A la derecha de la batalla cultural: radiografía de una guerra ideológica

Uno de los elementos centrales del ethos filosófico de la derecha radical es la idea de decadencia. Las narrativas de declive cultural y civilizatorio son un eje fundamental para justificar sus agendas. Estas narrativas se basan en la creencia de que las sociedades occidentales están en decadencia debido al multiculturalismo, el progresismo y la globalización.
Por José María Jarry.
La derecha radical ha comprendido que la lucha por el poder no se limita a las urnas, sino que debe librarse en el terreno de la cultura.
La derecha radical y su ethos filosófico: un análisis de la reacción antiliberal
En los últimos años, el panorama político global ha experimentado un giro significativo hacia la derecha, marcado por el ascenso de movimientos y líderes que capitalizan el malestar social, económico y cultural. Este fenómeno se manifiesta en formas que van desde el conservadurismo radical hasta la ultraderecha abiertamente xenófoba y autoritaria.
Según el politólogo Cas Mudde, uno de los principales estudiosos del fenómeno, la derecha radical se caracteriza por combinar tres elementos clave: nacionalismo, autoritarismo y populismo. En relación a la democracia liberal, estos tienen sus matices, sin embargo, participan de esta. Mientras tanto, la ultraderecha se configura como una fuerza política anti liberal con componentes como el racismo, la xenofobia y una nostalgia explícita por regímenes fascistas.
Ambos comparten una crítica feroz al liberalismo y al multiculturalismo, y promueven narrativas de decadencia y restauración que encuentran cabida en votantes cada vez más descontentos y náufragos de las crisis del Estado de Bienestar.
Este artículo explora las raíces intelectuales de este fenómeno, centrándose en la influencia de la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) y sus principales pensadores, Alain de Benoist y Guillaume Faye, así como en cómo estas ideas han sido adaptadas y utilizadas por líderes y autores contemporáneos.
La Nouvelle Droite: el sustrato intelectual de la derecha radical
En la década de 1960, surgió en Francia la Nouvelle Droite, un movimiento intelectual que buscaba dar un nuevo aire a la derecha radical y conservadora al tiempo de ser una respuesta al movimiento estudiantil de Mayo de 1968. Su principal centro de pensamiento, el Grupo de Investigación y Estudios de la Civilización Europea (GRECE, por sus siglas en francés), se convirtió en el brazo académico de esta corriente, influyendo en formaciones de derecha radical en Europa, Estados Unidos e incluso América Latina. Dos figuras centrales de este movimiento son Guillaume Faye y Alain de Benoist, cuyas ideas han moldeado el pensamiento de la derecha radical contemporánea.
Guillaume Faye, uno de los fundadores del GRECE, que fue expulsado del grupo más tarde por sus visiones más radicales y cercanas al fascismo clásico, desarrolló la idea de una “convergencia de catástrofes“, que predice un colapso civilizatorio debido a crisis demográficas, migratorias y ecológicas.
Fuente: EOM.
Para Faye, este colapso debe ser aprovechado para reorganizar la sociedad en torno a principios nativistas, supremacistas y anti-islámicos. Su pensamiento ha sido fundamental para la alt-right norteamericana y grupos identitarios europeos como Generación Identitaria, vinculada fuertemente a grupos neo nazis.
Por otro lado, Benoist buscó alejarse del fascismo clásico y adoptó un enfoque metapolítico, inspirado en las ideas de Antonio Gramsci. Benoist argumentaba que la derecha debía ganar la “batalla cultural” y con ello hacerse del poder.
Promovió también el etnopluralismo, una idea que defiende la preservación de las identidades culturales frente al multiculturalismo, y criticó tanto el liberalismo como el igualitarismo. De Benoist ha sido una figura clave para la derecha radical europea, influyendo en partidos como el Rassemblement National en Francia y la AfD, uno de los grandes ganadores de las últimas elecciones legislativas, en Alemania.
Narrativas de decadencia y restauración en la derecha radical
Uno de los elementos centrales del ethos filosófico de la derecha radical es la idea de decadencia. Las narrativas de declive cultural y civilizatorio son un eje fundamental para justificar sus agendas. Estas narrativas se basan en la creencia de que las sociedades occidentales están en decadencia debido al multiculturalismo, el progresismo y la globalización a través de agendas secretas que buscan erosionar el “orden natural” de las cosas.
Como señala Arthur Herman en su libro “La Idea de Decadencia en la Historia Occidental” (1997), la decadencia ha sido un “hilo conductor en el pensamiento occidental, utilizado para explicar el colapso de imperios y la pérdida de valores“. Esta lógica alimenta una política de la desesperanza, donde la decadencia se presenta como un hecho irreversible y las soluciones populistas como la única salida.
La derecha radical construye su discurso sobre un estado de desesperanza y desconfianza hacia las instituciones, prometiendo una restauración de un pasado idealizado. Así, la decadencia no es solo un diagnóstico, sino un instrumento político que justifica medidas extremas en nombre de la “salvación nacional”.
Si miramos a representantes de estas ideas en nuestra región, nos podemos encontrar con el caso de Javier Milei, en donde esta narrativa se manifiesta en su discurso de asunción, donde citó el libro bíblico de los Macabeos: “El triunfo en la guerra no viene de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo”.
Sus seguidores se autodenominan “Las Fuerzas del Cielo“, evocando una lucha épica contra la inmoralidad y la corrupción. Milei, con un fuerte libertarianismo económico inspirado en Friedrich Hayek, y un discurso populista y anti-establishment, promete restaurar la grandeza de Argentina a través de la desregulación y la reducción del Estado. Su retórica está profundamente atravesada por lo religioso, para presentarse como un líder mesiánico que guiará a su país hacia la salvación.
