El lado oscuro de la modernización del Estado

Si bien la modernización puede mejorar la eficiencia del Estado, no garantiza la estabilidad democrática. La historia ha demostrado que una modernización sin democracia tiende a generar regímenes autoritarios altamente tecnificados, capaces de ejercer un control absoluto sobre la sociedad.
Por Rodrigo Ojeda Gómez.
Nos vendieron la idea de que modernizar el Estado era sinónimo de fortalecer la democracia, pero la realidad es otra: mientras más se moderniza, más se aleja del control ciudadano y más se acerca al autoritarismo tecnológico.
La era digital y el acceso a la información
La interconexión digital ha permitido que podamos acceder a información en tiempo real sobre sucesos globales como el conflicto en Siria, la situación de los kurdos, la crisis en Crimea y el Dombás, o el intento de democratización en Venezuela.
Sin embargo, a pesar del acceso inmediato a estos acontecimientos, nuestra sociedad está más desinformada que nunca. La abundancia de información no siempre se traduce en conocimiento; más bien, puede generar confusión y manipulación.
La facilidad con la que se emite y se accede a la información ha dado lugar a lo que Byung-Chul Han denomina “shitstorms“, caracterizadas por la desinformación masiva, la confusión y el retroceso social. En este contexto, la comunicación digital no necesariamente mejora el conocimiento sobre la realidad, sino que, en muchos casos, lo distorsiona.

La economía de la atención ha introducido nuevas formas de control sutiles pero poderosos. Al dirigir la atención de las personas hacia ciertos temas y perspectivas, las plataformas digitales pueden moldear percepciones y comportamientos colectivos. | Lee más AQUÍ.
Esto ha creado una sociedad donde la percepción de la realidad está fragmentada y moldeada por algoritmos diseñados para captar atención en lugar de informar con objetividad.
En consecuencia, el debate público se ve afectado por burbujas de información que refuerzan prejuicios en lugar de fomentar una comprensión crítica de los hechos.
Modernización del Estado y tecnología
El acceso a la información no solo afecta a la sociedad, sino que también impacta en la modernización del Estado. Surgen entonces preguntas fundamentales:
¿Los gobiernos implementan la tecnología con una finalidad específica?
¿Es la modernización un medio para mejorar la democracia?
¿Se está manejando de manera eficiente?
Desde un punto de vista realista y conservador, la modernización busca simplificar tareas cotidianas y resolver problemas con mayor eficiencia. No obstante, cuando se trata del Estado, la modernización no siempre implica un fortalecimiento democrático.
Samuel P. Huntington advierte que la modernización no conduce automáticamente a la democracia. A medida que las sociedades invierten en educación, urbanismo y economía, surgen nuevas demandas políticas. Si las instituciones del Estado no evolucionan al mismo ritmo, se generan crisis de gobernabilidad. Venezuela, Ecuador y Perú son ejemplos recientes de cómo la modernización económica no necesariamente conlleva estabilidad política.
Estas naciones han experimentado crecimiento económico en algunos sectores, pero la falta de estructuras institucionales sólidas ha generado problemas de gobernabilidad y crisis recurrentes. La modernización, en estos casos, se convierte en un arma de doble filo: mientras facilita el crecimiento económico, también puede provocar descontento social si no se traduce en mejoras en la calidad de vida o en un acceso equitativo a los recursos.
La política y la democracia en América Latina
Para entender la relación entre modernización y democracia, es clave analizar el concepto de política. Hannah Arendt la define como la interacción humana en el espacio público, mientras que Robert Dahl la asocia con el poder, la democracia y la participación política. La combinación de estos enfoques nos permite comprender que la política no solo implica decisiones gubernamentales, sino también el modo en que los ciudadanos participan en la configuración del Estado.
La modernización por sí sola no garantiza estabilidad política. En América Latina, el crecimiento económico y el desarrollo cultural no bastan si no existen partidos políticos sólidos, burocracias eficientes y sistemas de representación funcionales. Sociedades con modernización rápida, pero sin instituciones fuertes, pueden caer en autoritarismos y populismos que desestabilizan el orden político.
Esto se ha visto en países como Brasil y Argentina, donde la modernización ha convivido con crisis políticas constantes y una fragmentación institucional que impide la consolidación de proyectos a largo plazo. Además, en estos países se ha evidenciado que la falta de una cultura política sólida, basada en la educación cívica y el fortalecimiento de los valores democráticos, es un factor determinante en la inestabilidad del sistema político.
China y el autoritarismo moderno
El caso de China ilustra cómo la modernización puede aplicarse sin un sistema democrático. Su modelo político ha logrado equilibrar el crecimiento económico con la fortaleza institucional. La ausencia de elecciones y la continuidad de un mismo partido permiten planificaciones a largo plazo sin interrupciones políticas.
El “Autoritarismo 2.0” en China se basa en el uso de la inteligencia artificial para monitorear redes sociales, regular tendencias políticas y aplicar tecnología en la toma de decisiones gubernamentales. Este control digital refuerza un modelo estable, aunque carente de mecanismos democráticos.
A diferencia de las democracias occidentales, donde la fragmentación política puede frenar el desarrollo tecnológico, en China el Estado tiene el control absoluto de su implementación. De esta forma, la modernización del Estado en China no solo se enfoca en lo tecnológico, sino también en la consolidación del poder político y en la reducción de cualquier posibilidad de disidencia.
Democracia, modernización y estabilidad política
En contraste, los sistemas democráticos presentan una modernización fragmentada. La diversidad de partidos políticos dificulta la aplicación de planes a largo plazo. En países con sistemas políticos múltiples, la alternancia en el poder interrumpe estrategias de modernización, haciendo que las propuestas políticas cambien constantemente.
Un partido de izquierda puede priorizar la inseguridad ciudadana, mientras que uno de derecha enfocará sus esfuerzos en combatir el crimen organizado. Aunque ambos problemas estén relacionados, sus soluciones pueden diferir.
El cambio de gobierno cada cinco años interrumpe la continuidad de políticas públicas, debilitando la estabilidad democrática. Esta falta de continuidad genera frustración en la ciudadanía, que percibe un Estado ineficaz e incapaz de resolver problemas estructurales.
La consecuencia de esta volatilidad política es la desconfianza en la democracia y la disminución de la participación ciudadana. Robert Dahl subraya la importancia de la transparencia y el compromiso ciudadano para fortalecer la democracia. Sin estos elementos, la modernización carece de impacto positivo en el sistema político.
A medida que las sociedades se vuelven más tecnológicas, la falta de confianza en las instituciones puede derivar en un vacío de liderazgo y en una ciudadanía cada vez más apática. Si la modernización no se acompaña de una renovación en la confianza en las instituciones democráticas, el peligro de que surjan regímenes autoritarios enmascarados en una retórica tecnocrática es real.
Conclusiones
La Agenda 2030 y otros proyectos de modernización a largo plazo solo serán efectivos si los Estados logran equilibrar el desarrollo tecnológico con la estabilidad política. De lo contrario, la modernización podría convertirse en un arma de doble filo, debilitando la democracia en lugar de fortalecerla.
La clave para el futuro radica en encontrar un balance entre innovación y solidez institucional, evitando que la modernización se convierta en un pretexto para la concentración de poder o el debilitamiento de los valores democráticos. Solo un enfoque integral, que incluya tanto avances tecnológicos como el fortalecimiento de la cultura democrática, garantizará un verdadero progreso sostenible.