¿Qué tipo de ciudadano quieres ser?

La verdadera fuerza de un ciudadano no se mide solo en el voto, sino en su compromiso diario para combatir la corrupción y fortalecer la democracia.
Por Jenifer Paola Samaniego Huayanay.
Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, es cómplice.
George Orwell
La corrupción ya no indigna como antes
Hemos adoptado una cultura en la que la corrupción es el elefante en la habitación, un problema omnipresente que ya no sorprende, sino que genera un hartazgo profundo. Nos enfrentamos a una idiosincrasia en la que las convicciones y el interés por la vida política se ven atrapados en un círculo vicioso de indiferencia, polarizado entre quienes buscan cambios reales y aquellos que se resignan a la inercia del sistema.
Según Yamamoto (2023), “si quieres eliminar la corrupción, tienes que estar dispuesto a meter a la cárcel a tus familiares y amigos”, lo cual visibiliza la complejidad de combatir esta escoria social en sociedades civiles donde prima la falsa lealtad sobre la legalidad legítima.
¿La corrupción es causa o síntoma de un problema más profundo?
La corrupción prospera cuando no hay control ni fiscalización activa, ya sea en el sector público o privado. Se arraiga en una cultura donde “el vivo” es admirado por aprovecharse del sistema y “el quedado” es menospreciado por seguir las reglas. Esta mentalidad perpetúa un ciclo en el que la corrupción se convierte en la norma en lugar de una excepción.

Gráfico: Statista.
Entre los factores que fomentan la corrupción destacan su persistencia a lo largo de las décadas sin una reducción significativa y su impacto negativo en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales terminan pareciendo una utopía.
¿Quién controla a quién? La falsa politización
Los ciudadanos solo son incluidos en la política durante las campañas electorales. Luego, los partidos los ignoran o los utilizan como peones en conflictos mediáticos. Sin embargo, la verdadera politización requiere una participación constante, crítica y objetiva, alejada de lo emocional o subjetivo, porque la responsabilidad política no termina con el voto; implica un seguimiento activo de las acciones de los gobernantes.
Se dice que “si hubiera politización en la sociedad, habría mayor tensión entre la ciudadanía y el gobierno, logrando mejores políticas públicas”. De hecho, el activismo y la fiscalización ciudadana han sido clave en la historia para frenar regímenes corruptos y exigir rendición de cuentas.

Gráfico: Statista.
Inmiscuirse y ser recalcitrante ante el mínimo error del gobierno no solo genera tensión, sino que también fortalece un control de fiscalización democrático y ciudadano activo, el cual exige respuestas inmediatas. La presión colectiva legítima ha llevado a grandes logros, incluso a la destitución de gobiernos nefastos.
Por ello, la politización ciudadana no se limita a la política partidaria, sino que implica desarrollar una conciencia crítica sobre los problemas públicos y la toma de decisiones. En términos más amplios, significa que los ciudadanos no solo comprenden y discuten los temas políticos y sociales, analizando cómo afectan sus vidas y su entorno, sino que también ejercen su derecho a exigir transparencia y rendición de cuentas mediante la fiscalización y el control ciudadano.
Algunas formas en las que los ciudadanos pueden ejercer su responsabilidad política
- Participación en movimientos y organizaciones civiles: Involucrarse en colectivos que promuevan la transparencia, la lucha contra la corrupción y la defensa de derechos ciudadanos.
- Fiscalización y control social: Denunciar irregularidades, exigir rendición de cuentas y utilizar mecanismos de acceso a la información pública.
- Cabildos y consejos ciudadanos: Participar en espacios de debate y consulta donde la ciudadanía puede influir en decisiones gubernamentales.
- Activismo digital y peticiones ciudadanas: Usar redes sociales y plataformas digitales para presionar a las autoridades e impulsar cambios legislativos.
- Voluntariado político y comunitario: Colaborar en iniciativas locales para fortalecer la democracia desde la comunidad.
- Postulación a cargos de representación ciudadana: Asumir roles en municipalidades, consejos comunales o incluso candidaturas políticas. A través de estas acciones, la ciudadanía se organiza y moviliza para influir en las decisiones políticas, generando un impacto real en la gobernanza.
La trampa de la desafección: cuando la corrupción deja de indignar
La política se ha convertido en un espectáculo donde la ciudadanía es solo espectadora. Esto se refleja incluso en estudios estadísticos. Como señala el informe In many countries, only about one in two supports democracy (LAPOP, 2023, p. 8).
Sin embargo, en países como Chile (72 %) y Argentina (70 %), la democracia aún goza de un respaldo mayoritario, mientras que en Perú la cifra es más baja (51 %), reflejando un escenario de desafección ciudadana.
Estos datos evidencian que el respaldo ciudadano a la democracia es clave para la estabilidad de los regímenes democráticos. Por ello, la implementación de políticas que fortalezcan las instituciones democráticas y fomenten la participación ciudadana es fundamental para evitar su deterioro, especialmente en países donde el apoyo a la democracia ha disminuido en las últimas décadas.

