¿Es la socialdemocracia europea un baluarte de los valores socialistas?
La meritocracia es una trampa; un cuento de terror. | Imagen: Revista REA
Por Pablo Moreno
El sistema político y económico que mayor prosperidad ha otorgado a los ciudadanos es la socialdemocracia europea: un baluarte de los derechos sociales a nivel mundial.
Introducción
El sistema político y económico que mayor prosperidad ha otorgado a los ciudadanos que viven bajo su mando es la socialdemocracia europea. Aparte, su longevidad y relativa estabilidad como sistema en aquellos países donde se ha establecido lo convierte en el actual baluarte de los derechos sociales a nivel mundial. Si bien los comunistas ortodoxos, anclados en la nostalgia de la Rusia soviética y la China de Mao, siguen atacando los cauces reformistas que sigue el socialismo en dichos países, la historia ha probado que se equivocan.
Aunque estos países pudieron haber experimentado un “milagroso” crecimiento económico, cuestión que sigue abierta a debate, la completa falta de libertades personales y su rápida destrucción los convierten en unos experimentos fallidos, sobre los que habrá que teorizar y analizar, pero nunca utilizar su ejemplo para construir un mundo más justo.
De un tiempo a esta parte, el asedio a la fortaleza socialista europea viene también del sector liberal, que va resurgiendo de una forma especialmente potente en países hispanoamericanos. En España tenemos el ejemplo del pensador y economista Juan Ramón Rallo, mientras que en Argentina tienen al despertador de leones Javier Milei, por poner unos ejemplos conocidos.
Es en este punto, en medio de un fuego cruzado entre aquellos a los que les parece que la socialdemocracia es liberticida y aquellos que la ven como un sustituyente edulcorado del verdadero socialismo, donde debemos observar cuáles son los valores máximos en nuestras sociedades europeas y cómo estos pueden ser protegidos por el socialismo.
La igualdad
El primero y más claro es la igualdad de oportunidades, la cual puede ser sinónimo, hasta cierto punto, de la igualdad económica. Parece trivial tener que especificarlo, pero la igualdad económica es uno de los ingredientes esenciales para tener un sistema intra e inter social más justo. Las posiciones libertarias, anarcocapitalista y minarquistas realizan la guerra cultural con el discurso de que un sistema capitalista más agresivo permite a aquellos que tienen más talento o más suerte triunfar, sobreponerse sobre los débiles, y conquistar el mercado con revolucionarias ideas que harán avanzar a la sociedad en su conjunto.
La realidad es que en un sistema tal, con una merma de la redistribución de la riqueza, lo que ocurre es que aquellos ciudadanos más ricos son capaces de formar a sus descendientes de una forma óptima y completa, mientras que aquellos en estratos sociales más bajos deben contentarse con las migajas. Esto afecta a la cantidad de oportunidades que reciben los descendientes de dichas clases sociales, y por lo tanto su capacidad de movimiento se ve condicionada por la riqueza anterior a ellos, en manos de sus padres, y no de sus talentos especiales o incluso de su suerte.
Según un informe de la Asociación Americana de Psicología, aquellos niños que provienen de un ambiente con un estatus socioeconómico más bajo tienen un desarrollo cognitivo más pobre, si lo comparamos con niños provenientes de familias con mayor holgura económica. Aparte, las escuelas que se encuentran en barrios con un índice socioeconómico menor también ven mermados sus recursos educativos, si las comparamos con aquellas localizadas en barrios más pudientes (1).
Como no es de extrañar, una mejor educación está relacionada con mayores niveles de ingresos y con una menor tasa de desempleo, según la Agencia Federal de Estadística del Trabajo de los Estados Unidos (2). Queda por tanto claro con este ejemplo como, sin un sistema de amplia cobertura social que equipare las oportunidades escolares, la desigualdad económica se valdrá de mecanismos de reforzamiento intergeneracional, donde el contexto socioeconómico donde crezca un individuo acabará afectando a su futura vida laboral, e interfiriendo por tanto con el desarrollo de sus hijos.
