La oxigenación del capital a través de los mercados de carbono
Imagen: Fundación Aquae
Por César Rojas Alberto y Daniel Rodríguez Gallego
Si alguna forma de vida inteligente descubriera entre las capas de la Tierra las huellas que dejará el homo sapiens a su paso, se encontraría con una época geológica marcada por la sexta extinción masiva, cambios de los sedimentos por contaminación química, modificación de los ciclos geológicos del carbono, del fósforo y del metano o tecno-fósiles compuestos por derivados del petróleo y de chatarra industrial.
Carlos Angulo.
Problemática ambiental de lo social
El capital ha ignorado siempre a la naturaleza como fuente generadora de condiciones de valorización a cambio de considerarla materia prima. Pero la crisis ecológica ha sacudido las condiciones de estabilidad y las tasas de ganancia al punto de obligarlo a inscribirse en las medidas de emergencia que la cronicidad ha convertido en insoslayables. No obstante, ha sido astuto, ¿qué esperar? si la tendencia del capital individual e independiente en relación con el capital variable (trabajadores) tiene el signo de la atenuación del segundo por el primero, en función del ascenso crítico del capital constante, razón suficiente para considerar que las únicas crisis que ha experimentado antes han acontecido por las tasas de ganancia. Pero la forma desinteresada de reconocer la crisis debía merecer la inodora penumbra de su metabolismo: conferir valor de uso como objeto de su equivalente valor de cambio ¿No es cierto?
Ahora bien, para las sociedades actuales, es impensable abstraerse de la problemática socioambiental, aunque no se tenga plena conciencia del mismo. En efecto, no se puede separar la problemática medio ambiental de lo social, aunque se piense que se debe mitigar una para solucionar la otra. Pareciera que es la forma de actuar de la mayoría de los países, lo cual se ha visto reflejado en una clara parsimonia que distingue los países desarrollados: su alocución fuerte y consistente frente a la problemática, pero poco consciente o coherente en la práctica, sobre todo sobre sus propios suelos.
En efecto, esa parsimonia de la que hablamos hace mella cuando de progreso hablan los países en desarrollo; se quiebran todos los dientes del imperio que han triturado por siglos los recursos naturales y sobre todo, los de los seres humanos. Para que los países periféricos puedan hablar de desarrollo y progreso, primero que todo, deben poder hablar.
Lo que se produjo en las conferencias de las partes (COP) Convención Marco de Naciones Unidas Sobre El Cambio Climático, fue una nueva redistribución del territorio y sobre todo del suelo, en el que se encarna todo el metabolismo ecosistémico y el deterioro de este.
El suelo por sí solo no dice mucho, pero si unimos sus miembros como ese gran Frankenstein que hace posible la vida a través de la muerte, es posible encontrar la importancia que tiene y que usufructúa con el espacio atmosférico, y sobre todo el aire. Es por ello que nos remitimos, ya no tanto a la explotación del suelo como forma de medio de producción y a la naturaleza como el componente esencial de la actividad capitalista, sino al aire y espacio atmosférico, que es donde se están concentrando algunos de los estudios de ecología política y ecosocialismo.
Michael Löwy (2020), en una entrevista realizada por la revista de humanidades de la Universidad Santo Tomás, sostenía que no se puede separar la estructura societal de la medio ambiental, la cual se encuentran imbricadas en la relación de desastre y mitigación del impacto ambiental. Es allí donde los grandes países de Centro intervienen aquella acuosidad con la cual se despliegan ante el mundo como si fuera el viejo remanso de película hollywoodense, aquellos, los salvadores de ese mundo integral, de ese paraíso que como buen reservorio de pecado, del cual Adam no quería inmiscuirse. Si bien, los países del Centro han quedado al descubierto sobre sus buenas intenciones de mitigar el cambio climático, el panorama internacional dice lo contrario.
