Feminismo para descolonizar la economía
Descolonizar la economía desde el feminismo es indispensable para luchar contra la perpetuación del dominio de la modernidad occidental. Esa que se manifiesta en la desvalorización sistemática de los conocimientos y prácticas de las mujeres. | Ilustración: Jessa.
Por Valentina Hortúa y Catalina Pulgarin
La colonización europea introdujo un nuevo conjunto de valores arraigados en la racionalidad, el individualismo y la dominación de la mujer. La imposición de estos valores ha tenido implicancias en la reproducción del sistema capitalista. La descolonización es urgente.
La resistencia a través de la descolonización se ha establecido como característica principal de las mujeres latinoamericanas. Ellas han sobrevivido a fuertes luchas a lo largo de los siglos frente a la colonialidad capitalista y patriarcal.
Esto se apoya en la idea de que la colonización europea introdujo un nuevo conjunto de valores arraigados en la racionalidad, el individualismo y la dominación de la mujer.
La imposición de estos valores ha tenido implicancias en la reproducción del sistema capitalista, que se basa en la discriminación de conocimientos considerados «inferiores» por provenir de minorías y para el caso en cuestión de mujeres.
Esta discriminación se ha incrustado como la estrategia clave para no solo consolidar, sino perpetuar el dominio de la modernidad occidental, que se manifiesta en la desvalorización sistemática de los conocimientos y prácticas feministas.
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Theotonio Dos Santos (1970), señala que la dependencia se ha convertido en un mecanismo de explotación que mantiene la desigualdad en la producción, en sus estructuras sociales y políticas. En donde la economía de ciertos países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otros.
De esta manera, se desencadena una forma muy dispar respecto a la distribución de los tipos de producción, al igual que una desigualdad social que solo aumenta. Descolonizar es urgente.
Al respecto, Víctor Manuel Andrade (2020), señala que el núcleo central de la crítica decolonial se dirige a desmantelar la orientación universalista que paradigmas originarios de Europa y Occidente, han impuesto sobre otros conocimientos, experiencias y características específicas de sociedades distintas a las suyas, es decir, las periféricas, las del denominado “Sur Global”.
En ese sentido, la presuposición del progreso de las sociedades periféricas implica la adopción de características estructurales propias de las sociedades occidentales.
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Descolonización, economía y feminismo
Así pues, la teoría decolonial busca subrayar la diversidad de perspectivas y enfoques que existen en diversas culturas, desafiando la noción de que el progreso debe medirse según los estándares occidentales, uno de ellos es la economía feminista.
En ese sentido, una de las figuras más relevantes de la Economía Política Internacional, Susan Strange, advirtió sobre los peligros de un sistema económico global en ausencia de una óptima gobernanza, que entre otras cosas, conduciría al incremento de las desigualdades sociales y económicas.
Concretamente en lo que se consideran “actividades productivas”, además de la desvalorización de las “actividades de la economía reproductiva”, estas sin remuneración y sin consideración en la economía global, pero acarreando la responsabilidad de la formación de un hogar como base de la sociedad y por ende, del sistema capitalista actual.
Esta nueva perspectiva ha contribuido a la comprensión de la desigualdad de género que no es sólo un problema social, sino también económico.
Esto porque limita el potencial de crecimiento y de desarrollo económico, que se encuentran incrustadas en las estructuras capitalistas, afectando no solo a la acumulación, sino a la distribución de los recursos.
Colocando de relieve las desigualdades asociadas al reparto de las responsabilidades de cuidado entre los hogares, el Estado y los mercados.
Es así como este enfoque se centra en la exploración de las desigualdades de género y su manifestación en las estructuras tanto económicas como sociales.
De hecho, en la economía convencional (ortodoxia), una de sus principales críticas es la invisibilidad de las labores domésticas y de cuidado. También la discriminación y segregación laboral que históricamente ha sido realizado mayoritariamente por mujeres de manera no remunerada.
Lo anterior implica una crítica a la medición convencional del PIB (Producto Bruto Interno), que omite esta contribución esencial a la economía.
Por ello, al reconocer dicha labor como una actividad económica legítima, se conduce a la creación de un nuevo sector de empleo y actividad económica que beneficie a una población considerable, especialmente en momentos de alta demanda de servicios de este tipo.
Mujeres al servicio del Estado: descolonizar la economía política
En diversas ocasiones el término “descolonización” ha sido utilizado para referirse a la posición jerárquica en las economías internacionales de los países en vías de desarrollo, los cuales, de acuerdo con Bruno Bonizzi (2020) se ven condicionados por ser el inicio de una cadena de producción global desequilibrada informativa y operativamente.
