La diplomacia digital podría salvar al mundo

La diplomacia ha evolucionado y adoptado múltiples formas, adaptándose a los cambios y desafíos de cada época. Hoy analizamos cómo la irrupción de las redes sociales ha transformado una práctica tradicionalmente conservadora, dando paso a la diplomacia digital.
Por Luana Moreno.
La desinformación no solo es un riesgo derivado de la masividad y el alto acceso a plataformas sociales, sino que también puede formar parte de una estrategia diplomática diseñada para alterar la percepción de un público objetivo.
La diplomacia es una práctica centenaria que ha pasado por numerosas modificaciones y, sin embargo, sigue siendo un pilar fundamental en las relaciones internacionales. Tradicionalmente, la diplomacia se ha basado en la representación de la política exterior y los intereses de un país a través de su personal diplomático. A lo largo de la historia, las sociedades han desarrollado diversas unidades políticas, requiriendo herramientas para mantener la comunicación y el vínculo entre ellas.
En este contexto, la diplomacia ha evolucionado y adoptado múltiples formas, adaptándose a los cambios y desafíos de cada época. Hoy analizamos cómo la irrupción de las redes sociales ha transformado una práctica tradicionalmente conservadora, dando paso a la diplomacia digital.
La evolución de las TIC en la diplomacia
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han cambiado profundamente la diplomacia. Pero ¿qué son las TIC? Son herramientas tecnológicas como internet, telecomunicaciones y computadoras que facilitan el almacenamiento, intercambio y comunicación de información (Díaz, 2012).
Cuando llegó el teléfono, los diplomáticos pudieron mantenerse en contacto más seguido, consultar decisiones clave y negociar en tiempo real. Luego, la televisión y la transmisión satelital permitieron a la opinión pública presenciar eventos internacionales mientras ocurrían, impactando la forma en que los políticos respondían a las expectativas globales.
Sin embargo, el cambio más radical llegó con internet. Ya no se trataba solo de consumir información, sino de generarla. Blogs, redes sociales y plataformas digitales democratizaron el acceso y la producción de contenido, permitiendo a gobiernos y ciudadanos compartir perspectivas al instante. Este entorno digital ha llevado la diplomacia a nuevos escenarios, donde una publicación en X puede tener el mismo impacto que un comunicado oficial.
Usuarios digitales que hablan por los Estados
Entre 2010 y 2023, los gobiernos dieron un salto al mundo digital para adaptar sus ejercicios diplomáticos a la nueva era. Con la proliferación de redes sociales, cualquier persona podía crear un perfil y compartir contenido con audiencias globales. Los Estados no tardaron en sumarse a esta tendencia.
En 2007, Barack Obama marcó un hito al convertirse en el primer líder mundial en abrir una cuenta en X (antes Twitter). Su iniciativa inspiró a otros mandatarios, diplomáticos y jefes de Estado a seguir su ejemplo entre 2009 y 2011. Para 2012, representantes de 125 países ya tenían cuentas oficiales en la plataforma (Lüfkens, 2012). El resultado fue una interacción sin precedentes entre líderes mundiales y ciudadanos.
El crecimiento fue exponencial: en 2020, 189 países estaban presentes en X, utilizando sus cuentas oficiales para comunicarse con el mundo. Pero más allá de las tendencias, estas plataformas se convirtieron en un canal directo para difundir posturas oficiales, eventos internacionales y estrategias de política exterior.
Las reglas de juego de la diplomacia digital
En un entorno donde la atención es efímera y la competencia por captar interés es feroz, la diplomacia también ha tenido que adaptarse. Según Bjola y Manor (2024), la interacción digital no es aleatoria, sino que sigue ciertas “reglas gramaticales” que modelan la comunicación en línea.
Simplicidad visual
Los mensajes visuales de contenido informativo simple tienden a viajar más rápido y llegar más lejos. En un mundo saturado de información, las imágenes llamativas, infografías y memes pueden comunicar ideas complejas de forma ágil. Además, los símbolos y emociones visuales trascienden barreras culturales, facilitando la interpretación de eventos globales.