En China, según una publicación del periódico de la BBC en el año 2013, la ciudad de Harbin se cubrió por una gran nube tóxica, lo cual incrementó aún más la incertidumbre sobre las consecuencias de las emisiones de CO2 a gran escala en el país. Aunque China ha sido reticente con la idea de asistir a las cumbres sobre cambio climático, su interés se concentra en crear más energía con base en el carbón.
Uno de los argumentos interesantes de China, es el que publica el diario BBC de Londres del 2021, donde menciona lo siguiente: “China argumenta que tiene derecho a hacer lo que los países occidentales han hecho en el pasado: liberar CO2 para desarrollar su economía y reducir la pobreza”. En ese sentido, si los países en desarrollo buscaran el mismo objetivo que busca China, el mundo de ahora estaría sometido a un cataclismo. Pero es importante resaltar el papel de los países periféricos y sobre todo el papel que discretamente están jugando los países latinoamericanos en el desarrollo y los límites del crecimiento, como bien lo analizaba Meadows.
De alguna manera las cumbres sobre el cambio climático se han permitido redistribuir las culpas sobre el impacto ambiental de las industrias y sobre todo, se han dispuesto a subsumir los errores, relegando la solución a la diversidad natural que sobrevive en Latinoamérica. Por eso, uno de los grandes logros de los proyectos REDD +, es que limita el desarrollo de la industria de cada país periférico o satélite.
Aunque la presencia del carbono es connatural a la existencia de las especies en el planeta, la deuda que con él se tiene se ensancha cada vez más a razón de ser la principal causa de la degradación de la atmósfera, y el hospicio que albergan, aparentemente, los organismos que se encuentran suscritos a este propósito de contención y avance de la molécula experimentan la rueca del capitalismo catastrófico. Los estados miembros que participaron en el protocolo de Kyoto firmado en 1997 en el cual la relevancia del cambio climático motivó a que la conferencia de las partes (COP) creada 5 años antes firmara un instrumento para establecer un mercado de emisiones de gases de efecto invernadero con dos líneas complementarias, el mecanismo de desarrollo limpio y el mecanismo de implementación conjunta, idearon una forma de comercializar el espacio atmosférico (Vega, 2020; 181).
La fractura metabólica entre sociedad y naturaleza anunciada por Justus von Leibig en 1840 demuestra que todo intento de invertir la rentabilización de los ciclos de la tierra es inútil y en el marco de estos proyectos que propugnan la desaceleración de las emisiones de carbono a través de licencias que compensan los determinantes límites de producción industrial instaurados por el protocolo de Kyoto, se evidencia la lógica sutil de acumulación por desposesión.
Pero antes cabe aludir a que la matriz de las limitantes impuestas en este protocolo dictó las condiciones de posibilidad para hacer de la atmósfera una mercancía, es decir, los actores contaminantes poseen unos estrictos permisos de contaminación o un lindero de emisión de gases. Pero acá no cesa, porque en el fuero internacional, el ahorro y el exceso de emisiones de carbono puede amortizar el consumado fin de cada agente; “un actor contaminador puede vender su ahorro de espacio atmosférico permitido o comprar el excedente de otros actores contaminantes” (Furtado, 2017). No obstante, como es natural, en toda relación de mercado capitalista existe la desposesión.
Aun cuando estos intentos de redistribuir el espacio atmosférico parezcan mistagogía, no atienden el problema directo de detener las actividades humanas generadoras de GEI (Gases de Efecto Invernadero), a causa de su onerosidad. Comparecieron por el contrario y como estuvo demostrado en Glasgow (COP 26) a la favorabilidad de que los “bonos Verdes” hayan mutado en un segmento importante del mercado de capitales pues “los voceros de los grupos financieros que asistieron manifestaron disponer en sus arcas de un monto aproximado de US$130 billones para ejecutar proyectos ambientales” (Libreros, 2021; 50) .
¿Qué queremos decir con acumulación por desposesión?