Una dependencia de la deuda en exceso preocupante, con un retorno financiero a corto plazo absorbido por los sectores productivos tradicionales, carentes del tan anhelado valor agregado.
Por ende, el proceso de descolonizar en términos de economía representa grandes desafíos a la hora de posicionar a las industrias del cono sur en el sistema financiero mundial. En base a lo que hace un año se pregonaba en los medios como “el giro hacia la izquierda de América Latina” como una oportunidad para el cambio.
Cuya representación política femenina quedó marginada y fragmentada frente a una lucha de “izquierdas fragmentadas” que no representan más que un voto pendular hacia la oposición en búsqueda de alternativas.
La realidad demuestra que la jerarquía financiera no cede ante matices políticos. Sólo cede ante una economía heterodoxa que si bien en los países del sur corresponde a una minarquía, en la mayoría de las economías capitalistas no hay más que “la instrumentalización del Estado para fines acumulativos”.
Giro a la izquierda en América Latina
Pese a lo anterior, poco se habla de la correlación entre las formas de reproducción social, la producción, y la financiarización de los países con economías emergentes capitalistas en las dinámicas de un flujo de capital avanzado. Un mundo en el que es más sencillo viajar para un cúmulo de capitales financieros que para un grupo de refugiados.
Ahora bien, ¿cuál habrá de ser el papel de la mujer? Una vez inicia el camino que conduce a la financiarización, hacia una era postkeynesiana, en donde prime la dolarización de la deuda, existe un espacio desigual no sólo para la mujer sino para las minorías.
De esta manera, dos teorías fuertes se abren paso a la hora de representar las formas de reproducción social (pensadas desde el norte) Montgomerie y Young (2010), quienes argumentan que la deuda hipotecaria privada se ha convertido en la forma de reproducción social más importante de Estados Unidos, dejándolas vulnerables a las crisis hipotecarias de alto riesgo y a las familias en su mayoría monoparentales encabezadas por el género femenino.
Y es que a lo largo de la construcción de las estructuras de poder, se argumenta a la familia como la base de la estructura social más importante, responsable de proveer la capacidad industrial de la sociedad.
Sin embargo, hemos de preguntarnos cómo se logra construir un nuevo modelo de cuidado feminista, a partir de la inclusión de las mujeres en el mercado financiero desde una posición equitativa, sin desigualdades técnicas o informativas.
Dado que los cuidados y trabajos no remunerados equivalen a casi la mitad del PIB colombiano, pero la intención queda corta cuando la mayoría de trabajos que realizan las madres cabeza de familia se ejercen bajo la informalidad arriesgándolo todo por un futuro incierto.
Redistribuir el trabajo no remunerado
La búsqueda de justicia económica, política y social requieren ir de la mano de la justicia epistémica. Esto implica no solo reconocer, sino valorar diversas perspectivas y conocimientos.
Para ello, el diálogo crítico y decolonial se constituyen como una herramienta esencial para este propósito. Ya que busca construir modos alternativos de poder, conocimiento, existencia y convivencia que se alejen de las tradiciones impuestas por la razón moderno-occidental-colonial que han perpetuado la desigualdad de género.
En el contexto de la justicia epistémica, la economía feminista aborda la exclusión de las voces y perspectivas de las mujeres en los discursos económicos convencionales.
Reconoce que las experiencias y conocimientos de las mujeres han sido sistemáticamente marginados y busca incorporarlos dentro de las estructuras de pensamiento, educativas y disciplinares.
Con esto, se pretende abrir espacios para la diversidad de experiencias y saberes, desafiando las normas establecidas que han contribuido tanto a la invisibilidad como a la subvaloración de las contribuciones económicas de las mujeres.
De esta manera, la intersección de género y colonialismo implica comprender cómo el eurocentrismo y el androcentrismo afectan a las mujeres en el sistema económico global. Para, luego, visibilizar las voces y necesidades de las mujeres desde una perspectiva holística.
Lo anterior, acarrea transformar las estructuras existentes para lograr una mayor justicia social. Desafiando aquellas reglas impuestas desde el norte global y cuestionando las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad.
Entonces, vale la pena plantearse ¿qué pasaría si desafiáramos la noción de progreso basado en estándares occidentales y abrazáramos la diversidad de perspectivas? Especialmente desde una economía feminista, para redefinir nuestro camino hacia el desarrollo.
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