Marco emocional
Las publicaciones que evocan emociones intensas suelen volverse virales. Según estudios, sentimientos como la alegría, la culpa, el desprecio y la angustia son más efectivos para difundir mensajes, mientras que el enojo y el miedo pueden reducir su alcance. Para los diplomáticos, esto supone un cambio drástico: de un discurso neutral y formal a un contenido que conecte emocionalmente con el público. Un ejemplo claro es cuando un líder mundial visita una zona de desastre y comparte el momento en redes sociales, generando empatía inmediata.
Personalización computacional
Los algoritmos deciden qué contenido llega a quién. Para los Ministerios de Relaciones Exteriores (MRE) y diplomáticos, esto representa un reto, ya que sus mensajes suelen enfocarse en agendas globales y no en intereses individuales. Sin embargo, personalizar los mensajes y hablar en el lenguaje del público objetivo incrementa el compromiso.
Un caso notable fue el de la embajadora ucraniana en EE. UU., Oksana Markarova, quien vinculó la lucha histórica por la democracia en EE. UU. con la resistencia de Ucrania frente a Rusia en un tuit con el hashtag #4thOfJuly, logrando una conexión estratégica con la audiencia estadounidense.
Hibridación de la participación
La participación física y virtual ahora se integran y potencian mutuamente. La pandemia de COVID-19 impulsó un modelo híbrido donde la interacción cara a cara se complementa con videoconferencias. Hoy, una cumbre internacional puede contar con reuniones presenciales mientras que otras delegaciones participan de forma remota, ampliando la inclusión sin restricciones geográficas.
¿Para qué sirve un tuit en la diplomacia?
En la era digital, los tuits son herramientas estratégicas en la diplomacia digital que, bien utilizadas, pueden cambiar percepciones, construir relaciones y alcanzar objetivos concretos.
En nuestro estudio, decidimos sistematizar los principales usos de la Diplomacia Digital en tres variables: Marca País (nation branding en la diplomacia digital), geopolítica (diplomacia digital en conflictos internacionales) y política exterior.
Marca País
La “Nation Branding” o marca país se entiende como la estrategia de un Estado para proyectar una imagen específica hacia el exterior. El objetivo es transmitir identidad nacional, cultura, política y economía de una manera que genere beneficios tangibles, como atraer inversión extranjera, turismo o posicionarse como líderes en temas clave (Murphy, 2022).
En este contexto, las redes sociales juegan un rol crucial en la diplomacia digital. Funcionan como un escaparate global donde los países publicitan logros, iniciativas y valores. Un fenómeno muy interesante vinculado a este uso es el de la “Selfie Diplomacy” (Manor & Segev, 2015), donde los Estados moldean cómo quieren ser percibidos en el ámbito internacional, mostrándose en su mejor ángulo.
Estonia es un caso emblemático de éxito en Nation Branding. En 2021, su marca país creció un impresionante 38%, consolidándose como “el país más digital del mundo” (Nation Brands 2021, 2021). ¿Cómo lo lograron?
A través de iniciativas como Enterprise Estonia y el programa e-Residency, invitaron a emprendedores de todo el mundo a abrir empresas en su territorio, ofreciendo acceso confiable a servicios digitales de alta calidad. Además, se apoyaron en crear un sitio web oficial e-estonia.com con el foco en tres pilares: sociedad digital, medio ambiente limpio y naturaleza intacta, y personas inteligentes.
Este portal no solo promociona el turismo, sino que busca atraer inversiones extranjeras. Gracias a la digitalización, el 99% de los servicios gubernamentales del país están disponibles en línea, fortaleciendo la confianza y posicionándolos como referentes globales en digitalización. Las cuentas oficiales del gobierno y sus líderes reflejan esta narrativa, publicando contenido que resalta sus avances tecnológicos y su compromiso con la innovación.

Parte del comité encargado de llevar la Marca Estonia al mundo. | Foto: Brand Estonia.
Por otro lado, Costa Rica optó por diversificar su estrategia de Marca País, combinando su ya conocido atractivo turístico con un fuerte énfasis en sustentabilidad y energías renovables.
El gobierno delegó la construcción de su marca país a un comité autónomo, lo que le permitió diseñar una estrategia flexible y focalizada, acompañada por la comunicación en redes de sus objetivos de sustentabilidad, posicionándose como un líder en energías limpias y cuidado ambiental.