Una bandera de Qanon ondea entre los partidarios de Trump que asaltan el Capitolio de los Estados Unidos. | Fotografía: Brookings.
Donald Trump, por su parte, utiliza el eslogan “Make America Great Again” para apelar a la nostalgia de un pasado idealizado y a la necesidad de restaurar la grandeza perdida. Trump emplea la retórica del “amigo-enemigo“, inspirada en Carl Schmitt, para identificar a los inmigrantes, las élites y los medios como enemigos del pueblo.
Su discurso promueve una visión apocalíptica de Estados Unidos, amenazado por la inmigración y el progresismo, y ofrece una solución basada en el nacionalismo excluyente y el autoritarismo. Además, Trump ha cultivado una base de apoyo entre los protestantes estadounidenses, quienes ven en su liderazgo una oportunidad para restaurar los valores cristianos en la política.
La reacción antiliberal y la batalla cultural
La derecha radical ha comprendido que la lucha por el poder no se limita a las urnas, sino que debe librarse en el terreno de la cultura. Es por esto que comúnmente es utilizada una retórica gramsciana para referirse a una batalla cultural para combatir al progresismo y a la izquierda, presentándolos como responsables de la crisis y el declive civilizatorio.
En América Latina, esta estrategia se ha manifestado en el ascenso de líderes que utilizan retóricas anti-progresistas y anti-intelectuales, promoviendo una agenda conservadora para penetrar la educación y las instituciones, eliminando referencias a la diversidad sexual, los derechos de las mujeres y diversas conquistas en materia de igualdad y Derechos Humanos.
En este contexto, figuras como Agustín Laje y Axel Kaiser han jugado un papel clave en la difusión de ideas de derecha radical y conservadora en la región. Laje, politólogo argentino y Director Ejecutivo de de la Fundación Faro (recientemente bajo la lupa tras el escándalo de la crypto moneda $Libra), es conocido por sus posiciones anti feministas y anti LGBTIQA+.
Agustín Laje, uno de los “intelectuales” favoritos de Javier Milei. | Imagen: Infobae.
A través de sus libros, conferencias y presencia en redes sociales ha promovido una narrativa que presenta al progresismo y a las políticas de género como una amenaza para la familia tradicional y los valores civilizatorios. Su discurso se ha instalado entre sectores conservadores y religiosos, consolidando una base de apoyo para la derecha radical en Argentina y otros países de la región.
Por su parte, Axel Kaiser, abogado y escritor chileno, ha sido un defensor prominente de la Escuela Austriaca de Economía y de las ideas libertarias. Como presidente de la Fundación para el Progreso, Kaiser ha promovido políticas de desregulación y reducción del Estado, argumentando que el libre mercado es la única vía para el desarrollo económico. Sin embargo, su pensamiento también incluye elementos de la derecha radical, como la crítica al multiculturalismo.
Uno de los “campos de batalla” más importantes para las derechas son hoy las redes sociales y los medios de comunicación, donde se difunden noticias falsas y teorías conspirativas. Internet y las redes sociales han funcionado como una caja de resonancia para amplificar estos discursos, con plataformas y foros como 4Chan, donde se gestan movimientos de la alt-right como QAnon, y redes como TikTok, Facebook y X , que recientemente eliminaron sus políticas de fact checking, facilitando la viralización de desinformación y discursos de odio.
Hacia una respuesta progresista: unidad, derechos humanos y democracia
La irrupción de la derecha radical no es un fenómeno pasajero ni aislado, sino el resultado de crisis estructurales de la democracia liberal explotadas hábilmente por líderes populistas. Para enfrentar su avance, es necesario que las izquierdas recuperen el clivaje capital-trabajo como eje central del relato y quehacer político. Esto implica proponer políticas que redistribuyan la riqueza y garanticen derechos laborales y sociales, fortaleciendo a los trabajadores, capas medias y bajas, que hoy entregan su apoyo a formaciones de derechas en sus versiones populistas, conservadoras y radicales.
Asimismo, es urgente reivindicar un universalismo que se centre en la justicia social, sostenibilidad ambiental y respeto a la diversidad, frente a la atomización identitaria promovida por la derecha radical y otros movimientos no necesariamente identificados con esa corriente política.
Este universalismo debe integrar las demandas de los sectores más vulnerables, como los trabajadores, los pueblos indígenas y las comunidades históricamente marginadas, garantizando su participación activa en la construcción de un proyecto común que priorice el bienestar colectivo.
Finalmente, es fundamental fortalecer alianzas programáticas entre fuerzas progresistas, democráticas y defensoras de los derechos humanos, superando divisiones internas y construyendo una agenda común que enfrente los desafíos actuales. Además, es crucial relevar la necesidad de reconstruir los cordones sanitarios contra la extrema derecha.
El desafío es significativo, pero no insuperable. El progresismo y las fuerzas democráticas deben priorizar la unidad estratégica y la construcción de un proyecto transformador. La historia reciente demuestra que la fragmentación y la falta de una respuesta cohesionada han permitido el avance de la derecha radical.
Por ello, es imperativo actuar con determinación, fortaleciendo las bases programáticas que permitan contrarrestar el ascenso de estas fuerzas. El futuro no está predeterminado, y depende de la capacidad de las izquierdas y el progresismo para ofrecer una alternativa viable y coherente frente a los discursos de odio y exclusión.