Milei, el Lenin libertario
Como diría Gramsci, sin la cultura, la toma del poder no tiene sentido. Por eso, Javier Milei ahora debe conquistar ideológicamente para poder asegurar su hegemonía. | Imagen: Revista Anfibia
Por José Saade Figueroa
En política, el objetivo libertario no es el imperio del mercado o la desaparición del Estado. Es la garantía de los intereses del capital financiero.
Javier Milei se define así mismo como liberal libertario o anarcocapitalista. Ha sido presentado en distintos medios como representante de una derecha extrema. Por una parte, su programa económico tiene como punto mínimo el minarquismo y como aspiración ideal la nula intervención del Estado en la economía.
En cuanto a las libertades, su concepción parte del reconocimiento único de las de tipo negativo, las individuales. Aunque también llega a la presidencia con aliados religiosos, antifeministas, homófobos, entre otras alianzas con sectores negacionistas de la dictadura militar y hasta del cambio climático.
Milei es presentado como el primer presidente libertario en la historia, esto quiere decir que representa para esa escuela la materialización de sus postulados. Algo similar a lo que en el siglo XX representaron los bolcheviques en cabeza de Vladimir Lenin para el marxismo.
Hoy, salvo la China comunista, ningún lugar del mundo siquiera se asemeja a una orientación leninista, incluso sobre China se tienen dudas, en el mundo imperan en lo económico países regentados por la ortodoxia, la economía que se asume como real y científica.
La economía libertaria no es parte del pensamiento económico principal
La economía ortodoxa es la corriente principal, es la síntesis del pensamiento económico y en este tronco dominante no se encuentra al marxismo y otras aproximaciones que se llaman en el mundo académico heterodoxas.
Aunque parezca difícil de creer tampoco hace parte del canon económico el llamado libertarismo, esto se debe a que, si bien dicho movimiento tiene una creencia cuasi religiosa en el mercado y prioriza las soluciones de mercado sobre todo lo demás, es incluso para la corriente principal demasiado ideológico con respecto a ese asunto.
Las ideas libertarias no aceptan la idea de la falla de mercado, no aceptan ninguna intervención económica, aspectos que no hacen parte de la corriente principal, aun cuando en esta se privilegia al mercado y se parte de supuestos en su favor.
El marxismo económico que se puede ver en grandes revistas toma elementos de Lenin, pero va más allá en teorizaciones propias. Sin embargo, no tiene visibilidad política más allá de pequeños grupúsculos intelectuales y en ocasiones sectas políticas donde a la academia no se le acepta como marxista. En cambio, hoy, con la elección de Milei, la escuela austriaca, fuente primordial del llamado movimiento libertario, ha encontrado su Lenin.
El éxito de Lenin consistió en aplicar el marxismo a las condiciones particulares rusas y desde allí hacer universal su interpretación de Marx. Lenin le dio visibilidad política al comunismo, lo saco de los círculos de lectura y lo puso en la orbita del público. Hoy Javier Milei representa eso para una escuela que no era más que la lectura de unos pocos.
Tanto el marxismo cómo el libertarismo son marginales en la política y en la economía, salvo que el segundo se ha hecho viral e insertado en la política mediante alianzas con sectores que en estricto sentido no son liberales, pero eso no es un asunto contradictorio.
Murray Rothbard es el artífice de la alianza entre libertarios y movimientos evangélicos. El citado autor, planteo que el enemigo principal del libertario es el “progresismo” entonces los enemigos de mis enemigos son amigos.
En política, los libertarios resultan tener la claridad de que para sus fines usaran cualquier medio, su fin real no es el imperio del mercado y el fin del Estado, es la garantía de los intereses del capital financiero.
Por lo anterior no tienen alianzas de principio más que las que garanticen esto, Milei no es un fascista y tampoco lo han sido los libertarios. Ahora bien, estos han apoyado a los fascistas, bajo la lógica que estos han sido enemigos de sus enemigos; el comunismo, las izquierdas.
En las coordenadas políticas de uso mayoritario, Milei es un político de derecha, una versión extrema de la derecha. Ningún lugar del mundo es puramente gobernado por una visión leninista, pero sí por izquierdas.
Usualmente quienes se dicen de centro, de puro centro plantean que todas esas izquierdas gobernantes y los Mileis son iguales. El animo del presente es mostrar el error de esas enunciaciones de centro, a su vez explicar el triunfo de Milei.
La muestra principal del fracaso del centro es que dichas enunciaciones no ganan elecciones, no logran agrupar sectores con capacidad de movilización y no logran el impacto de un Milei, quien básicamente pone en la agenda a toda una forma de ver la sociedad. El centro, cuando gana lo hace pues a lo que antes era derecha, le llaman centro. En Colombia, el expresidente Duque, un fiel esbirro de Álvaro Uribe dice que es de centro.
