Lo político y la política son cosas diferentes

¿La política o lo político? Este artículo explora las diferencias entre ambos conceptos y analizará sus implicancias en la comprensión de la democracia y el poder en las sociedades contemporáneas.
Por redacción EDP.
La política se vincula con el ejercicio del poder, las instituciones y la administración de la sociedad, mientras que lo político hace referencia a la dimensión conflictiva y al fundamento del orden social.
Introducción
Dentro de la teoría política, uno de los debates fundamentales es la distinción entre la política y lo político. Aunque estos términos suelen utilizarse de manera indistinta en el lenguaje cotidiano, en el ámbito académico tienen significados diferenciados que han sido abordados por diversos pensadores. La política se vincula con el ejercicio del poder, las instituciones y la administración de la sociedad, mientras que lo político hace referencia a la dimensión conflictiva y al fundamento del orden social.
Pensadores como Carl Schmitt, Claude Lefort, Chantal Mouffe y Pierre Rosanvallon han profundizado en esta distinción, cada uno desde diferentes tradiciones teóricas. Este artículo explorará las diferencias entre ambos conceptos y analizará sus implicancias en la comprensión de la democracia y el poder en las sociedades contemporáneas.
La política: el ámbito institucional del poder
En términos generales, la política puede definirse como el conjunto de instituciones, normas y procedimientos que regulan la vida en sociedad. Norberto Bobbio (1996) la concibe como el espacio en el cual se dirimen los conflictos de manera pacífica a través de normas y acuerdos. Desde esta perspectiva, la política es la gestión del poder mediante el derecho, las instituciones y la representación.
Juan Linz y Alfred Stepan (1996) han enfatizado el carácter institucional de la política, especialmente en relación con la democracia. Para estos autores, la estabilidad de un régimen depende en gran medida de la consolidación de sus instituciones políticas y del funcionamiento de los mecanismos que garantizan la resolución pacífica de los conflictos. La política, en este sentido, es una esfera reglada que permite la convivencia en sociedades plurales.
Parlamento Europeo.
En la tradición liberal, la política se entiende como el gobierno de la comunidad a través de reglas establecidas. John Rawls (1971), en Teoría de la Justicia, concibe la política como el espacio donde se alcanzan principios de justicia para la cooperación social, evitando los conflictos mediante la institucionalización de normas imparciales.
En suma, la política está vinculada con la organización de la sociedad, la administración del poder y el diseño de instituciones que canalicen los conflictos dentro de un marco normativo. Esta dimensión resulta clave para cualquier análisis político contemporáneo.
Lo político: el conflicto como fundamento del orden
Si la política hace referencia a las instituciones y la gestión del poder, lo político remite a un nivel más profundo: el de la constitución del orden y el antagonismo inherente a la sociedad. Carl Schmitt (1932), en El concepto de lo político, sostiene que la política no puede entenderse sin reconocer el conflicto irreductible entre grupos, lo que él llama la distinción amigo-enemigo. Para Schmitt, lo político es el ámbito donde se define quién pertenece y quién es el otro. Esto implica que toda comunidad política se funda en una decisión soberana que establece los límites del orden.
Claude Lefort (1986), desde una perspectiva posmarxista, sostiene que lo político es la dimensión simbólica que hace posible la constitución de lo social. En la modernidad democrática, el poder se vuelve un lugar vacío, lo que significa que ninguna identidad puede apropiarse completamente del orden político. Esta indeterminación genera un espacio de disputa constante, donde distintos actores intentan legitimarse y redefinir el significado del orden social.
Chantal Mouffe es una filósofa y politóloga belga. Es especialmente conocida por el ensayo Hegemonía y estrategia socialista (1985), coescrito con Ernesto Laclau y considerado uno de los textos fundacionales del posmarxismo, y por sus concepciones acerca de la democracia radical y el pluralismo agonista. | Imagen: Wikipedia.
Chantal Mouffe (1999), influida por Schmitt y Lefort, distingue entre el antagonismo (conflicto irreconciliable entre enemigos) y la agonística (competencia entre adversarios dentro de un marco democrático). Para Mouffe, lo político es la lucha constante por la definición del orden, y la democracia no debe buscar eliminar el conflicto, sino canalizarlo dentro de un espacio institucional que permita su expresión sin violencia.
En este sentido, lo político representa el conflicto fundacional de toda comunidad, la dimensión en la que se establecen los límites y las reglas que estructuran la política. Esta comprensión resulta fundamental para interpretar los procesos políticos actuales.
Casos actuales: cuando lo político desborda la política
Numerosos acontecimientos recientes revelan cómo lo político irrumpe con fuerza en escenarios donde la política institucional se muestra incapaz de dar respuestas. Un ejemplo evidente fue el estallido social en Chile en 2019, donde millones de ciudadanos salieron a las calles reclamando dignidad, igualdad y una nueva Constitución. En este caso, lo político se manifestó como un cuestionamiento radical al orden existente, lo que forzó a la política a abrir un nuevo proceso constituyente.
