El fútbol como dictadura

Por David Novoa y Samuel Hernández.
La dictadura militar en Brasil utilizó el fútbol como herramienta de propaganda y represión. Estadios fueron convertidos en centros de detención y la Copa del Mundo de 1970 fue manipulada para fortalecer el régimen. Así, el deporte más amado se convirtió en un instrumento de control político.
Fútbol y dictadura
El fútbol ha sido históricamente un medio de entretenimiento, pero también ha sido utilizado con fines políticos. Desde su explotación como negocio hasta su manipulación para distraer a la población de crisis nacionales, este deporte ha sido instrumentalizado de diversas maneras. Brasil, uno de los países con mayor pasión por el fútbol, no fue la excepción. Pero ¿qué ocurre cuando una dictadura lo utiliza para sus propios intereses?
Para entender esto, primero debemos definir qué es una dictadura. Según Giovanni Sartori, la dictadura militar es “un estado en el que las fuerzas armadas controlan las instituciones ejecutivas, legislativas y judiciales, impidiendo cualquier forma de control democrático y social”.
Brasil antes de la dictadura
Si bien la definición de dictadura nos brinda un marco teórico, la realidad es mucho más compleja. Los años previos al golpe militar de 1964 en Brasil estuvieron marcados por tensiones políticas y económicas derivadas de la confrontación entre un proyecto reformista y los intereses de las élites tradicionales.
Tras la renuncia de Jânio Quadros en 1961, João “Jango” Goulart asumió la presidencia con una agenda reformista que generó profundas divisiones en la sociedad brasileña.
Entre sus principales medidas se encontraban:
- Reforma agraria: Expropiación de tierras improductivas ubicadas en zonas estratégicas para redistribuirlas entre campesinos sin tierra.
- Nacionalización de sectores estratégicos: En marzo de 1964, nacionalizó refinerías de petróleo privadas.
- Ampliación de derechos democráticos: Extensión del derecho al voto a los analfabetos.
- Regulación de capitales: Control de la remesa de utilidades al exterior para evitar la fuga de capitales.
- Reforma educativa: Democratización del acceso a la educación superior.
A pesar de que estas reformas buscaban una mayor equidad social, fueron rechazadas por sectores empresariales, latifundistas y militares, quienes temían que Brasil se encaminara hacia un modelo socialista.
Brasil enfrentaba una crisis económica antes de la dictadura. Aunque intentaba diversificar su economía más allá del café, la industrialización inicial con empresas como PETROBRAS (1953) y ELECTROBRAS (1962) no bastó para frenar la inflación ni el déficit fiscal. Las reformas propuestas por Goulart (agraria, fiscal y bancaria) fueron vistas como un paso hacia el socialismo, generando aún más resistencia entre empresarios y militares.
El golpe de Estado de 1964
El golpe militar del 1 de abril de 1964 no fue un hecho espontáneo. Estados Unidos, a través de la CIA y la Operación Brother Sam, jugó un papel clave en la desestabilización del gobierno de Goulart. Se implementaron estrategias económicas, propaganda anticomunista y un despliegue naval listo para intervenir si fuera necesario.

La “Operación Hermano Sam“, básicamente fue una operación de apoyo ideológico, político y, principalmente, militar de EEUU al golpe.
El 13 de marzo de 1964, Goulart firmó decretos de nacionalización y expropiación de tierras, lo que alarmó a los sectores conservadores. Días después, el 19 de marzo, se organizó la Marcha da Família com Deus pela Liberdade, un evento respaldado por la CIA y promovido por la élite empresarial y religiosa.
El 25 de marzo, un motín de la marina, liderado por José Anselmo Dos Santos (posteriormente un infiltrado de la dictadura), incrementó la tensión. Finalmente, el 31 de marzo, con el apoyo de gobernadores estatales, la embajada de EE.UU. y el parlamento, los militares tomaron el poder y forzaron el exilio de Goulart en Uruguay.
Desde Washington, el secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Thomas Mann, celebró el golpe con un mensaje al presidente Lyndon Johnson: “Espero que usted esté tan feliz respecto de Brasil como lo estoy yo”. Johnson respondió: “Pienso que es lo más importante que ocurrió en el hemisferio en los últimos tres años”.