El mercado considera el espacio atmosférico un depósito de carbono y por esto en el protocolo de Kyoto se crearon los mecanismos antes mencionados (Mecanismo de Implementación Conjunta ‘IC’ como el Mecanismo de Desarrollo Limpio ‘MDL’) so pena de contribuir a los objetivos establecidos por la CMNUCC y en el congreso del proceso de civilización, como es de esperarse, los IC se ejecutan en países desarrollados y los MDL en países en desarrollo, es decir, en el Sur Global. Y en el papel que cumplen los rituales, relativos e inevitables, para los países en desarrollo se ponen cita el conjuro de sanar esa embarazosa condición y el desvergonzado exhibicionismo. La técnica principal de los MDL son los proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Evitada de Bosques, conocidos como REDD+.
Estos proyectos comprenden una estrategia para convertir las áreas boscosas en reservas de carbono, dado que el reto consiste en ser un programa cuantificable de los bosques como sumideros de dióxido de carbono y buscan debilitar los advenedizos GIE merced a liberar el espacio atmosférico de esta sustancia (Vega, 2020), excitante empresa más aún cuando el espacio atmosférico liberado se vende a los países contaminantes para que logren flexibilizar las barreras de emisiones. Así pues, los proyectos hacen época en el seno de la riqueza que presupone la asistencia a la miseria, pues la autonomía relativa de la ciencias indica laudatores temporis acti en el embebido esfuerzo de hacer menos denostable la ejecución, en contraste con los intereses de las comunidades propiamente asentadas en los territorios.
Profusamente distinto a la acumulación por desposesión del arquetipo discursivo del “área de conservación”, en el que a través de una curtida narrativa medioambientalista se acapara la propiedad pública en el centro del positivismo liberal, sufriendo “formas atípicas de expulsión de los demandantes” (Fairhead, 2012; 238), los proyectos REDD + proponen una acumulación por desposesión un poco más sutil y eficaz. La cúpula público-privada que sesiona su consolidación tiene encuadramientos espacio – temporales que se rentabilizan por medio de inversiones de capital cuya tasa de retorno es lenta y como lo dice Harvey (2004) respecto a la acumulación por desposesión: “invertir grandes sumas de capital por tiempos prolongados para desahogar la sobreacumulación que existe en otros espacios en los que se reproduce el capital“ (P. 101). Entonces, este capital ficticio circulante en los proyectos REDD + consuman la obtención de plusvalía mediante inversiones que aprovechan las desigualdades salariales.
A este ritmo, este venturoso espíritu ecléctico dotó estos procesos desarrollistas de la figura de “servicios ambientales” para referirse a las comunidades en calidad de socios e introyectar legitimidad en el proceso de desposesión y esto muy bien se puede ver en CMNUCC de 2011 cuando se dictó el imperativo de avecinarse a un conjunto de garantías conocidas como el sistema de salvaguardas de Cancún. De esta forma, la privatización de los títulos de propiedad que el neoliberalismo en su primera fase introdujo como forma de desposesión es liquidado no como un impedimento para el control de los recursos y el territorio.
Esta orientación de los proyectos REDD+ resuelve el control de las reservas de carbono a partir de hacer partícipes a las comunidades por medio del cuidado y el trabajo ambiental, sufriendo, podríamos decir, de la propiedad difusa que permite a los implementadores de los proyectos mayor autonomía para sus propios fines, lo que quiere decir, que el contexto empresarial es subsidiario de la gobernabilidad corporativa de los territorios, mediante la desacelerada regularización normativa de los directivos (los agentes contaminantes) en consideración de la responsabilidad social o Stakeholder
Este elemento adjunto, en sacrificio de las comunidades, permite jugar con la delgada línea que yace entre los directivos y los administradores en las dimensiones de plusvalía extraídas por el trabajo, cuidado y mantenimiento y la expropiación de la ganancia en los mercados financieros, porque “paulatinamente las comunidades son desplazadas del proyecto, dejan de prestar tales servicios y el control de su territorio y sus recursos, queda fuera de su capacidad de decisión” (Vega, 2020; 184). Un buen ejemplo de la “incorporación” de las comunidades locales como mecanismo de desposesión, está en el proyecto REDD+ California en Acre y Chiapas.