Geopolítica
En la era de las redes sociales, los perfiles oficiales de gobiernos, diplomáticos y líderes no solo funcionan como canales de comunicación, sino como herramientas para posicionarse frente a conflictos internacionales y demostrar el estado de las relaciones entre Estados.
Además, la diplomacia digital permite a los actores estatales y no estatales influir en la opinión pública global, movilizar apoyo internacional y contrarrestar narrativas adversas en tiempo real.
Antes de la irrupción de la diplomacia digital, las declaraciones oficiales y las interacciones diplomáticas tenían lugar en espacios cuidadosamente controlados: entrevistas, discursos, publicaciones o exposiciones que requerían un tiempo considerable de preparación.
Hoy, las redes sociales permiten que los gobiernos comuniquen su postura de forma instantánea, mostrando reacciones rápidas y en tiempo real ante eventos globales.
Aunque actualmente estas publicaciones suelen formar parte de estrategias de comunicación bien diseñadas, la inmediatez y el impacto de un tuit permiten transmitir mensajes diplomáticos con rapidez, moldeando la narrativa desde el primer momento.
Un caso paradigmático de esta dinámica ocurrió durante la crisis de Crimea. En 2014, la anexión de esta península por parte de Rusia generó una serie de reacciones internacionales, mostrando cómo las redes sociales pueden ser utilizadas como herramientas de legitimación y propaganda en conflictos geopolíticos.
El usuario de X de la Misión de Canadá ante la OTAN (@CanadaNATO) tuiteó un mapa en el que se mostraban las fronteras entre Rusia y “no Rusia”, haciendo referencia a la anexión de la península. La respuesta de la contraparte fue rápida, por parte de la Misión de Rusia ante la OTAN (@natomission_ru), publicando otro mapa en el cual sí se incluye a Crimea dentro de la Federación Rusa.
Política Exterior
En la actualidad, la política exterior ha adoptado la diplomacia digital como un medio esencial para comunicar intereses y valores nacionales. Las redes sociales permiten a los Estados conectar directamente con audiencias globales, difundir narrativas oficiales y gestionar crisis diplomáticas.
Esta herramienta no solo facilita el diálogo directo con otros actores internacionales, sino que también permite medir la opinión pública y adaptar las estrategias de comunicación según las reacciones recibidas en tiempo real.
Un ejemplo relevante es el uso que hace el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón en X, donde combina diplomacia cultural con política exterior, proyectando una imagen positiva del país mientras comunica sus posturas en temas globales como la seguridad regional en Asia-Pacífico.
Los desafíos de la diplomacia digital
Generar engagement
Un desafío común para influencers y community managers es generar engagement con su audiencia, y la diplomacia digital no escapa a esto. Si no hay una interacción real entre las cuentas oficiales y el público, no estamos hablando realmente de comunicación ni de diplomacia pública.
Por ello, muchos ministerios de relaciones exteriores y diplomáticos trabajan para producir contenido que impulse una conversación bidireccional, fomentando una comunicación dialógica en lugar de un monólogo.
Se comprende cada vez más que aprovechar el potencial de las redes sociales no consiste simplemente en “copiar y pegar” estrategias de comunicación política tradicionales, sino en adaptarlas al medio.
Desinformación y fake news
Según Guzmán-Rincón y Rodríguez-Cánovas (2021), la desinformación no solo es un riesgo derivado de la masividad y el alto acceso a plataformas sociales, sino que también puede formar parte de una estrategia diplomática diseñada para alterar la percepción de un público objetivo.
En este contexto, los gobiernos utilizan la desinformación de manera planificada para maximizar el impacto de sus mensajes, creando cuentas en redes sociales que atraen a una gran cantidad de usuarios mediante distintos métodos.
A medida que las personas interactúan con ellas, se exponen a contenido desinformativo. Este mensaje puede ser amplificado por bots y trolls, generando “cámaras de eco” donde las ideas se refuerzan mediante la repetición. Esto dificulta el acceso a información veraz y crea una población menos informada.
Si la desinformación se convierte en una estrategia diplomática, surge una pregunta clave: ¿cómo pueden los diplomáticos e instituciones protegerse contra estos ataques? El reto actual es desarrollar estrategias efectivas que prevengan la propagación de desinformación, reduzcan su viralización y proporcionen información veraz para refutarla y reparar los daños.
