de ello las tribus debían admirar a un solo Dios. El pasaje enseña el agradecimiento por lo dado por El Señor, algo que rompe con la teoría sionista la cual dice que cualquier cosa que se mueva es tierra prometida. Al sionismo no se le destruye con insultos, se le destruye con La Torá en la mano.
Durante muchos años se ha tratado de delirio antisemita el famoso plan Andinia, desde Herzl hasta el presidente de Argentina Javier Milei: un supuesto proyecto para crear un segundo Estado judío en la Patagonia, algo que a simple vista parece una locura nacionalista o paranoia severa, pero en un mundo donde los buenos vasallos digitales y reyes no faltan, cualquier teoría de conspiración parece creíble si le hacen zoom a unas fotos o rebuscan entre árboles familiares de los líderes implicados en dicha teoría.
Mapa del «Plan Andinia» es una teoría conspirativa que alega planes para establecer un Estado judío en partes de Argentina y Chile. Se basa en parte en propuestas históricas para la migración judía organizada a Argentina (los «gauchos judíos») a finales del siglo XIX y principios del siglo XX (que, sin embargo, no incluían planes para un Estado judío allí). El nombre y el contenido del plan son ampliamente difundidos en algunos círculos de la derecha argentina y chilena, pero nunca se ha presentado evidencia de su existencia real.
Milei hace unos días estaba otorgando subsidios a los ciudadanos de Israel que llegaran a habitar la Argentina, algo que no ha hecho ni con su propia gente bajo la excusa de que ellos tienen que aprender a pescar su propio pez si el omnipotente del libre mercado lo permite. Y reuniones diplomáticas con Netanyahu en las cuales se le ve con el mapa de la Patagonia en la mesa; ambos líderes juegan con la duda existencial de los neoinvestigadores de las teorías de conspiración como si de un cortejo romántico moderno se tratara.
Mi última confesión para este artículo tan importante para mí es que a mí me hablaron de los salmos, los proverbios y la sabiduría del rey Salomón sin entender de qué iba eso, ya que hubo un punto en el cual me había desconectado de las escrituras sagradas debido a que siempre creí que por culpa de la traducción gran parte de los detalles se habían perdido, ya que cuando el poder toma a la religión no existe vuelta atrás. Por eso debemos tener cuidado con la religión que profesemos y en quién nos apoyamos, ya que hasta lo sagrado puede llegar a ser profanado por las mismas élites que buscan poder de cualquier manera sin pensar en las consecuencias causadas.