África: el continente que todos quieren ayudar (a saquear)
La intervención de la cooperación internacional y la ONU en África se revela como un proceso marcado por decisiones arbitrarias que, en ocasiones, oscurecen la efectividad real de las ayudas humanitarias y desvían su impacto hacia objetivos políticos divergentes. | Foto: ONU.
Por Adriana Forero Cantor y Dayanna Alexandra Cortes.
La influencia de manos internacionales se revela como un factor que profundiza las brechas existentes, aunque quiera manifestarse de manera aparentemente benévola a través de las ayudas humanitarias.
La relación entre la cooperación internacional y África, ¿cómo analizarla?
En la intrincada trama de la historia africana, la contradicción entre la opulencia de sus recursos naturales y la persistente narrativa de pobreza estructural confiere una dimensión única al análisis crítico de las dinámicas globales y su impacto en el continente.
En este escenario, la cooperación internacional, en su función aparente de catalizador para el desarrollo, y las decisiones arbitrarias que definen su aplicación, desempeñan un papel crucial.
A través de un examen fundamentado en las contribuciones de destacados académicos como Samir Amin, Carlo Tassara y José Antonio Ocampo, se busca arrojar luz sobre esta compleja realidad.
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Esto “es” África
África se ha conocido por ser el epicentro de la pobreza extrema y la desigualdad. Aunque su continente cuenta con diversidad de riqueza cultural y de recursos naturales, y ha sido el foco de atención de diversas organizaciones de cooperación internacional, su situación sigue siendo muy paupérrima y desfavorable.
Eduardo Carreño, en su escrito “África y la cooperación para el desarrollo: una reflexión desde la ética global”, expone cómo autores adscritos a la teoría de la dependencia fundamentan que la situación de pobreza de estos Estados, después de la colonización, es la que surge a raíz de que las economías más avanzadas se modernicen y solo sustenten su riqueza a través de la explotación de países dependientes de la producción a un costo menor de materias primas como lo es el caso de África.
La analogía de la “función de torta” no solo ilustra la disparidad en la distribución de recursos en África, sino que también revela la intrincada red de factores que contribuyen a esta desigualdad sistémica.
En este contexto, la asignación desigual de beneficios y oportunidades surge como un microcosmos que refleja las tensiones económicas y geopolíticas arraigadas en la región.
La influencia de manos internacionales se revela como un factor que profundiza las brechas existentes, aunque quiera manifestarse de manera aparentemente “benévola” o “positiva” a través de las ayudas humanitarias.
África “debería ser” un continente que se reconozca por el valor y la riqueza de su diversidad, pero “es” un continente que sepultaron en la pobreza.
Una mano internacional: ¿función de torta en el siglo XXI?
La dicotomía entre donantes y receptores, influida por la distribución desigual de recursos, representa una relación de poder desequilibrada.
Este fenómeno va más allá de la mera transferencia de asistencia financiera; se convierte en un mecanismo de la perpetuación de estructuras de dependencia y subordinación, una condición que se le genera al individuo para someterlo si se siguiera la línea de Michel Foucault.
El uso de las ayudas humanitarias no solo sirve como medio de alivio temporal de la crisis, sino que también consolida la posición de los donantes como actores “benevolentes”. Por ende, refuerza la percepción de los receptores como entidades necesitadas y pasivas.
Esta situación invita a una reflexión profunda sobre las ayudas humanitarias y la evolución de la cooperación internacional en el tiempo.
La práctica de brindar ayuda humanitaria ha evolucionado desde sus primeras manifestaciones, inicialmente como una respuesta a crisis inmediatas, y terminando en un tránsito hacia una herramienta de poder y negociación en el contexto global contemporáneo.
Este cambio de paradigma subraya la necesidad de una evaluación crítica de la eficacia y la equidad de estas intervenciones, así como de la responsabilidad y la transparencia de quienes las facilitan.
En última instancia, la metáfora de la “función de torta” expone la complejidad de las relaciones internacionales y sus repercusiones en la realidad de África.
Abre la puerta al interrogante sobre el rol de la cooperación internacional y si las ayudas humanitarias son un medio adecuado para abordar las raíces profundas y estructurales de la desigualdad en lugar de solo aliviar sus síntomas evidentes con la asistencia superficial que ha caracterizado la distribución de recursos en este continente.
Y por supuesto, las generalidades no aplican si se aborda por país, ya que comparar la diversidad de características hace de todo esto un asunto más complejo.