Imagen de archivo del golpe militar de 1964 en Brasil.
El 15 de abril de 1964, asumió la presidencia el general Humberto Castelo Branco, el primero de los cinco mandatarios que gobernarían Brasil durante los siguientes 21 años.
Los militares justificaron el golpe con tres argumentos clave:
- Evitar la amenaza comunista, alineándose con la política de EE.UU. y el Plan Cóndor.
- Restaurar el orden económico ante la crisis inflacionaria.
- Proteger los valores cristianos y tradicionales, presentándose como defensores de la moral.
El “proceso electoral” bajo la dictadura
Aunque el régimen militar estableció una nueva constitución, esta limitó la participación democrática. El presidente dejó de ser elegido por el voto popular y pasó a ser designado por el Congreso. Se crearon dos partidos:
- Alianza Renovadora Nacional (ARENA): único partido oficialista.
- Movimiento Democrático Brasileño (MDB): la única oposición permitida.
ARENA ganó todas las elecciones entre 1967 y 1985, consolidando el control militar del país. Durante este período gobernaron:
- Artur da Costa e Silva
- Emílio Garrastazu Médici
- Ernesto Geisel
- João Figueiredo
Los estadios: espectáculo y represión
Los estadios de fútbol, símbolos de alegría y pasión, también fueron utilizados como centros de detención y tortura durante la dictadura. Lugares emblemáticos como el Maracaná en Río de Janeiro y el Estadio Nacional en Brasilia sirvieron como prisiones clandestinas.
El historiador Gabriel Cerqueira, de la Comisión de la Verdad de Niterói, afirma que “El estadio Caio Martins, en Niterói, fue el primer recinto deportivo de América Latina en ser utilizado como campo de concentración”.
El abogado y ex prisionero Manoel Martins recuerda: “Durante 18 días, el terror reinó en el estadio. Para ir al baño, íbamos acompañados de un soldado con ametralladora. No teníamos derecho a tomar el sol ni a recibir visitas”.
El Mundial de 1970: fútbol y propaganda política
La Copa del Mundo de 1970 fue el mayor ejemplo del uso del fútbol como propaganda. La dictadura militar explotó la victoria de la selección brasileña para reforzar su imagen y desviar la atención de la represión interna.
El historiador Gilmar Mascarenhas señala que: “El régimen utilizó el Mundial para proyectar una imagen de estabilidad y fortaleza”.
Juca Kfouri, periodista, añade: “La dictadura se apropió del éxito de la selección para ganar apoyo popular”.

Pelé, campeón del mundo en 1970.
Además, el gobierno influyó directamente en la selección. João Saldanha, entrenador de Brasil, fue despedido meses antes del Mundial tras negarse a convocar jugadores sugeridos por el dictador Emílio Garrastazu Médici. En respuesta, Saldanha dijo: “Yo también tengo algunas sugerencias para el ministerio del presidente”.
Su despido confirmó hasta qué punto la dictadura manipulaba el fútbol.
El silencio de Pelé ante la dictadura
Poco después de finalizar la Copa del Mundo de 1970, Pelé actuó como representante del régimen militar en la inauguración de la Plaza Brasil en Guadalajara, México, un espacio creado en honor al equipo brasileño.
En una carta dirigida al presidente Emílio Garrastazu Médici, Pelé agradeció el “honor de representar a Vuestra Excelencia” y de representar “este ilustre gobierno“, mencionando que el viaje “constituyó una de las experiencias más llamativas de mi vida“. Debido al carácter oficial del viaje, Pelé y su esposa, Rose, recibieron pasaportes diplomáticos y todos sus gastos fueron cubiertos por el gobierno brasileño.
Durante los años de la dictadura militar, Pelé se consolidó como la gran estrella del fútbol brasileño y se convirtió en un símbolo nacional. Sin embargo, su postura frente al régimen ha sido objeto de controversia. Paulo César Vasconcellos, periodista deportivo, señaló que Pelé “aceptó y convivió con el régimen, que lo trataba bien porque sabía lo importante que era para la estabilidad de la dictadura“.

Pelé, con el dictador brasileño Médici, en 1970.
Más aún, documentos revelan que Pelé visitó el Departamento de Orden Política y Social (DOPS), el organismo encargado de la represión política, donde aseguró haber sido acosado por “comunistas” para que firmara “manifestos contra el gobierno brasileño” en partidos en el extranjero, específicamente en Colombia y México. Según Pelé, no lo hizo “por ser contrario al comunismo”.
Durante esa visita, incluso se ofreció a manifestarse públicamente contra el comunismo si el gobierno lo consideraba oportuno.
El periodista Paulo Cezar Caju fue aún más crítico con Pelé:
“Tenía el comportamiento del negro —sí— señor, ese negro sumiso, que acepta todo, que no critica, que no juzga“.
No obstante, Pelé siempre negó haber apoyado la dictadura y argumentó que su papel como futbolista le impedía hacer declaraciones políticas.
La complicidad de São Paulo
Es casi evidente que São Paulo siempre ha sido un club ligado a las clases dominantes de Brasil, incluidas las élites políticas y empresariales que apoyaban el régimen militar. En este sentido, el club no manifestó resistencia ni emitió críticas hacia la dictadura.
El apoyo más significativo del São Paulo al régimen fue a través de su estadio, el Morumbi. La construcción de este recinto comenzó en la década de 1950, pero el proyecto sufrió retrasos debido a su elevado costo.
No fue hasta que el gobernador Laudo Natel, ex presidente del club, fortaleció su relación con la dictadura que el estadio recibió el financiamiento necesario. Gracias a estos fondos, Morumbi pudo ser inaugurado en 1970.
La democracia comenzó en Corinthians
Si bien la dictadura utilizó el fútbol para consolidar su imagen, hubo quienes no fueron como Pelé y usaron el deporte como una herramienta de resistencia. A inicios de los años 80, cuando Brasil comenzaba su dura transición a la democracia, el Corinthians, bajo el liderazgo de Sócrates, instauró la llamada “Democracia Corinthiana”.
En este modelo, todas las decisiones del club eran tomadas por consenso entre jugadores, cuerpo técnico y directiva, convirtiéndose en un símbolo de oposición al régimen. Sócrates no solo llevó estos valores dentro de su club, sino que los expresó públicamente.
Aunque algunos sostienen que la “Democracia Corinthiana” no influyó directamente en el proceso de democratización de Brasil, otros politólogos, historiadores y analistas consideran que este movimiento no solo trajo a colación el concepto de democracia como una utopía, sino como un modelo real de autogestión.