Aunando lo anterior está la importancia de las condiciones generales de vida y la identidad clara y definida de los proyectos políticos, en esto segundo es justamente donde las izquierdas realmente gobernantes naufragan.
Milei no llega al poder porque tenga la hegemonía en la población argentina, su apoyo no es consciente ni militante de su ideología, como tampoco lo fueron los que llevaron a los comunistas al poder en Rusia. En ambos casos, tanto Lenin cómo Milei deben su genialidad a encarnar el descontento popular con las condiciones de vida.
A posteriori, ofrecieron a dicho descontento un camino con un plan. Una apuesta definida, una identidad. Ese es el punto, el centro no es nada, no atrae, no expresa y por tanto no puede encarnar nada.
El espectro ideológico
El espectro político es mayoritariamente asumido bajo las pautas del llamado modelo de brújula política o diagrama de Nolan. En dicho esquema la izquierda y la derecha se grafican en un plano cartesiano en el que se toman en cuenta el rol del Estado en la economía y el tipo de gobierno.
Por lo general el eje horizontal corresponde con la economía y el eje vertical con el tipo de gobierno. Así las cosas, se plantea que la izquierda y la derecha van de extremos a centros y aunque muy poco probable e igual de difuso que todos sus conceptos, existe un puro centro. El mentado modelo por lo general sitúa al libertarismo como una expresión de extrema derecha y al leninismo en la extrema izquierda.
Desde una perspectiva más bien sociohistórica, el libertario es un tipo de derecha liberal. Resultando como reacción en relación al liberalismo ya que el segundo sustituyo el orden monárquico y destruye el feudalismo. En cambio el libertario reacciona contra el Estado de Bienestar en busca de revertir las garantías ganadas por los trabajadores.
Es también reaccionario en cuanto retrocede la concepción de los derechos, retornando a la visión negativa de libertad de los primeros liberales.
¿Libertario o neoliberal?
El libertario no es en estricto censo un neoliberal, aunque suelen creerse como sinónimos. El problema de base resulta en la dificultad para definir el neoliberalismo. Matías Vernengo entre otras voces heterodoxas detalla bastante bien dicho asunto, ocurre que ningún neoliberal se asume como tal, contrario al libertario que de forma orgullosa declara su identidad.
El neoliberalismo es más que un conjunto de políticas económicas. Tampoco es solo la prelación del mercado sobre el Estado (Descarga gratis el libro «Breve historia del neoliberalismo», aquí).
La verdadera discusión de economía política no es Estado o Mercado, sino la interacción de ambos en función de qué intereses. En el caso del neoliberalismo la respuesta es usar ambas en favor del capital financiero, por lo tanto es una forma de capitalismo financiarizado. Es un proyecto de clase, el proyecto de la burguesía financiera.
Lo anterior lo une al libertarismo, solamente que los libertarios sí tienen una vocación de principio y de fe por el no Estado e imperio del mercado. Ahora bien, quizá lo que termine imponiéndose es que se constate que un libertario no sea más que un neoliberal antes de gobernar.
Las instituciones democráticas terminaron forzando al libertario a moderar su programa. Esto al final los hará ser parte del canon económico, como en efecto son los neoliberales.
Es probable que Milei termine siendo más parecido a un Fernando de la Rúa que a sus propias aspiraciones. Acá el símil con Lenin se cae, pues Lenin hizo una revolución y por tanto pudo hacer de su interpretación algo más fiel.
Lenin buscó alterar la estructura de clase, Milei busca sostenerla: es un reaccionario y no un revolucionario. No obstante, ambos tienen claro los intereses que defienden y un plan.
Lo más importante: ambos encarnaron el sentir popular.
El hambre: una ventana de oportunidad para cualquier ideología
Plantear como negativo que la sociedad se polarice y llamar extremas a ciertas posiciones es inútil. El espectro político basado en el esquema de Nolan no solo es impreciso, sino que termina inventado un imposible: el centro político.
El llamado centro no logra dar con una identidad, no tiene corrientes asociadas, siempre termina tendiendo hacia alguna parte y eso tampoco ubica políticamente.
Lo que realmente ubica y moviliza son las condiciones de vida. Milei se torna en un Lenin libertario pues hizo de la inflación, el costo de los bienes, su versión del eslogan «Paz, Tierra y Pan» con el que Lenin movilizó la rusia prerrevolucionaria.
La tarea que sigue ahora es lograr la adhesión ideológica, es decir hacerse con la hegemonía. Parafraseando a Gramsci, sin la cultura la toma del poder no tiene ningún sentido.
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