El tecnocapitalismo detrás del ascenso de Trump
La presidencia de Donald Trump es un reflejo de los cambios profundos que están transformando las democracias en el siglo XXI. El auge del tecnocapitalismo, combinado con el populismo de derecha, ha creado un panorama político caracterizado por la polarización y la fragilidad institucional.
Por José Maria Jarry.
El populismo de derecha, como el representado por Trump, utiliza esta polarización para consolidar su poder, promoviendo una narrativa de nosotros contra ellos que debilita las instituciones democráticas tradicionales.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marcó un hito en la política contemporánea. Con un discurso populista, nacionalista y antiélite, Trump prometió devolver el poder al pueblo y priorizar los intereses de los estadounidenses. Su ascenso, sin embargo, no puede entenderse de manera aislada; es parte de una transformación más amplia impulsada por el tecnocapitalismo, un modelo económico-político que está remodelando las democracias en todo el mundo.
Este artículo explora las relaciones entre el populismo de derecha, el tecnocapitalismo y las tensiones democráticas, destacando también el impacto de la presidencia de Trump en América Latina y los desafíos para las izquierdas progresistas.
Tecnocapitalismo: transformaciones económicas y políticas
El tecnocapitalismo se refiere a la integración entre las innovaciones tecnológicas y las estructuras capitalistas, donde las empresas tecnológicas como Meta, Amazon y Tesla no solo lideran la economía global, sino también influyen en las decisiones políticas y sociales. Durante su presidencia, Trump estrechó lazos con líderes tecnológicos como Elon Musk y Jeff Bezos, reconociendo la importancia de este sector para la economía estadounidense.
Sin embargo, la concentración de poder en estas corporaciones plantea importantes riesgos democráticos. Los algoritmos que controlan el flujo de información tienden a amplificar la polarización social, un fenómeno descrito por Cas Mudde en La ultraderecha hoy. El populismo de derecha, como el representado por Trump, utiliza esta polarización para consolidar su poder, promoviendo una narrativa de “nosotros contra ellos” que debilita las instituciones democráticas tradicionales.
Charles Taylor, en La ética de la autenticidad, explica cómo el individualismo contemporáneo ha erosionado los marcos colectivos. Esta falta de conexión comunitaria crea un vacío que líderes populistas como Trump llenan con promesas de protección y liderazgo fuerte. De este modo, el tecnocapitalismo y el populismo de derecha se refuerzan mutuamente, consolidando una época de democracias más frágiles y fragmentadas.
El impacto de Trump en América Latina
La influencia de Trump no se limitó a Estados Unidos. En el ámbito internacional, su administración impulsó políticas que afectaron significativamente a América Latina, desde una postura más agresiva en temas migratorios hasta acuerdos comerciales que limitaron las oportunidades de diversificación económica en la región. Con su frase “América primero”, Trump redefinió las relaciones comerciales y políticas, estableciendo un enfoque proteccionista que reforzó la dependencia de los países latinoamericanos hacia Estados Unidos.
Un ejemplo claro fue la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que dio lugar al T-MEC. Aunque este acuerdo prometió modernizar las relaciones comerciales, también impuso restricciones que favorecieron desproporcionadamente a Estados Unidos, dificultando el crecimiento económico independiente de países como México.
Además, Trump utilizó una retórica populista para justificar políticas antimigratorias, describiendo a los migrantes como amenazas económicas y culturales. Esta narrativa, ampliamente difundida a través de redes sociales y medios digitales, generó un impacto significativo en las políticas internas de América Latina, donde también se observa el auge de líderes populistas que adoptan estrategias similares, como Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador.
A nivel regional, el liderazgo de figuras como Nayib Bukele en El Salvador y, más recientemente, Javier Milei en Argentina, evidencian la expansión de un modelo de liderazgo basado en principios populistas de derecha, estrechamente ligados al fenómeno Trump. Milei, quien ha adoptado abiertamente el estilo confrontacional y las ideas libertarias radicales, también promueve un discurso que busca polarizar y desacreditar a las instituciones democráticas.
Este tipo de liderazgos emergentes representan un peligro para la estabilidad democrática en América Latina, al fomentar una retórica de “antisistema” que captura el descontento ciudadano, pero que carece de soluciones inclusivas y sostenibles para los problemas estructurales de la región.
El auge de estos líderes también pone en evidencia la debilidad de las democracias en un contexto de desigualdades persistentes, crisis económicas y una creciente desconfianza hacia las instituciones tradicionales. La influencia de Trump no solo se limita a su impacto político directo, sino que también ha servido como modelo para una nueva ola de liderazgos autoritarios y populistas en todo el continente.
Populismo de derecha y el “estado de bienestar exclusivo”
Uno de los elementos clave del populismo de derecha es la promoción de un “Estado de bienestar exclusivo”, un concepto desarrollado por Cas Mudde. Bajo este modelo, los beneficios estatales se restringen a ciertos grupos sociales considerados “legítimos”, excluyendo a otros, como inmigrantes o minorías. Esta estrategia no solo refuerza la polarización, sino que también consolida el apoyo de las bases electorales mediante la promesa de protección frente a un “enemigo externo”.
En el caso de Trump, esta estrategia fue evidente en su reforma fiscal, que benefició principalmente a las clases altas, y en su insistencia en construir un muro fronterizo para limitar la inmigración desde México. Estas políticas, aunque polarizantes, lograron movilizar a sectores descontentos de la población, especialmente en zonas rurales y de clase trabajadora.
El desafío de las izquierdas en la era del tecnocapitalismo
El ascenso de Trump también plantea importantes desafíos para las izquierdas progresistas, que deben enfrentar no solo la retórica populista, sino también los cambios estructurales impulsados por el tecnocapitalismo. Este modelo económico ha generado una profunda desigualdad, concentrando la riqueza en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas mientras precariza el empleo y debilita las redes de seguridad social.
Para contrarrestar estas tendencias, las izquierdas necesitan articular un programa político que aborde los problemas estructurales de la desigualdad y el desempleo. Esto implica promover la justicia social y la redistribución económica, así como fortalecer las instituciones democráticas frente a las amenazas del populismo autoritario.
En este contexto, es crucial desarrollar una narrativa clara y cohesionada que combine propuestas económicas viables con una visión inclusiva de la sociedad. Líderes como Bernie Sanders en Estados Unidos o Gabriel Boric en Chile representan ejemplos de cómo las izquierdas pueden adaptarse a los desafíos actuales, ofreciendo alternativas al populismo de derecha sin caer en la polarización extrema.
La presidencia de Donald Trump es un reflejo de los cambios profundos que están transformando las democracias en el siglo XXI. El auge del tecnocapitalismo, combinado con el populismo de derecha, ha creado un panorama político caracterizado por la polarización y la fragilidad institucional. Frente a este contexto, tanto los movimientos progresistas como las democracias tradicionales enfrentan el desafío de adaptarse a un mundo donde las estructuras económicas y políticas están siendo redefinidas.
El camino hacia una democracia más justa e inclusiva requiere no solo resistir las tendencias autoritarias, sino también reimaginar el papel del Estado y las instituciones en una economía globalizada. La cooperación social, el fortalecimiento de la participación ciudadana y una visión compartida del futuro son esenciales para construir un modelo político que responda a las necesidades del siglo XXI.