Un Chile histórico en su momento constituyente
La campaña en la opción Apruebo ha desplegado voluntarias y voluntarios en todo el país y ha recorrido los barrios conversando con la gente y haciendo festivales culturales que por ejemplo, en Santiago, congregaron a cerca de 500.000 personas el pasado jueves. | Imagen: EuroNews.
Por José María Jarry
Hoy, a tres años, estamos a un día de ratificar el cambio de constitución que tiene la posibilidad de abrir un momento político sin precedentes en la historia de Chile.
Chile vive esta semana uno de los eventos políticos más importantes de su historia reciente; este domingo 4 de septiembre se define en las urnas si la propuesta de nueva Constitución redactada durante el último año por la Convención Constitucional -órgano especialmente electo para dicho efecto- es aprobada o rechazada por la ciudadanía. Este proceso se enmarca dentro de un extenso ciclo regional de cambios políticos y constitucionales, donde pueden encontrarse diferencias y similitudes que se expondrán en este artículo.
Una nueva constitución se vuelve símbolo institucional de cambio de época y Chile es un país que en este tiempo se ha sacudido telúricamente de su mutismo heredado de la dictadura con manifestaciones y movimientos sociales que durante algo más de una década han instalado en la opinión pública la necesidad de avanzar en materia de derechos que en última instancia tienen una piedra de tope: La Constitución Política de la República de 1980, mandatada a escribir por la Junta Militar a una comisión de expertos liderada por el exministro de Justicia del gobierno de Alessandri Enrique Ortúzar -de ahí el nombre de “Comisión Ortúzar”-, pero cuyo arquitecto ideológico sería Jaime Guzmán Errázuriz; abogado constitucionalista y académico de la Universidad Católica de Chile, quien en 1991 con el retorno a la democracia llevaría las ideas del pinochetismo al Senado y sería asesinado en abril de ese año por militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) debido a su participación en la dictadura cívico-militar.
Es por todo eso que cambiar la Constitución, como siempre, no es un hecho banal en el acontecer de un país. Los cambios constitucionales marcan una promesa de transformación profunda que se plantea como capaz de resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía (Escudero, 2021) y la posibilidad real de terminar con una Constitución que fue diseñada en su núcleo para taponar cualquier avance democrático es una oportunidad única en la historia de Chile, aunque este no es un proceso nuevo.
Si bien en 2005 el ex presidente Ricardo Lagos efectuó vía Congreso una serie de reformas a la Constitución eliminando ciertos enclaves autoritarios (Garretón, 1991) de ésta como los senadores designados y la composición del Tribunal Constitucional -entre otros-, el corazón de la Carta Magna aún tenía impreso un orígen que se impuso a través de unas de las dictaduras más sanguinarias de América Latina, además de mantener “cerrojos” como los quórums supra mayoritarios que funcionan como una herramienta política para impedir el avance de reformas progresistas. Estas disposiciones diseñadas por la Comisión Ortúzar funcionan a modo de “camisa de fuerza” que en última instancia le niegan la soberanía y el poder constituyente al pueblo (Atria, 2013).
Esta “camisa de fuerza” revienta el 18 de octubre de 2019, cuando ocurre el estallido social producto de un cúmulo de injusticias y una crisis de la institucionalidad -en su amplio espectro- que se manifestaba en una desafección de la política tradicional y la necesidad de ampliar la participación ciudadana y generar espacios vinculantes e incidentes.
La situación que enmarca el cambio constitucional chileno tiene similitudes a procesos latinoamericanos, como por ejemplo que ésta se plantea como la salida democrática a una ola de protestas ciudadanas (Bolivia, Ecuador) pero no así de un descalabro del Estado y una situación prolongada de violencia e ingobernabilidad (Colombia).