Regulaciones
Aunque los tuits de diplomáticos y líderes de Estado son publicaciones oficiales, las plataformas en las que se realizan son servicios privados. Esto significa que deben seguir reglas y estándares establecidos por estas plataformas, las cuales han evolucionado con el tiempo debido a los riesgos del entorno digital.
Un caso emblemático ocurrió el 6 de enero de 2021, cuando seguidores del presidente de EE.UU. tomaron el Capitolio, aparentemente incitados por publicaciones de @realDonaldTrump. Frente a esto, la plataforma X decidió suspender la cuenta. Este evento generó un intenso debate sobre la libertad de expresión (Manor, 2021).
Lo que quedó claro es que las compañías privadas tienen un poder significativo sobre los discursos públicos y las agendas internacionales. Estas plataformas modifican sus políticas sin consultar con los líderes globales, lo que obliga a los gobiernos a adaptarse si desean seguir manteniendo presencia en el mundo digital.
El futuro de la diplomacia digital
La tecnología avanza a un ritmo imparable, y las formas y características de la diplomacia digital que conocemos hoy seguirán evolucionando a medida que surjan nuevas innovaciones. Las instituciones y los diplomáticos lo saben y están en una carrera para aprovecharlas al máximo.
Un ejemplo de ello son los “embajadores tecnológicos”, asignados para fortalecer las relaciones de los Estados con los gigantes de Silicon Valley. Esta práctica forma parte de la “tecplomacia”, que promueve la integración de tecnologías emergentes como Big Data, Inteligencia Artificial y Realidad Virtual en la política exterior (Embajada Abierta, 2020).
Big Data
Big Data se refiere a grandes volúmenes de información que requieren nuevos métodos de procesamiento para facilitar la toma de decisiones, descubrir patrones y optimizar procesos (Gartner, 2012).
Su análisis ha mejorado la eficacia de la diplomacia digital, permitiendo a los diplomáticos adaptar mejor su mensaje, reducir la brecha de percepción entre su propia imagen y la del público y evaluar estrategias de comunicación en función de su “retorno de inversión” (Bjola, 2018). Esto permite una diplomacia más efectiva y precisa, orientada a públicos específicos y ajustada a sus preferencias.
Inteligencia artificial
Según Konovalova (2023), la IA es una herramienta clave en la diplomacia, apoyando tanto en tareas cotidianas como en la diplomacia tradicional. En la ONU, por ejemplo, la IA ayuda a analizar discursos en tiempo real para ajustar los consejos al Presidente de la Asamblea General. En el servicio consular, mejora la eficiencia en la gestión de solicitudes de visado y asistencia jurídica para refugiados.
Además, en diplomacia pública, puede analizar grandes volúmenes de datos para generar estrategias de comunicación basadas en intereses individuales.
Sin embargo, la IA también presenta riesgos. Un desafío importante es la posibilidad de que ciertas funciones diplomáticas sean reemplazadas por estas tecnologías. Además, los diplomáticos deben evitar volverse dependientes de la IA, ya que en un entorno competitivo esto puede ser desventajoso si no se mantiene actualizada (Konovalova, 2023).
También existe el riesgo de que las empresas privadas que desarrollan IA influyan en su funcionamiento según sus propios intereses. Finalmente, la digitalización de datos conlleva amenazas de ciberataques, lo que hace que la protección de la información sea crucial.
Realidad virtual
El Metaverso podría revolucionar la diplomacia digital al ofrecer una comunicación más inmersiva, fomentar la participación inclusiva y facilitar simulaciones para el entrenamiento de diplomáticos. No obstante, también plantea retos importantes en cuanto a privacidad, seguridad y desigualdades en el acceso a estas tecnologías.
Además, la aparición de nuevas tecnologías genera preguntas fundamentales sobre el concepto mismo de Estado. Si el territorio es una característica constitutiva de un Estado, ¿qué implica abrir una embajada en el Metaverso, como hizo Barbados en 2022? (Konovalova, 2023). La diplomacia digital está reconfigurando nuestras nociones de espacio, presencia y relación entre los Estados.

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