Índice de democracia según The Economist. | Fuente: EOM.
Analizando estos datos, se observa que la normalización del desencanto con la política ha debilitado la participación ciudadana. No basta con que solo la mitad de la ciudadanía respalde la democracia; el peso de la indiferencia, la desafección o incluso el apoyo a modelos de outsiders políticos populistas se convierte en una alternativa endeble y mediocre ante la crisis de representatividad.
Asimismo, el escaso apoyo a la democracia en varios países de la región es consecuencia directa de la percepción ciudadana de que este sistema no garantiza justicia. La polarización genera desconfianza y desmotivación para participar en la vida política. Esta crisis de confianza alimenta un círculo vicioso:
- La gente se desentiende de la política.
- Los líderes operan sin mayor fiscalización ciudadana.
- La corrupción avanza sin grandes resistencias.
Sin una ciudadanía comprometida, la democracia se vacía de contenido y se convierte en un simple formalismo.
¿Los políticos solo buscan votos?
Votar no es suficiente. La participación política implica un compromiso activo: fiscalizar, exigir rendición de cuentas y denunciar irregularidades. Sin esta corresponsabilidad, la política se convierte en un teatro donde las decisiones ya están tomadas.
Para responder a esta interrogante, cabe cuestionarnos: ¿realmente hacemos respetar nuestro voto? Los datos estadísticos ya han mostrado que la respuesta es negativa. No basta con manifestar inconformidad; es necesario asumir la responsabilidad de haber votado y confiado en un candidato.
Ser crítico con las propuestas, fiscalizar la rendición de cuentas y revisar los reportes de ejecución gubernamental son acciones esenciales para un ejercicio ciudadano responsable. Por ello, debemos recordar que la corrupción no siempre se presenta con la imagen del político tradicional. A veces, se disfraza en discursos que prometen romper con el sistema, pero terminan reproduciendo las mismas prácticas de opacidad y privilegios.
Cuando los supuestos salvadores acumulan denuncias y manejos turbios de fondos, en lugar de transparencia, recurren a ataques a la prensa, distracción mediática y discursos de persecución política. La ciudadanía, agotada y desinformada, lo deja pasar porque ve la política como algo ajeno a su vida cotidiana.
Cultura política y valores en crisis: de la meritocracia al amiguismo
La corrupción no es solo el robo de dinero, sino el deterioro de valores esenciales. La “viveza criolla” refuerza prácticas corruptas en todos los niveles de la sociedad, desde la vida cotidiana hasta las altas esferas del poder.
Entre los principales problemas destacan:
- Del esfuerzo al facilismo.
- Del bien común al clientelismo y la argolla.
- Del mérito a la lealtad ciega al grupo en el poder.
¿Ciudadanos víctimas o cómplices?
La corrupción se perpetúa cuando la ciudadanía es pasiva y desinformada. y la gobernanza no es solo tarea del gobierno, sino de una sociedad que exija transparencia y rendición de cuentas. Una buena educación cívica debe ser un pilar fundamental desde la infancia para formar ciudadanos críticos y participativos.
Luchar contra la corrupción no sólo con leyes, sino con una cultura de integridad y compromiso social. La corrupción no distingue ideologías ni partidos, y combatirla requiere una ciudadanía que no caiga en el juego de extremismos ni manipulaciones políticas.
La verdadera transformación comienza cuando el ciudadano, sin importar su posición política, decide actuar con coherencia y exigir responsabilidad sin sesgos ni intereses ocultos.

Gráfico: Statista.
No obstante, esta exigencia de transparencia y justicia no debe confundirse con la instrumentalización política de las marchas y protestas. Si bien la movilización ciudadana es una herramienta legítima en democracia, los colectivos radicales —en especial aquellos de extrema izquierda— buscan aprovecharse de estas coyunturas para desestabilizar el Estado y debilitar las instituciones, en lugar de fortalecerlas.
Esto no solo desvía la atención del problema de fondo, sino que genera un ambiente de polarización que impide la construcción de soluciones efectivas. Ahora, si mañana descubrieras que tu amigo o familiar está robando en el Estado, ¿lo denunciarías?