De suerte que las comunidades que habitan en los territorios pasan a ser colaboradores y trabajadores que prestan servicios ambientales, adoleciendo del poco rendimiento de capital y retribución financiera y expuestos a los despidos y criminalización connaturales al modelo, por ejemplo, actividades que antes eran consideradas oriundas a los procedimientos de subsistencia, cultivos sostenibles, etc., serán considerados crímenes ambientales, también se ven comprometidos con la tercerización y externalización del empleo. De forma que la codeterminación de las reservas de carbono supone la extracción de plusvalía de las comunidades de las áreas boscosas en el marco de los supositorios atmosféricos que buscan permitir la emisión libre y normalizada de las industrias contaminantes.
Por otro lado, tenemos que considerar que el mercado atmosférico no sucumbe del todo a la imaginería condensada en la deuda histórica que los países desarrollados tienen con la emergencia climática y por el contrario, es una figura innovadora de valorizar aquello que nunca había sido útil merced a rentabilizar el aire como espacio de condición de explotación indistinguible ahora con la materia física, más aún cuando no es más que otro síntoma del cataclismo civilizatorio que supone el complejo de recursos de producción de espacios de extracción de valor, normales en el capitalismo.
Finalmente quedará en las posteriores discusiones y estudios el impacto que surtirá efecto en las comunidades, sobre todo cuando han tenido que asumir muy constreñidamente la salvación y la continuidad del capitalismo. Esto a expensas de la pobreza y la destrucción de los ecosistemas en países de periferia. Por lo tanto, las reflexiones se verán encaminadas a las limitaciones y poco poder de decisión que puedan tener los países Latinoamericanos sobre sus recursos naturales y, por otro lado, sobre el modelo económico y social que deben aplicar los países en desarrollo, para salir de aquellos estados de subordinación y dependencia amplificada por el capital.
Fuentes consultadas:
Tovar, S. R. (2020). La alternativa ecosocialista. Una entrevista con Michael Löwy. Análisis, 52(97 (Jl-Di)), 459-475
BBC. (2021). Medio Ambiente: Xi Jinping sólo enviará una declaración escrita a la cumbre de la COP26 sobre cambio climático. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-59120726
Iranzo, J. M. (2005). Meadows, Donella; Randers, Jorgen y Meadows, Dennis, Limits to Growth: The 30-Year Update. Chelsea Green, 2004. Empiria. Revista de metodología de ciencias sociales, (10), 231-235.
Ruiz, R. V. (2020). De la» acumulacion originaria» a la acumulacion terminal. Desposesión y mercantilización en los proyectos REDD +. Religación. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 5(25), 180-194.
Librero, C. D (2021) La vigencia del Ecosocialismo: La propuesta anticapitalista para el siglo XXI. Revista Izquierda. 43 – 59.
Furtado, F. (2017). REDD+ The carbon market and California-Acre-Chiapas cooperation: Legalizing mechanisms of dispossession. Friends of the Earth international.
Harvey, D. (2004). El» nuevo» imperialismo: acumulación por desposesión. Socialist register.
Sanhueza, J. y Antonissen, M. (2014). REDD+ en América Latina, Estado actual de las estrategias de reducción de emisiones por deforestación y degradación forestal. CEPAL.
Fairhead, J., Leach, M. y Scoones, I. (2012). Green Grabbing: a new appropriation of nature? Journal of
Peasant Studies, 39(2), 237-261. http://doi.org/10.1080/03066150.2012.671770
Tovar, S. R. (2020). La alternativa ecosocialista. Una entrevista con Michael Löwy. Análisis, 52(97 (Jl-Di)), 459-475.