Una mayor redistribución de la riqueza, que llevaría asociada una menor desigualdad económica podría, por tanto, equiparar las oportunidades que recibe cada ciudadano, permitiendo así que en una competencia justa impere el mejor preparado, el más talentoso, o aquel al que la fortuna le sonría.
La brecha de la desigualdad social ha ido creciendo según se ha ido mermando el estado del bienestar. Atendiendo al World Inequality Report de 2018, escrito por componentes de la World Inequality Database, dirigida por el influyente economista Thomas Piketty, podemos observar como con las políticas keynesianas de los gobiernos post Segunda Guerra mundial, la desigualdad económica decrece, generando por tanto un sustrato social más rico en oportunidades reales para todos los ciudadanos, y no solo para unos cuantos.
A partir de la década de los 80, con la llegada al poder de diversos gobiernos de corte neoliberal como los de Reagan o Thatcher y el desmantelamiento de las estructuras keynesianas, esta desigualdad comienza a crecer a nivel global, con las fatídicas consecuencias que este proceso tiene a escala social (Figura 1) (3).
Por supuesto, y en contra de lo que muchos líderes populistas argumentan, la desigualdad económica no es mala per se. Este análisis es vacuo y falto en razonamiento, ya que es normal e incluso favorable para una sociedad donde existe el trabajo remunerado que aquellos que aporten más o de una forma más óptima vean su trabajo recompensado en mayor medida.
Aquella famosa falacia anticomunista en la que se dice que bajo la bandera socialistas todos cobrarían lo mismo es, en esencia, completamente falsa, y se basa en no haber entendido las intenciones de abolir el trabajo asalariado por la parte más radical de dicho sistema.
Aun así, el nivel de desigualdad económica debe mantenerse controlado, a unos niveles imposibles de concretar de forma objetiva, y que deben surgir del debate público apoyado en datos contrastables y fehacientes. De esta manera, se podrá construir una sociedad donde se premie más el talento que la holgura económica de los padres.
La libertad
El otro valor que abandera el socialismo europeo es la libertad. Esta ha sido siempre objeto de estudio y debate entre filósofos, por lo que es imposible poder consensuar de forma completa una definición única de libertad. Lo que intentaremos definir aquí es qué tipo de libertad busca (o debería buscar) el socialismo europeo, y por qué el concepto de libertad acuñado por pensadores liberales está completamente falseado.
Atendiendo al doctor Juan Ramón Rallo, la libertad para un liberal económico se define como la “ausencia de interferencia activa y no consentida por parte de terceros” (4). El mayor problema de esta definición es que se ve claramente sesgada por el contexto socioeconómico del individuo, lo que genera una gradación de libertad dentro de la sociedad. Así, el individuo con mejor posición socioeconómica podrá, por ejemplo, rechazar un trabajo gracias a su holgura económica, mientras que aquel que necesite urgentemente empleo deberá aceptar casi cualquier condición laboral que le sea ofrecida.
Si la libertad depende del poder económico, y el liberalismo pretende desmantelar el estado para ofrecer mayor libertad a los agentes económicos, podemos ver fácilmente como serán estos los únicos verdaderamente libres, y que podrán imponer así su criterio a nivel social. Continuando con el ejemplo anterior, sin unas limitaciones respecto a las condiciones laborales, alguien que necesite un empleo urgentemente podría entrar en un régimen de cuasi esclavitud, más si se acentúan las tendencias oligopolistas del capitalismo actual.
La libertad que defiende y que deberá seguir defendiendo el socialismo europeo es una extensible a toda su sociedad, sin sesgos de ninguna clase. Para ello, podemos tomar la definición de libertad colectiva que da el pensador español Antonio García-Trevijano, uno de los más firmes oponentes intelectuales de la Constitución española del 1978. En el contexto de la política española, una democracia representativa sin una separación real de poderes debido a que el judicial es dependiente del legislativo, este jurista repensó la libertad con unos fuertes cimientos en la sociedad como conjunto.
Las bases de la libertad colectiva es que la sociedad debe regirse a sí misma, por lo que debe participar de forma activa en la esfera política, y en esta se deben asegurar el correcto funcionamiento de los mecanismos democráticos (5). Esta libertad, extensible por igual a todos los miembros de la sociedad, sin sesgos económicos, requiere por tanto de una esfera política participativa, y de un aparato gubernamental amplio, lo que está en completa oposición con las premisas libertarias.
