Una defensa de la polarización política
La polarización, lejos de ser una amenaza a la democracia, puede ser una condición necesaria para su existencia y funcionamiento pleno; ya que prospera cuando hay conflicto y cuando éste se administra de manera que no derive en violencia política.
Por Matias Federico Boglione
Lejos de ser un obstáculo para la democracia, la polarización política es una de sus garantías más importantes. En las sociedades donde la polarización está ausente, como en los regímenes autoritarios, también suelen faltar las libertades políticas básicas.
La polarización política se ha convertido en uno de los temas más discutidos en el análisis contemporáneo.
Mientras que muchos la critican, asociándola con conflictos y divisiones sociales, este artículo argumentará en su defensa. Al observar los países donde la polarización política es baja o inexistente, a menudo nos encontramos con regímenes autoritarios, donde no hay espacio para la disidencia y las libertades civiles y políticas son severamente restringidas.
Este análisis sostiene que la polarización, lejos de ser una amenaza a la democracia, puede ser una condición necesaria para su existencia y funcionamiento pleno.
¿Qué es la polarización?
La polarización política, como describen Gabriel Kessler y Gabriel Vommaro (2021), es un fenómeno donde las posiciones políticas se ven extremas y contrapuestas. Si bien en Estados Unidos, la polarización está dominada por demócratas y republicanos, en otros contextos, como América Latina, el término se manifiesta de forma distinta.
Por ejemplo, en Argentina, la división histórica entre peronistas y antiperonistas ha evolucionado hacia una polarización que se profundizó tras el conflicto entre el kirchnerismo y las organizaciones agrarias en 2008.
Sin embargo, este fenómeno no solo afecta a las élites políticas, sino que también se extiende a la sociedad. La dicotomía ideológica a menudo organiza el comportamiento electoral, la participación ciudadana y la percepción de la realidad pública. En contraste, en regímenes donde la polarización es casi inexistente, como en algunos autoritarismos, no se permite el surgimiento de posiciones opuestas ni el debate democrático. Esto lleva a una homogeneidad peligrosa en el discurso político, lo que, a menudo, es síntoma de una falta de libertad.
La ausencia de polarización en regímenes autoritarios
En países donde dominan los regímenes autoritarios, la polarización política es prácticamente inexistente. Esto ocurre porque los líderes autoritarios suelen buscar la eliminación de cualquier forma de oposición. En lugares como Corea del Norte, Arabia Saudita o Cuba, la disidencia política es suprimida, y cualquier divergencia de la narrativa oficial se castiga con dureza.
Este ambiente de pensamiento único asegura que no haya polarización porque no hay margen para que surjan posiciones opuestas. La falta de debate político y el establecimiento de una sola verdad es una característica clave de estos regímenes.
La baja polarización en estos contextos no es un signo de estabilidad democrática, sino de opresión. Los ciudadanos no tienen la libertad de expresar puntos de vista divergentes, y el pluralismo ideológico está reprimido. En este sentido, la polarización política puede verse como un síntoma saludable de una sociedad plural, donde las diferentes opiniones coexisten y el debate público es vibrante.
La polarización como motor de la democracia
En democracias funcionales, la polarización puede servir como un motor para el debate político y la participación ciudadana. En contextos donde la polarización es evidente, las elecciones tienden a movilizar a más votantes y las identidades políticas se fortalecen. Esto se debe a que los ciudadanos ven una clara diferenciación entre las opciones políticas, lo que puede aumentar el interés por la participación electoral.
Por ejemplo, en Argentina, la polarización ha dado lugar a la consolidación de dos grandes coaliciones políticas, que ofrecen a las votantes opciones claras y diferenciadas. Esto no solo facilita la toma de decisiones, sino que también promueve un mayor grado de involucramiento ciudadano en la política, un factor crucial para la salud democrática.
Además, la polarización puede ser una forma de organizar el debate público en torno a temas esenciales. En lugar de diluirse en una masa homogénea de opiniones, los temas polarizantes como la legalización del aborto o las políticas redistributivas suelen generar una mayor participación y discusión, lo que puede conducir a avances sociales significativos.
La polarización como garantía de libertades políticas
En contraposición a la percepción negativa de la polarización, los regímenes donde la polarización no existen tienden a ser aquellos en los que las libertades políticas están gravemente restringidas. Un caso notable es el de China, donde el Partido Comunista monopoliza el poder y no permite la existencia de una oposición política formal. La falta de polarización en China no se debe a un consenso general, sino a la represión sistemática de cualquier tipo de disidencia.
La polarización, en su mejor expresión, es una garantía de que existen múltiples puntos de vista en la esfera pública y de que el gobierno no puede imponer un pensamiento único sin enfrentar oposición. Este choque de ideas y visiones es precisamente lo que define una democracia robusta. En las democracias liberales, la polarización asegura que las voces disidentes tengan un espacio legítimo para expresarse, lo cual es esencial para prevenir el surgimiento de autoritarismos.
¿Realmente es perjudicial?
A pesar de sus ventajas, la polarización también ha sido criticada por sus efectos negativos, como la creciente división social y la percepción de que los ciudadanos se vuelven más intolerantes con aquellos que no comparten sus puntos de vista.
Esto ha llevado a algunos estudiosos a señalar que la polarización afectiva, más que programática, está dominando el escenario político. Sin embargo, este fenómeno no es inherentemente negativo. La competencia electoral y el choque de ideas son elementos fundamentales para que una democracia se mantenga viva y dinámica.
Además, en sociedades donde las divisiones ideológicas están más marcadas, los electores tienden a ser más consistentes en sus decisiones políticas. Como mencionan autores como Abramowitz y Saunders (2008), la polarización política puede aumentar la coherencia en las decisiones de los votantes al clarificar las posiciones en juego. En este sentido, un mayor grado de discrepancia puede ayudar a los ciudadanos a entender mejor las alternativas políticas disponibles y tomar decisiones más informadas.
El peligro de la “moderación forzada”
Mientras que algunos ven en la polarización un peligro, también es importante reconocer los riesgos de una moderación forzada. En sistemas donde este fenómeno es evitado a toda costa, como en los regímenes autoritarios, el espacio para el disenso se reduce restrictivamente. Esto lleva a una uniformidad que puede ser peligrosa para la diversidad de pensamiento. El riesgo de imponer una falsa sensación de unidad es que las minorías y las opiniones disidentes no solo son ignoradas, sino reprimidas.
En democracias, por otro lado, la polarización asegura que las voces diversas se escuchen. Cuando se evita este fenómeno en nombre de la “unidad”, se corre el riesgo de silenciar a los opositores, lo que puede ser un preludio al autoritarismo. La democracia prospera cuando hay conflicto, debate y, sí, incluso polarización.
La polarización permite que coexistan diferentes ideas y posturas, lo que en última instancia fortalece el debate público y garantiza que ninguna voz sea silenciada. En lugar de ver a este fenómeno como una amenaza, debemos reconocerla como un componente esencial para mantener una democracia viva y funcional.