Algo similar ocurrió en Francia con la resistencia masiva a la reforma previsional impulsada por Emmanuel Macron. Aunque el proyecto se enmarcaba en la legalidad institucional, la ciudadanía percibió una desconexión entre la política oficial y las necesidades reales. Así, el conflicto excedió las formas tradicionales y desbordó la institucionalidad.
El movimiento de los chalecos amarillos (en francés: Mouvement des gilets jaunes) es un movimiento social de protesta que se formó en Francia a partir del mes de octubre de 2018. El movimiento también se extendió, en menor medida, a otros países vecinos principalmente Bélgica, Países Bajos, Alemania, Italia, y España. | Fuente: BBC.
También puede observarse en el ascenso de líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei, quienes interpelan directamente a “lo político” desde discursos que fracturan los consensos establecidos. En estos casos, la figura del político adquiere una dimensión disruptiva que reconfigura el campo institucional y desata nuevas formas de antagonismo.
Lo político en América Latina: tensiones y exclusiones
Desde una mirada decolonial y latinoamericana, autores como Enrique Dussel y Walter Mignolo han cuestionado la forma en que se piensa lo político desde el canon europeo. Dussel propone una “política de la liberación” que no parte de instituciones abstractas, sino de la experiencia histórica de exclusión, dominación y colonialidad en América Latina. Lo político, en este sentido, es el clamor de los subalternos por entrar en la historia, por constituirse como sujetos políticos.
Walter Mignolo, por su parte, plantea que las categorías dominantes del pensamiento político occidental están marcadas por una “colonialidad del saber”. Esto significa que la política —entendida como racionalidad moderna— muchas veces no reconoce formas alternativas de lo político que emergen desde las periferias.
En muchos países latinoamericanos, lo político se expresa en formas de organización comunitaria, en el conflicto por la tierra, en las luchas de los pueblos indígenas o en movimientos sociales que disputan la legitimidad del Estado. Estas formas no siempre se traducen en políticas públicas, pero sí redefinen quién es reconocido como actor político legítimo.
Otras miradas sobre lo político: Habermas, Foucault y Rancière
Además de Schmitt, Lefort y Mouffe, otras tradiciones han problematizado la relación entre política y conflicto desde ángulos distintos. Jürgen Habermas, por ejemplo, propone un modelo de acción comunicativa donde el consenso racional es el ideal normativo de la política democrática. En este esquema, el conflicto es superable mediante el diálogo deliberativo.
Michel Foucault, en cambio, desplaza el foco hacia la microfísica del poder. Para él, lo político se encuentra en todas partes: en las relaciones cotidianas, en las prácticas disciplinarias, en los dispositivos de control. La política no es solo estatal, sino una red difusa de relaciones de poder.
“Los aparatos de Estado no son otra cosa que la cristalización en forma de instrumentos estables, institucionales y legalizados de un cierto número de relaciones de fuerza.” – Michel Foucault.
Por su parte, Jacques Rancière introduce una noción radical de política como interrupción. Según él, lo político aparece cuando los que “no tienen parte” irrumpen en el espacio público y reconfiguran el reparto de lo sensible. Esta visión retoma la idea de conflicto, pero lo entiende como un acto de subjetivación política más que como un antagonismo estructural.
Estas miradas aportan complejidad al análisis y permiten abordar lo político como un fenómeno transversal, no restringido a las instituciones o a los momentos de crisis visibles.
Conclusión: repensar la política desde lo político
La distinción entre la política y lo político es crucial para comprender el funcionamiento de las sociedades democráticas. Mientras que la política se orienta a la administración del poder dentro de un marco institucional, lo político remite a la dimensión conflictiva y constitutiva del orden social.
Autores como Schmitt, Lefort y Mouffe han destacado que lo político es el ámbito donde se define el “nosotros” y el “ellos”. Esto implica que todo orden político está basado en una exclusión o en una delimitación de los márgenes del poder. Por otro lado, la política es el intento de gestionar esos conflictos dentro de un sistema normativo e institucional.
En el contexto actual, donde las democracias enfrentan desafíos como el populismo, la polarización y la crisis de representación, comprender la distinción entre la política y lo político es esencial para analizar los procesos de transformación y conflicto en el orden global.
Más allá del análisis conceptual, esta distinción ofrece claves prácticas. Permite evitar reduccionismos tecnocráticos y entender que todo orden político está en disputa. Además, invita a repensar el rol del político no solo como gestor, sino como actor situado en medio de tensiones estructurales. Un enfoque atento a lo político puede enriquecer las estrategias democráticas, abrir espacios de participación más inclusivos y dar respuesta a las nuevas formas de movilización ciudadana.
Finalmente, reconocer la existencia de lo político dentro de la política no es una amenaza para la democracia, sino una condición para su vitalidad. Frente a un mundo en transformación, las herramientas analíticas deben estar a la altura de los conflictos que atraviesan nuestras sociedades. Y en ese desafío, la distinción entre la política y lo político sigue siendo una brújula imprescindible.