Sócrates, con el puño en alto y escoltado por sus compañeros, festeja un gol contra el San Pablo, en el cláscio estadual. El talentoso delantero fue el buque insignia del proyecto, y se fue cuando la idea no prosperó.
Según el sociólogo Adílson Monteiro Alves, “la Democracia Corinthiana fue un modelo de autogestión que permitió a los jugadores y al cuerpo técnico experimentar la democracia en un contexto de represión“.
Así, se le presentó al pueblo brasileño una visión tangible de la democracia, alejándolo de la percepción del autoritarismo como única forma de gobierno.
El periodista Juca Kfouri afirmó que “el movimiento no solo cambió la dinámica interna del club, sino que también inspiró a muchos brasileños a cuestionar el régimen militar“.
Por otro lado, durante el Mundial de 1986, Sócrates lució una cinta en la cabeza con la palabra “Pau” (Basta), en un claro mensaje de rechazo al autoritarismo. Otros jugadores, como Reinaldo, fueron castigados por su activismo.
En 1981, Reinaldo fue marginado de la selección por “hacer política”, según reconoció el entonces entrenador Tele Santana.
Brasil después de la dictadura
Dentro de la dictadura, hubo una etapa denominada el “milagro económico”, caracterizada por un crecimiento sin precedentes del PIB, control de la inflación y aumento de la productividad. Este aparente éxito económico se logró gracias a la entrada de capital extranjero, reformas fiscales y financieras.
Según Grandi, con la creación del Banco Central en 1964, se logró controlar la inflación, reduciéndola del 92% en 1964 al 15,6% en 1973. Además, se invirtió en infraestructura, como el puente Río-Niterói. La disminución de impuestos atrajo numerosas industrias nacionales y extranjeras.
Sin embargo, al final de la dictadura, Brasil cayó en una crisis económica severa. La inflación, que supuestamente había sido controlada, se disparó, duplicando sus niveles previos. La deuda pública aumentó del 15,7% del PIB en 1964 al 54% del PIB en 1984, cuando los militares dejaron el poder. Esto demostró que la política de sustitución de importaciones no funcionó como se esperaba.
Creación de la nueva Constitución y fin de la dictadura
El fin de la dictadura en Brasil fue el resultado de múltiples factores. Uno de ellos fue el colapso del “milagro económico”, lo que generó un aumento en la inflación y el descontento popular. Mientras tanto, los brasileños se organizaron en el movimiento “Diretas Já”, exigiendo elecciones democráticas y el fin del régimen militar.
Sin embargo, el Congreso rechazó la demanda de elecciones directas. Ante la creciente presión social y económica, los militares optaron por ceder el poder gradualmente sin recurrir a la violencia.

Asamblea Nacional luego de promulgar la nueva constitución nacional.
En 1985, se llevaron a cabo elecciones presidenciales, resultando ganador Tancredo Neves. No obstante, Neves no asumió el cargo debido a su fallecimiento, por lo que el vicepresidente José Sarney fue nombrado presidente durante el periodo de transición.
En 1988, se llevó a cabo una reforma constitucional con el objetivo de fortalecer la democracia y mejorar las leyes en Brasil. Entre sus principales avances, se destacan:
Derechos humanos y sociales: Garantía de derechos para los trabajadores, pueblos indígenas, acceso a salud gratuita y libre expresión.
Descentralización del poder: Restablecimiento de la división de poderes y fomento de una mayor participación ciudadana.
Fortalecimiento del poder judicial: Creación del Ministerio Público Federal y consolidación del sistema judicial.
La historia de Brasil nos deja una lección clara: la democracia no es un regalo divino, sino una conquista que requiere sacrificio y valentía.