Esta libertad colectiva es por definición más amplia en extensión y, por supuesto, ata y cohíbe a nivel individual, pero permite que la dirección que tome la sociedad sea aquella que ella misma decida, a través de mecanismos democráticos y de participación ciudadana, y no la que le venga impuesta por una plutocracia imperante.
De hecho, uno de los mayores filósofos del siglo XX, y un acérrimo defensor de la libertad, Karl Popper, defiende en su magnum opus «La sociedad abierta y sus enemigos« que la libertad en sociedad solo puede ser conseguida mediante intervención estatal, y que el Estado debe ser en todo momento el garante de la libertad, para evitar así que otros poderes fácticos puedan atentar contra dicha libertad individual (6).
Uno, en sociedad, cede parte de sus libertades (como la libertad de atacar o de agredir) para verse protegido frente al ejercicio de esas mismas libertades por parte de otros miembros de la sociedad. Por supuesto, este establecimiento de una autoridad capaz de regular nuestras libertades debe ser siempre sometido a evaluación ciudadana constante, por lo que, como en el caso comentado con anterioridad de la desigualdad económica, se debe poner en tela de juicio al estado en su papel de garante de la seguridad y de aquel que coarta las libertades personales mediante el debate público basado en hechos factuales y verídicos, y utilizando mecanismos democráticos para elevar las propuestas o las quejas populares al poder estatal.
En Europa se han postulado, en los tiempos revueltos tras la crisis de 2008 premisas que buscaban agrandar los confines democráticos en las sociedades abiertas occidentales. Partidos de izquierda más radicales que aquella a la que estamos acostumbrados a ver en los diversos parlamentos europeos intentaron llevar a cabo una democracia real, participativa, con mayor peso de los mecanismos ciudadanos como los referéndums o las asambleas.
Casos como el de Podemos en España o el de Syriza en Grecia, ambos herederos intelectuales del posmarxismo de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, encendieron la llama del cambio político, aunque esta fue rápidamente apagada por los vaivenes propios de la política institucional en el primer caso y por el férreo control europeo en el segundo. Aun así, ésta es la dirección que hay que seguir, y ésta es la democracia que es necesario cimentar en un contexto de socialismo europeo.
Conclusiones
La socialdemocracia europea afronta nuevos retos y obstáculos que deberá sortear si quiere seguir cimentando un futuro socialista de mayor justicia social. Uno de los mayores es la falta de soberanía económica de muchos países de la UE, que se manifiesta de diversas formas. Un ejemplo es la crónica necesidad que han desarrollado los países de Europa del Sur, como España o Italia, de fondos europeos.
Esto hace que sean las grandes potencias europeas, Alemania y Francia, las que marquen las pautas, ya que los mecanismos democráticos de la Unión Europea son aún difusos para muchos de sus ciudadanos, y no se han democratizado lo suficiente. Otro ejemplo es la falta de una especie de parlamento que dirija la zona Euro, permitiendo así una democratización de la divisa y de los organismos de los que depende, como el Banco Central Europeo.
Es necesario seguir defendiendo el socialismo europeo, y es necesario seguir construyéndolo, aportando nuevas ideas, refinando las que ya se encuentran activas, para poder generar un mundo más justo en materia de igualdad y de libertad.
Referencias
(1) American Psychology Association, Education and socioeconomic status https://www.apa.org/pi/ses/resources/publications/education
(2) S. Bureau of Labor Statistics, Education pays https://www.bls.gov/emp/chart-unemployment-earnings- education.htm
(3) Alvaredo , Chancel L., Piketty T., Saez E., Zucman G. World Inequality Report, 2018.
(4) @juanrallo. Tres definiciones de https://twitter.com/juanrallo/status/1372574064779350016?lang=e s 2021 Marzo 18 [Citado en 2021 Octubre 24].
(5) García-Trevijano A. Teoría pura de la república. El buey mudo; 2010.
(6) Popper K. The open society and its enemies. Volume One: The spell of Routledge, 2003