Samir Amin, en su obra “Fundamentos para una teoría crítica de la cooperación internacional”, desentraña los mecanismos que subyacen a la gobernabilidad económica y social mundial, iluminando así la encrucijada en la que se encuentra África.
La riqueza aparente del continente se enreda en un entramado global de relaciones desiguales, donde las decisiones tomadas en nombre de la cooperación internacional suelen perpetuar desigualdades sistémicas.
El análisis de José Antonio Ocampo, focalizado en “La gobernabilidad económica y social mundial y el sistema de las Naciones Unidas”, aporta una perspectiva integral sobre el papel de la ONU en este contexto.
La intervención de la cooperación internacional y la ONU en África se revela como un proceso marcado por decisiones arbitrarias que, en ocasiones, oscurecen la efectividad real de las ayudas humanitarias y desvían su impacto hacia objetivos políticos divergentes.
Decisiones arbitrarias: la otra cara de la geopolítica
Las decisiones internas que rodean la recepción de ayudas y cooperaciones en el contexto africano emergen como una faceta crítica que demanda un examen meticuloso y contextualizado.
La cuestión fundamental es si estas decisiones se fundamentan en una evaluación objetiva de las necesidades reales o si, en contraste, están supeditadas y vinculadas a agendas políticas que perpetúan la narrativa de la pobreza en el continente donde la mayoría de sus países tienen porcentajes muy bajos en su PIB per cápita.
En primer lugar, se ve necesario contextualizar estas decisiones en el marco de la compleja dinámica política interna de los países africanos receptores.
La toma de decisiones relativas a la recepción de ayudas humanitarias y cooperación internacional no puede desvincularse de la matriz política y económica de cada nación.
Los líderes políticos, al enfrentarse a la necesidad de tomar decisiones que impactan directamente en la percepción global de sus países, se encuentran inmersos en una encrucijada delicada.
¿Priorizarán la satisfacción de las necesidades inmediatas de su población o cederán ante presiones geopolíticas que puedan garantizar una mayor asistencia internacional, a menudo con condiciones que perpetúan la dependencia?
El papel de las agendas políticas en la toma de decisiones internas resuena con la obra de pensadores como Antonio Gramsci y su concepto de hegemonía.
Las élites políticas, al internalizar estructuras de poder global, pueden verse compelidas a tomar decisiones que, en lugar de abordar las raíces estructurales de la pobreza, perpetúan una dependencia que sirve a intereses externos.
En este contexto, la narrativa de la pobreza en África se torna no sólo un reflejo de condiciones económicas, sino también una construcción social moldeada por la interacción entre actores locales y la dinámica global.
La cuestión de si estas decisiones se basan en una evaluación objetiva de las necesidades reales añade una capa adicional de complejidad.
La falta de transparencia en los procesos de toma de decisiones, a menudo enmascarada por una retórica de soberanía nacional, plantea interrogantes sobre la genuinidad de la orientación de estas acciones.
La evaluación objetiva exige no solo una mirada crítica a las necesidades materiales inmediatas. También un análisis de las raíces sistémicas de la pobreza que requiere medidas estructurales a largo plazo.
La realidad de África
En este escenario, la comprensión de las decisiones internas relacionadas con la recepción de ayudas y cooperaciones en África se revela como un terreno fértil para la aplicación de teorías críticas de relaciones internacionales y análisis postcoloniales.
Requiere desentrañar las complejidades de la política interna y cuestionar la verdadera autonomía de las naciones africanas en su toma de decisiones. Y, luego, examinar cómo estas decisiones contribuyen a la narrativa global de la pobreza.
Una narrativa que, con frecuencia, eclipsa los esfuerzos internos por el desarrollo sostenible y la autodeterminación. Incluso a que se siga proliferando el insistente debate sobre el verdadero significado y finalidad del desarrollo y la cooperación que tanto se ha cuestionado Carlo Tassara.
En definitiva, la realidad africana emerge como el crisol de estas complejas interacciones. Las conclusiones revelan una dialéctica entre la cooperación internacional, las decisiones arbitrarias y la narrativa de pobreza. Esto desafía las percepciones simplistas sobre el estancamiento económico del continente.
Este escenario, exige una revisión profunda de las prácticas de cooperación internacional. Esto permitirá la adopción de estrategias que impulsen genuinamente el desarrollo sostenible y la equidad en África.
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