La razón por la que se recurre a una nueva Constitución como solución a la crisis es porque, en democracia, el reemplazo de ésta tiene por sí misma un gran potencial transformador y éste proceso restituye la soberanía perdida (Escudero, 2021). Las protestas de 2019 tenían como lema “Chile despertó” y ello significaba un momento popular e instituyente de una soberanía nunca antes vista en la historia reciente del país.
La proliferación de Cabildos Ciudadanos autoconvocados por movimientos, barrios y los más diversos actores de la sociedad generaron la necesidad de poner en serio sobre la mesa la posibilidad de cambiar la Constitución. Frente al recrudecimiento de la represión y la agudización de la protesta callejera, el Gobierno de Piñera y el Congreso llegan a un “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” la madrugada del 15 de noviembre de 2019. Este era un hito del que sus consecuencias eran insospechadas.
¿Polarización? Una mirada a la campaña
Y es que esta posibilidad, además de abrir un momento político, también genera efervescencia. Apruebo o Rechazo, eres de ellos o de nosotros. Desde octubre de 2019 la sociedad chilena ha vivido un proceso que despierta las pasiones y no deja indiferente a nadie. Esta campaña no ha quedado exenta del viejo debate de la “polarización”.
¿Puede hablarse de tal fenómeno si los resultados de la elección anterior -plebiscito de entrada- estuvieron separados por más de 40 puntos porcentuales? Si bien el tema de la elección está en cualquier mesa de bar, taxi y -por supuesto- redes sociales, la verdad es que los episodios de enfrentamiento no han sido la tónica general. Con lamentables salvedades, los episodios de violencia no han sido un factor en el análisis de esta campaña.
Sin embargo, así como en diversas elecciones -Trump, Petro, Boric, Brexit- las “fake news” han estado a la orden del día.
Espacios virtuales -sobre todo Twitter- han sido la trinchera de los sectores más radicales de la derecha, que han sido los grupos más activistas que incluso los partidos políticos tradicionales de ese sector.
El daño al proceso -y finalmente a la democracia- que estos verdaderos grupos de choque generan a través de la desinformación ha sido materia de preocupación por las instituciones de este país, que han tenido que desmentir públicamente fake news relacionadas a un posible fraude y diversas acusaciones emitidas por estas “cuentas bot” que generan un tráfico de información que supera el 30% por trending topic.
Sin embargo, desde una mirada particular, la campaña en la opción Apruebo ha desplegado voluntarias y voluntarios en todo el país y ha recorrido los barrios conversando con la gente y haciendo festivales culturales que por ejemplo, en Santiago, congregaron a cerca de 500.000 personas el pasado jueves. No se trata de “buenos y malos”, sin embargo las miradas sobre la sociedad y la política son bastante claras en los que quieren mantener la actual constitución y quienes, desde una gran diversidad de movimientos y espacios, queremos cambiarla.
Hoy, más que una polarización, la ciudadanía está asistiendo a un debate de ideas que define en buena parte la convivencia cívica y el sistema político de Chile para el próximo período histórico. La campaña, desde su diversidad e intensidad, ha sido una muestra de un tablero que se está reconfigurando en este lugar del Cono sur.
Esperanzas
Fue el año 2013 cuando escuché por primera vez hablar sobre la necesidad de cambiar la Constitución. Por esos años un señor de la política de siempre había dicho que pensar siquiera en una Asamblea Constituyente era «fumar opio«. Es que quién iba a pensar que siete años después íbamos a estar aprobando un plebiscito de entrada que iba a poner sobre la mesa la posibilidad de terminar con la Constitución de la dictadura cívico-militar.
En esos años soñábamos con correr el cerco de lo posible y nos organizamos para levantar un movimiento constituyente que no iba a ver la luz sino hasta el día de hoy. Hay esperanza, hay sueños y trabajo. Nuestra historia se cruza con la de muchos en muchos países, y eso es lo bonito de esto. Con seguridad, sea cual sea el resultado en Chile hemos corrido el cerco de lo posible y este domingo la ciudadanía va a hablar en consecuencia.